sábado, 9 de febrero de 2013

Plumas que no nos pertenecen


Los sueños son pocos los que son verdaderos. Algunos se escapan a nosotros, de otros nos escapamos. Muchos dejan de ser nuestros amigos y otros son nuestros por la eternidad. Los sueños son confusos. Tuve sueños en otro tiempo, es posible. No lo sé a ciencia cierta, ¿quién pondría la mano en el fuego por los recuerdos que no le pertenecen?

Un día fumaba un cigarro en la ventana o me tomaba un café o quizá sólo miraba a la calle. Sé que era de noche y que las estrellas apenas brillaban en un cielo morado contaminado. Es una vida sencilla, lo fue al menos. Vi en el edificio de enfrente un pájaro negro que se movía de un lado a otro, como si buscase algo. Echó a volar y no le vi hasta la noche siguiente. 
Comenzó a ser una costumbre. 
Cada noche se acercaba al mismo edificio, se movía de manera frenética y se iba. Y yo lo contemplaba cada noche con mi cigarro, mi café o mi mirada. 
Los días pasan y los cambios no se evitan así que el pájaro dejó de venir, para mí la vida siguió, seguí tomando un café, fumando un cigarro y mirando a la calle, tan sólo me faltaba un actor. Fue entonces cuando miré todo el escenario, vi montones de vecinos de ese edificio a través de sus siluetas en las ventanas, vi un perro callejero que parecía dormir siempre en el mismo rincón, vi una chimenea que echaba un danzante humo al invernal viento, vi unas estrellas que brillaban cuando las sonreías. Vi todo lo que podía ofrecerme mi ventana viendo cada parte, pero ahora me faltaba la que hizo que las demás tuvieran valor. 

La noche siguiente me acerqué al edificio de enfrente y me colé hasta el tejado. Vi entonces una caja de madera volteada en la que debajo había una pluma negra, la cogí con la punta de los dedos, era una pluma muy especial, negra como el carbón y brillaba como la Luna. Entonces una ráfaga de viento hizo que me apretara mi abrigo largo soltando la pluma sin querer, la cual voló y voló hasta mi edificio cayendo en la cornisa que estaba al lado de la mía. Casualidad, ¿verdad? La ventana de aquella cornisa se abrió en ese momento y una estilizada mano cogió la pluma, la examinó desde la oscuridad de una lámpara de mesa y cerró la ventana. ¡Era mi pluma! ¿Cómo pude ser tan descuidado? Era lo único que me quedaba del pájaro que me dio una lección. 
Me acerqué a mi puerta vecina, tenía que recuperarla. Muy educadamente exhalé "perdone, ¿tiene una pluma negra?", ella confundida miró hacia mis ojos y dijo como para sí "Supongo que la pluma tenía razón de ser al fin y al cabo..." añadió "Sí, sí que la tengo. Espere un segundo", volvió para dentro y salió con ella en la mano. 
"Estos pájaros vienen y van, es difícil mantener uno a tu lado. Esperaba que teniendo algo suyo vendría a mí" me dijo y añadió una mueca de falsa sonrisa. "Este pájaro..." dije "es una pájaro singular. Vino cada noche a la azotea de enfrente buscando algo hasta que dejó de buscar, es viajero, no se le puede atrapar. Gracias a él aprendí el valor de cada cosa, quería la pluma para recordármelo cada día". La chica sonrío, esta vez de verdad y me invitó a pasar a tomar un café, ella también había aprendido de nuestro amigo el pájaro. 

A veces creo verlo o quizá no es él, es difícil de afirmarlo. Las cosas vienen y van, no se paran a veces ni para preguntar. Pero si aprendemos a valorar cada cosa en su momento quizá no nos importe que se vayan, siempre que dejen una pluma y un sentimiento.

Anónimo
Desde mis sueños hasta tu pantalla
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