viernes, 24 de julio de 2015

El cuento de Ojos de Atardecer

Entre los míos nombramos todo a partir de los cuentos que aprendimos de pequeño. Llamamos a los héroes cotidianos "ojos de atardecer" por esto.
El cuento dice así del ojos de atardecer dice así:

Un hombre triste y desamparado
Quiso comprarse un helado.
Mas no pudo pues no era el hombre mejor indicado.
Perdido y sin una historia con la que poder haber pagado
El hombre se dirigió al oeste ha ganar dinero criando ganado.
En su camino con un diablillo se habría topado
Ya que se le ocurrió una idea que ni al más alocado:
Llevaría el ocaso en sus ojos para tenerlos adornados.

¿Pero cómo realizar tal labrado
en el cielo no estrellado?
Probó pidiéndoselo a los dioses atolondrados
Y le dijeron que no, que no se lo había ganado.
Probó usando ingeniería y mecanismos de lo más avanzados
Y ninguno fue lo suficientemente grande ni osado.
Probó ha realizar la labor con su cuerpo bronceado
Y comprobó que no tenía la fuerza de la que le habían hablado.
¿Qué podría hacer si quería ver su objetivo alcanzado?

Volvió a viajar al oeste para ver al diablillo que le había cantado.
Le preguntó que cómo podría robar tan grande sol sin caña ni arado.
¡Fácilmente, mi amigo cansado!
Tan solo intenta que el sol entre tu índice y pulgar se encuentre hallado.
Y así, con sus nuevos ojos acaramelados
nuestro héroe pudo comprarse su helado.


Los héroes cotidianos somos cualquiera cuando logramos lo que nos proponemos, por pequeño que sea, y cuando lo hacemos, decimos que tenemos el sol en la mirada porque, realmente, nuestros ojos brillan con alegría y orgullo de haber alcanzado nuestros sueños. Por pequeños que estos fuesen.

La impotencia de un espectador

Yo tengo uno de esos regalos que te gustaría no haber tenido la suerte de recibir. ¿Te gustaría saber el futuro? Te daría el poder de verlo cualquier día de la semana, cualquier semana del año a la hora que tú quisieses si pudiera. Si pudiera librarme de ello.

¿Nunca lo pensaste verdad? Ese poder haría que todos tus miedos desapareciesen, toda incertidumbre quedaría resuelta. ¿Seré feliz el resto de mi vida? ¿Dejaré de estar solo? ¿Dónde viviré? ¿Tendré hijos? ¿Cómo serán? ¿Viajaré mucho? ¿Cómo moriré? Imagina todas esas respuestas resueltas. Es un poder genial que te llena de tristeza y apatía. ¿Has pensado que quizá no te gusten las respuestas? ¿Has pensado que si sabes todo lo que va a pasar nada te va a sorprender? ¿Nada te va a alegrar?
No sólo eso. Yo he visto mi muerte, me quedan cinco años y unos meses. No he querido hacer la cuenta. ¿Para qué hacerla? He vivido una vida absurda, una vida que ya había sido vivida por mí un millón de veces. Una vida sin inocencia, sin risas. Cualquier chiste que me cuentes ya lo habré escuchado antes, muchas veces, las suficientes como para que pierda totalmente la gracia.

Y no, no es reversible. Ni lo de mi muerte. Ocurrirá así y no hay ninguna manera de evitarlo. Esto es algo que nadie logra entender. Todo futuro puede cambiar, ¿no? Todo puede decidirse, el destino no está escrito en las estrellas. Somos dueños de nuestros caminos y tenemos libre albedrío, ¿verdad? "Sigue luchando, alguna manera habrá para cambiar tu futuro". ¿Y si el futuro está escrito? ¿Y si no se puede cambiar? ¿Y si alguien pudiera leerlo? ¿Querrías leer el tuyo? ¿Y si no pudieses cambiar nada, aunque no te guste nada de lo que leas ahí? Sería vivir la condena antes de que dicten tu sentencia.
Moriré dentro de cinco años. Y eso es ineludible. No porque no pueda ser evitado. No voy a contarte cómo moriré, pero te pondré un ejemplo: si muriese atropellado por un camión, todo lo que tendría que hacer sería no salir a la calle ese día y problema resuelto, ¿no? No es tan fácil. El futuro está escrito y yo, que ya conozco mis acciones, no puedo hacer más que seguir cada línea y cada párrafo hasta que la historia termine. Y por mucho que tú me quieras salvar, que quieras cambiar mi futuro, lo único que puedes hacer es terminar de leer este párrafo, cruzar los dedos y soñar con que la historia acaba de otra forma.


Mezclando placer y trabajo

A las siete de la mañana llegó el mensaje:

Tres fémures, un cráneo y dos costillas.
Zona de entrega: H
Hora: 3:00 am.
Pago: 40.000€

Jessica avisó a María. Tenían trabajo. María, aún desnuda con tan solo un albornoz y un cepillo de dientes en la boca se fijo en las partes, Jessica en la cantidad. Con eso tendrían para un mes, no sería difícil, María es precavida y estuvo guardando partes por si acaso durante bastante tiempo. Conservar huesos es mucho más barato que conservar órganos pero conseguirlos es mucho más difícil. Un ser humano medio tiene dos cientos seis huesos, aunque sean difíciles de extraer es mucha materia prima por ser humano. Lo cual es una empresa lucrativa. 

María y Jessica se llevan muy bien. Tanto que no pueden pasar una noche sin la otra en el otro lado de la cama. Jessica era una bala perdida que ahora vive la vida aunque sigue haciendo algún trabajito que otro para conservar sus contactos, a María no le gusta que lo haga, claro. Se pone celosa. Por su lado, es forense. En un hospital no demasiado riguroso, no demasiado vigilado. Y llega a resultar sorprendente lo poco que se toca un cuerpo operado por un forense. Los maquilladores se llevan su parte y algunas noches, algunas personas acaban con un hueso o dos o tres totalmente nuevos. 

Los fémures son fáciles de conseguir, hasta un tubo de cartón valdría para reemplazarlo mientras el muerto no se ponga de pie y ande, lo cual es improbable. María guardaba unos doce fémures en el depósito. ¿Qué más? ¿Costillas? Tiene una caja llena. Pero, ¿el cráneo? Eso sería más complicado. Es muy difícil conseguir un cráneo sin dañar el aspecto físico de la persona, y la gente sí se da cuenta cuando su madre recién fallecida no tiene cabeza. Debían planear algo. 
Para eso está Jessica, María le cambiaría los turnos a su compañera por un 15% para poder hacer las guardias nocturnas. A la 1:00 am, más o menos, llegaría al depósito una víctima por peleas entre bandas decapitado por un 20%, por un 20% la banda a la que pertenecía el cadáver lo enterraría sin cabeza. María tendría una hora y media para limpiar el cráneo y que quede totalmente esterilizado, sin rastro de ningún ácido. 
Por poco no lo consigue. Los paramédicos llevan a la pareja hasta el lugar con las sirenas puestas por un 10% y allí están a la hora exacta con toda la mercancía. 
También está el pago. Se hace el intercambio limpiamente y cada uno se va a su casa. Jessica se encargará de pagar a cada uno su parte mientras María termina su turno en el hospital. 

Y a las siete de la mañana del día siguiente tienen catorce mil euros en dinero negro. Jessica lo limpiará y María seguirá recolectando partes. Se dan un beso de buenas noches más apasionado que de costumbre y hasta mañana.


Las sombras son vengativas

En este mundo hay gente para todo. Hay a quien le gusta arrancarle las alas a las moscas para ver qué pasa, hay quien siente miedo al frío, otros al sol, otros a los payasos y otros a los patos. Hay quien haría lo que sea por conseguir su dosis de droga diaria y hay gente tan paranoica como para pensar que su sombra les está siguiendo.

Y hablaremos de este último caso. ¿Qué año sería? ¿El '82? Sí, era 1982, y aquel hombre caminaba por las calles de Chicago en plena noche. Lo cual no era normal ya que no se fiaba de nada, de día es todo mucho más seguro. "No debería estar aquí" se repetía una y otra y otra vez. De entre las sombras de un callejón vio a su peor pesadilla: un desconocido armado. Rápidamente apuntó con su propia pistola al oscuro criminal, el duelo estaba reñido, duelo de miradas y movimientos. Cuando uno iba a la derecha el otro lo seguía, cuando uno amenazaba el otro respondía de la misma manera, hasta que, harto, el hombre disparó.
Más pronto que tarde se dio cuenta de que había disparado a la pared. A su propia sombra. Se juró que nunca más se asustaría de sí mismo. Y así pasaron años hasta que dio con la forma hermética y oculta de separar a un individuo de su propia sombra. Llevaba semanas durmiendo apenas una hora y menos por miedo a que la sombra atacase de nuevo y acabase con su vida. Debía ser rápido. Debía actuar ya y deshacerse de ese asesino que siempre le pisaba los talones.
Una vez hechos los pertinentes rituales y las ofrendas requeridas logró separarse de su sombra la cual quedo proyectada en una pared aislada que él mismo había construido.
El hombre, satisfecho apagó las luces del sótano y rehizo su vida.

Al principio nadie se daba cuenta pero con el paso de los días sus vecinos comenzaron a mirarle de manera extraña y él, paranoico que era, pensó que los vecinos querían hacerle algún mal y que debía tomar precauciones para que esto no pasara. De modo que se recluyó en su pequeño apartamento de las afueras de Chicago, ya eran los noventa y con la venida de Internet pensó que no necesitaría salir de casa nunca más.

Y así pasaron los años hasta que su madre dio con él después de haber borrado rastro que pudiera llevar hasta a él. No tenía nada en contra de sus padres, lo tenía contra todo el mundo en general.
Su madre, preocupada y entre lágrimas lo abrazó, él apenas sintió algo.
Pero era un buen hijo y sabía que su madre estaría allí unos días por lo que bajó al sótano para preparar la sala de invitados.
Pero cometió el error fatal de abrir la puerta antes de dar al interruptor de la luz. Sin que pudiera hacer nada para evitarlo, la oscuridad lo agarró y arrastró. Tan sólo se escucharon unos gritos de desgarro y dolor animal unos segundos y todo el ruido cesó de golpe, un silencio sepulcral. La madre bajó corriendo y encendió la luz... encontró a su hijo desfigurado y retorcido, de pie, proyectando la sombra de un lobo aullando. 

Ronald Wish, el artista

Hay gente talentosa para cada actividad que se te ocurra, desde gente que domina el arte culinario con una naturalidad pasmosa hasta las personas con un gran talento financiero capaces de ver lo que la razón ni los datos estadísticos son capaces de ver. 
Pero también hay talentos que se olvidan, otros que no se descubren y otros que son negados y rechazados. 
Entra en escena Ronald Wish. Un adolescente irlandés cuya familia emigró a Minnesota cuando apenas tenía cuatro años. Ronald enseguida desarrolló una artesanía y pasión por los cuchillos, pero se le daba horriblemente cortar apios o cebollas para ayudar a su madre a hacer el estofado de los domingos. No, a él se le daba bien trinchar el pavo, cortar filetes y así poco a poco, despiezar cerdos y vacas. Pero Ronald, a pesar de sentirse fluido y natural realizando estas grotescas tareas sentía que algo faltaba. Que no era del todo feliz, que esa no era su pasión verdadera. 
Pronto alcanzó fama en su colegio por ser el hijo del carnicero. Muchos chavales se metían con él, por eso y por ser el niño irlandés del condado. Hasta que un día, Ronald, harto de las burlas, se llevó una pequeña navaja suiza que guardaba su padre en la caja de herramientas y el siguiente niño que le hizo burla sufrió una muerte tan horrible y tan sangrienta que nadie era capaz de señalar al pequeño Ronald por ello. Era demasiado violenta para que un niño pudiese haber hecho algo así. La víctima había sido reducida a sus extremidades y se había colgado cada una del extremo de las ramas de un árbol seco, mientras que los intestinos habían sido usados para rodear el árbol como una cinta de navidad. Y en lo alto del árbol se encontraba la cabeza del pobre niño que se había cruzado con el superdotado equivocado. Un superdotado del arte de matar. 
A partir de aquí Ronald entró en una espiral depresiva que le atormentaría por el resto de su vida. Le dieron varias crisis nerviosas y nadie en el pueblo sabía qué hacer con él. Seguía trinchando el pavo y seguía despiezando a los animales para su padre, pero ahora que había probado el placer del asesinato, la adrenalina de lo prohibido, la mirada de terror de su víctima, el sudor frío... Despiezar animales le sabía a tan poco. Debía volver a matar pero sin llamar ninguna clase de atención. Aprovechó una noche de fiestas en la que todo el pueblo estaba de fiestas para secuestrar y dormir a un pobre mendigo y llevarlo hasta una caseta abandonada a las afueras de uno de los campos de trigo del condado. Era invierno por lo que nadie siquiera pasaría a recoger los pequeños brotes de trigo nevado. Se aseguró de que el mendigo le durase no días, ¡semanas! ¡A saber cuándo sería la siguiente vez que podría asesinar tan libremente a alguien! Debía saborearlo. No era como pintar o esculpir, no, aquí sólo tenía una única oportunidad con su lienzo, era artista y trabajaba con la materia prima más cara del mundo: la vida. Decir que el pobre mendigo sufrió una muerte agónica es quedarse corto. 

Para suerte de la sociedad y desgracia de Ronald, fue atrapado una de las últimas noches que tenía pensado ir al cobertizo. El mendigo sobrevivía a base de drogas e inyecciones de adrenalina, por lo que falleció mucho antes de poder llegar a cualquier hospital. Ronald seguía siendo menor pero aún así le cayeron varias décadas de cárcel y desde entonces hasta hoy sigue allí. Un artista incomprendido, un monstruo para nosotros, ¿deberíamos castigar a aquellos que siguen su propia naturaleza si esta nos daña? Eso se lo dejo a ustedes. 
Tengan una buena noche. Y cuidado, nunca se sabe quién acecha en las sombras siguiendo algún oscuro deseo.

Hazte amigo del mar

Aquella noche una niña se sentaba a llorar en la orilla del mar. "Problemas en casa" se podría resumir su tristeza. Cada lágrima caía como rocío sobre la fría arena. El mar rugía con fuerza aquella noche, la suficiente para que pudiera llorar sin que nadie la escuchara. Sin que nadie la encontrase. Sin que nadie pudiese ir hasta allí y detenerla.
Pero, para su sorpresa, entre los rugidos del mar llegó algo o alguien. Parecía un montón de algas y cuando la niña se acercó... vio que eran un montón de algas, pero había algo más. Y ese algo más comenzó a levantarse.
-Ho... la...
Dijo un esqueleto al que apenas le quedaba piel pegada al cráneo y que vestía como un antiguo lobo de mar. Sólo tenía un ojo y apenas le quedaba nariz. La niña, como cabía esperar, salió corriendo aterrorizada.
-¡No! ¡Espera! ¡Sólo quiero hablar!
La niña no dejaba de correr.
Otra vez igual, pensó el viejo lobo de mar, si yo me encontrase a alguien como yo en la playa al menos tendría curiosidad. ¿Cuánto llevo haciendo esto ya? ¿Cinco siglos? Y apenas he tenido una conversación decente. Y otras veces incluso han querido hacer caldo conmigo. La inmortalidad apesta.
Se olió.
Apesta literalmente.

-¿S-Señor? ¿Va a sentarse a llorar?
-Iba a hacerlo, sí.
-Pues entonces yo también.
-¿No te doy miedo?
-Nada que llora da miedo, señor.
-Eres muy lista para ser una niña, ¿sabes?
-Y tú muy tonto para ser un esqueleto.
-Touché.

...

-¿Qué haces en la playa? ¿No tienes familia?
-Mis padres siempre discuten, por todo. Ni siquiera están juntos pero se ven para gritarse y echarme la culpa de cosas que no tengo ni idea de qué son. Me vengo aquí a llorar porque nunca me buscan demasiado y porque aquí no me escucha nadie llorar. El mar ruge mucho.
-Oh... imagino que debe ser duro.
-No sé qué es duro, tengo once años.
-¡Mi cráneo es duro! Y tiene ya quinientos años.
-¿Y cómo has llegado a vivir tanto?
-Jugando bien mis cartas, todo el mundo se muere de algo, si logras salvar ese algo no morirás nunca. La muerte siempre viene detrás de mí ¡pero yo corro más que ella! Vivir en el mar ayuda mucho, te puedes quedar inconsciente durante décadas enteras y no te encontrará.
-¿Y cómo respiras?
-Ya te he dicho que puedes no morir de lo que sea te vaya a matar, incluido ahogarse.
-Señor, eres muy raro.
-Y tú muy insolente. Me caes bien.
-Y tú a mí, señor esqueleto. ¿Volveré a verte mañana?
-¿Sabes? Pídeselo al mar. Y a ver qué opina él.
-Buenas noches, señor esqueleto.
-Buenas noches, niña insolente.

Aquella noche fue la primera noche en años que ninguno de los dos tuvo pesadillas.

A bordo de un barco pirata retirado

-Abuelo, cuéntame más de tus historias. ¡Me encantan!
En mitad de la noche, a la luz de un farolillo y sobre la cubierta de un pequeño navío, el anciano se aclaraba la garganta y se encendía su vieja pipa de los viejos tiempos.
-Bien, pequeño, te contaré tres cosas que todo pirata que se las apañe para vivir tanto como yo echará de menos. La primera y más importante, la osadía.
-¿Una osa?
-No, no. La osadía.
-¿Y eso qué es?
-Un pirata es osado, un pirata es bravo, un pirata es libre y orgulloso de gritarlo por los siete mares. La osadía del pirata es lo que le hace ir gritando allá a donde vaya con la cabeza alta y una sonrisa en la cara. La osadía es lo que me hacía sentir eternamente joven, atrevido, aguerrido, es la sonrisa que tenía cuando me batía en duelo con algún marinero y le hacía ¡ahá! con mi sable.
-¿Cómo?
-Así, mira, ¡ahiá!
-¡Oh! ¿Y qué más? ¿Qué más echan de menos los piratas, abuelito?
-Veamos... ¡ah! La segunda cosa que más se echa de menos son las canciones. No cualquier canción pequeño, las canciones de los piratas.
-Pero las puedes escuchar en la mini-cadena.
-¡Mira que eres listo, enano! Pero no, eso no sirve. ¿Alguna vez has estado en una taberna repleta de hombres felices celebrando el simple hecho de haberse juntado? Jarra en mano y encima de todas las mesas cantábamos y bailábamos hasta que nuestras barbas se enroscaban y no nos salía más voz de la garganta. Entonces, ¿sabes qué hacíamos?
-¿Poner la mini-cadena?
-¡No! No, no, no. Pedíamos otra ronda de ron, nos la tomábamos de un trago
y seguíamos cantando por horas hasta que el ron podía con nosotros y nos echábamos la siesta. Trata de imaginar cómo sonaban las canciones gritadas por una habitación llena de gente alegre que vivía por la música y el buen ron. Eran buenos tiempos, sí.
-¡Abuelo!
-Dime, nietecín.
-¡Nosotros podemos cantar!
-Ay... me temo que estoy muy viejo para eso, pequeñajo. Pero te tomaré la palabra para el día de tu boda.
-¿Mi qué?
-Olvídalo. Te contaré la tercera cosa que todo pirata echa de menos. Y no son las riquezas, no son las mujeres.
-¿Por qué ibas a echar de menos a las mujeres? A mí solo me riñen.
-Eh, no es culpa de la abuela que siempre te metas en problemas. ¿Vale?
-Vaaale.
-Lo tercero que un pirata echa de menos la mar...
-Abuelo, estamos en un barco en mitad del mar. Y está tan oscuro que no veo nada de nada.
-No, no es el mar como tú lo conoces. Es el mar abierto, el mar libre, el mar que te llevaba a grandes aventuras y que te llevaba a casa. El mar lleno de corrientes y oportunidades. La sensación... ¡la sensación de salir de un puerto en busca del destino que hay detrás del horizonte! Ese es el mar que todo pirata echa de menos.
-¿Crees que algún día iré a ese mar, abuelo?
-No lo sé, hijo, no lo sé.
-¡Jo! ¡Yo también quiero ser un pirata como tú!
-Bien, pues coge tu sable de madera.
-¡Cogido!
-Ponte tu parche.
-¡Puesto!
-Y ahora te voy a enseñar cómo se maneja un timón. Haremos que este pequeño surque el océano y a ver a dónde nos lleva, ¿qué te parece?
-¡Que ser pirata es lo mejor del mundo!
-Genial. Pero hay que estar en casa para el desayuno, no quieras tu abuela nos mate.
-¡Claro que no! Además sus tortitas son las mejores del mundo.
-Las mejores de los siete mares, hijo. Las mejores de los siete mares.

Y cantando una alegre canción se desvanecieron en la oscuridad de la noche en mitad de un mar calmado, hambriento de buenas historias.

Entrevista con la dueña de una cafetería de carretera

Cada vez menos gente visita la cafetería. Es lo malo de los locales de carretera, somos desconocidos y una franquicia famosa al lado puede hundirte el negocio. La gente en mitad de un viaje prefiere la seguridad de lo conocido. Probablemente entrarán en la hamburguesería del lado sabiéndose los precios de memoria. Por un lado me da pena porque es malo para el negocio y por otro me alegra porque así solo vienen buenos clientes. De los que traen historias, de los que aprecian la calidad hogareña y el silencio artesanal.
De donde vengo las historias son muy valiosas, muchas veces son la moneda de cambio y por eso a veces una buena historia hace que un viajero tenga un café gratis. Pero sólo un café, en mi país no teníamos impuestos. Vaya cosa más curiosa, los impuestos. Una ya es vieja y aún no comprendo eso de los impuestos.
¿Que qué hacemos con las historias? Las guardamos en tarritos, tarritos como este que llevo colgado al cuello, se les pone un tapón y listo, ya tienes una historia para toda la vida. La memoria es un banco muy poco seguro para una historia. A veces, raras veces, vienen viajeros por historias no por café. Esos días son los mejores, hacen que todas estas arrugas se arruguen un poco más porque no dejo de sonreír incluso ahora que me acuerdo de ellos. Y me acuerdo de todos, de todos y cada uno de ellos. No son personas normales, no se las puede pasar por alto y aparecen allá donde se propongan. Son, realmente, personas extraordinarias.
Mira, ven por aquí, aquí detrás de la cocina tenemos esta puerta madera. La instaló mi madre cuando vinimos aquí, decía que en casa teníamos una igual y que no podíamos no tener algo así aquí. Así que tenemos todos estos cajoncitos repletos de historias que hemos ido recogiendo a lo largo de varias generaciones. Claro, muchas son de mi tierra, pero también tenemos una centena de historias que hemos recibido en esta misma cafetería.
Las personas tienen una... llama especial, ¿sabe? Una llama interior, mi abuelo lo llamaba "el gran fuego", y las historias son una pequeña brasa de ese fuego, una que cuesta muy poco dar y pero que puede encender fuegos que ya estaban apagados.
Son algo precioso, créame.

Ahora usted tiene nuestra historia. Pero, díganos, ¿cuál es la suya?

Hombres con poder en Malibú

Todo está negro, abre los ojos, ve una cara extraña, pálida, familiar.
-Buenas noches. Bienvenido, señor... eh...
Se le acerca otro hombre al primero, le entrega una carpeta y se va. El hombre se pone unas gafas redondas. Es un señor mayor, lleva traje y muy buen porte. Elegante y confiado.
-Sí, bienvenido, señor Toreador. Mi cara le resultará familiar, pero no lo suficiente como para identificarme, ¿me equivoco? Verá, yo tampoco lograba identificarle. Curioso, ¿cierto? Hay coincidencias graciosas, sí, sí, claro.
Está atado, de rodillas, los brazos en cruz algo levantados. Está en un sótano o algo parecido. El hombre mayor se enciende un cigarro y se sienta en una silla con el respaldo delante del pecho.
-Coincidencias... Verá, señor Toreador, usted ha estado causando problemas a uno de mis asociados y no puedo permitir que eso siga ocurriendo, ¿verdad? ¿Qué clase de negocio deja tirados a sus contactos? ¿Sabe? No tengo ni idea. Porque mi empresa nunca lo hace. Y eso le pone a usted en un aprieto. Por suerte yo también tenía una mosca en el culo como lo era usted para mi asociado, así que intercambiamos víctimas y todos ganan. ¿No me diga que no había pensado en esa posibilidad? Bromeo, claro. Aunque quizá sí es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que si le estoy contando todo esto es que... una de dos, o soy un sádico o es que le voy a dejar vivir. Y ahora piensa en la posibilidad de salir vivo de esta, pobre, pobre señor Toreador. Le repito la pregunta: ¿qué clase de negocio deja tirados a sus contactos? Por suerte para usted no soy un sádico por lo que no tomaré parte en esta carnicería y tengo asuntos más importantes que tratar. Pero por desgracia para usted, tengo personas que se encargan de las carnicerías por mí y lo disfrutan, así que espero que se diviertan. ¿Que para qué todo el monólogo de villano entonces? Eso es muy fácil, un hombre aguerrido y decidido como usted debería saber la respuesta. Me la pone dura destruir a alguien por dentro desde un pedestal, eso y que me encanta como suena mi voz.
El hombre se disponía a irse, pero paró con la puerta del sótano agarrada, miró al hombre atado y concluyó:
-¿Sabe? Me da curiosidad hasta qué parte de mi mansión se escucharán los gritos que alguien fortachón como usted pueda propinar. ¡Páselo bien!
-¡¡HHHMHMMMMMMHMHMHMMM!!
Tenía un calcetín en la boca. La puerta se cerró y la luz se apagó.

Por suerte o desgracia ese día no acabó bien para nadie.

Mejor que una radio

-¡Señor! ¡Todo lo que hemos encontrado es esta grabadora!
-¿Nada más? ¿Ni sangre, ni ropa, ni restos de nada?
-No, nada más, señor.
-Hm... Bien, déjela con las otras pocas pruebas que tenemos.

Más tarde.

-Bien, vamos a escuchar la dichosa cinta. A ver si así salimos de dudas.
-¿No habría que llevarla primero al laboratorio?
-No me fío de esos cabeza de huevo, quiero escucharla por mí mismo y saber qué narices pasó aquí.

El subteniente calló.

*Click*

-Aquí el profesor Pinker. Diario número cuatro de nuestra expedición hacia lo que hemos denominado como "La vena del infierno". No es el nombre más inspirador del universo, pero entre lo escabrosa que es, el calor que hace y que creemos atraviesa la corteza terrestre no nos quedó otra. Llevamos aquí dentro ya cuatro días y nos disponemos a seguir profundizando.
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-Estábamos bajando pendiente abajo cuando encontramos unas extrañas estructuras geométricas. Como prismas rectangulares gigantes dispuestos aleatoriamente por toda la caverna. Y según nuestro sónar parece que hay una gran galería justo detrás de los prismas. Nos proponemos entrar.
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-Según nuestros aparatos, la galería debe medir unos doscientos metros de alto y no hemos logrado obtener medidas ni de ancho ni de largo. Debe ser inmensa. Dios sabe qué puede haber causado algo así.
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-¡Alto! ¡Muchachos! ¡Parad! Creo que he oído algo. Shh...
-...
-...
-...
[Se escucha un gran estruendo, como si toda la tierra temblase]
-¡Sshh!
[Se escucha un grito agónico monstruoso, se escucha lejos pero a la vez cerca, la grabadora no sabe muy bien cómo reproducirlo, las gráficas de sonido en el ordenador se ven inusuales, demasiado armónicas para lo monstruoso del sonido]
-¡Mire, profesor! ¡Qué coño es eso!
-¡Corred! ¡Co-
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Se hizo un silencio en la sala.

-¿Qué coño...?
-Debemos guardar esta cinta con nuestras vidas. La tienen que echar un vistazo nuestros expertos. Sea lo que sea que hay ahí abajo es peligroso y como salga a la superficie podemos estar jodidos. ¡Ah! ¡Por ahí vuelve mi querido alférez! ¿Encontró algo?
-No, señor.
-Alférez, ¿qué hace con ese arma?
-Los pequeños monos se han metido en la cueva equivocada, señor. Deben ser eliminados. Nadie disturba este territorio.
-¿Al... férez?

Otra puta noche de trabajo

Otra puta noche de trabajo. Los diurnos no lo saben, no saben la de mierda que ocurre por la noche donde nadie mira, donde nadie vigila, donde muchos hacen la vista gorda. Odio mi vida. Espero a un cliente habitual. Caballo le llamo y no por su polla. A algunos de estos bastardos les mola que hubiera sido una jodida yonqui y me hacen chutarme caballo. Les pone eso, tirarse a alguien hasta arriba de mierda supongo que porque así no piensan en la mierda que son ellos las veinticuatro horas del día.
Las noches aquí son largas, entre cliente y cliente pueden pasar horas y sin nada que hacer ni poder salir de la habitación una solo puede pensar, limpiarse y pensar. Otras se ponen guapas. Otras eligieron estar aquí. Yo no. No estoy lo suficientemente echa pedazos como para que me pueda gustar esto.
Aquí entra el capullo. Hola, zorrilla, ¿me echabas de menos? Dice. Qué original, no habré escuchado eso mil veces ya. Me quedo callada, tirada en la cama, no les gusta a mis jefes que seamos personas, prefieren que seamos "cosas listas para ser folladas", así tal cual lo dijo el negro una vez.
Se baja la cremallera, se quita los pantalones, tan desagradable como siempre. Señores de cincuenta y tantos, cuidaos un poco, ¿vale? Joder. Me mira y escupe: venga, lo de siempre. Gilipollas. Creo que hoy no, gordito. Creo que hoy no. Cojo la jeringa y hago como que me la inyecto mientras él se desnuda. He visto a tantos con heroína en las venas que sé imitarlos a la perfección, se lo traga, viene, se tumba encima. A veces chutarse no es malo, no te enteras de lo mal que puede oler alguien, ni de lo poco que se siente su ínfima colita de niño pequeño. Hm. Parece que está muy contento, adiós gordito, buen viaje. Se la clavo e inyecto antes de que pueda reaccionar. Me lo quito de encima. Me coloco la ropa bien y estoy lista. Empujo al gordito fuera de la habitación y comienzo a gritar ¡está loco! ¡Está loco! Enseguida vienen otras y algún que otro. Soy un bien valioso para ellos, la gente protege sus cosas. Cogen al grandullón cincuentón y él arma una de la hostia, perfecto.
Mientras están intentando ver qué pasa me deslizo por la ventana. Bajo ventana a ventana hasta la escalera de incendios. Tan cerca. Un mal paso y a la mierda todo. Escucho gritar mi nombre. Me deben estar buscando, mierda. Gordito, ¿ni eso sabes hacer? Joder. Estoy cerca. Me apoyo en la escalera, me cubro entre bolsas de basura. Cuando bajan la guardia bajo como una leona y piso la calle. Piso la calle en semanas. Piso la calle. Corre. No mires atrás. ¡Corre!

...


Fuegos artificiales que se quedan en la memoria

Recuerdo los veranos de cuando era pequeño. Todo era más sencillo cuando era pequeño, supongo que eso nos pasa a todos. Menos preocupaciones, ¡más dulces! Uno podía correr sin cansarse y jugar todo el día para acabar durmiendo como un bebé. Recuerdo la casita de mi abuela en la costa. Era una costa pedregosa llena de colinas verdes y acantilados preciosos. Solíamos bañarnos cada mañana allí aunque el agua estaba tan fría que ninguno aguantaba mucho.
Me acuerdo que mi abuela me decía que yo era la niña más guapa que había visto en su vida y yo aprendí a hacerle caso a mi abuela. Especialmente recuerdo una noche, la noche de los fuegos artificiales.

Aquella noche fue mágica. Estábamos toda la familia en la playa viendo cómo el cielo se iluminaba de colores, cómo todo estallaba en formas y magia viva. Veía colorearse las caras sonrientes de mi familia. Hace años que no nos reunimos y mucho menos que somos felices juntos unos con otros... pero ese es otro tema. Esa noche fue realmente mágica, no sólo por los fuegos. Cuando se acabaron todos regresaron a casa a probar la cena mi abuela pero yo preferí quedarme un poco más. Fue entonces cuando lo vi.
Era un ratoncillo chiquitín, con una llama al final de la cola y unas orejas enormes. No era de un solo color, iba cambiando, como un fuego artificial. Mi abuela me había contado muchas historias de animales mágicos: serpientes marinas, árboles pastores, pájaros milenarios, peces de oro... pero nada sobre un ratón hecho de fuegos artificiales.
Me miraba curioso, yo no sabía muy bien qué quería así que se lo pregunté. El ratoncillo me miró boquiabierto, me cogió de un dedo y tiró para que le siguiera. Me quemó. Pero aún así quise seguirlo. Los niños son así de curiosos, supongo. El ratoncillo me señalaba el mar así que me metí y el subió a mi hombro y mi hombro comenzó a calentarse. Me señalaba que siguiera hacia delante así que seguí. Cuando ya estaba toda empapada y el agua me cubría casi por los hombros, saqué una mano y puse al ratoncillo en ella para que no se ahogase y comencé a nadar mar adentro en plena noche. Cambiaba al ratón de mano para no quemarme mientras nadaba y nadaba. Y cuando él consideró que ya era suficiente saltó al agua y vi cómo se deshacía poco a poco. Yo no entendía nada, ni lo haría ahora, pero sin darme cuenta comencé a nadar hacia a la orilla cuando escuché un silbido fortísimo, me giré y vi un estruendoso relámpago subir hasta las nubes y allí estallar en cientos de miles de colores diferentes. El mejor fuego artificial que he visto en toda mi vida. Te lo juro. De lo bonito que fue me puse a llorar en mitad del mar. Nadé corriendo hacia la costa para encontrar a mi familia atónita, el ratoncito seguía brillando en el cielo y nadie se dio cuenta de yo acaba de llegar a la playa.

Cuando nos estábamos acostando mi abuela se acercó a mi cama y me susurró "gracias por haber cuidado de mi amiguito, estaba enamorado de la Luna". Y me dio un beso de buenas noches.
Mi abuela era la mejor. 

Conociendo la vida de otro

-... después de quemar todas sus cosas nos sentamos un rato a recordarla. Hasta que amaneció. Cada uno se montó en su coche y cada uno tiró por su lado.
-Tuvo que ser duro.
-Lo fue, lo fue. ¿Alguna vez contaste cuántos demonios te persiguen? Esa noche yo pude contar uno menos. Habíamos hecho las paces con ella... y con el resto. Nadie era culpable. Nadie tenía que ser usado nunca más y por fin pudimos afirmar que ella descansaba en paz.
-¿Y no supisteis nada de qué fue lo que le pasó?
-No... aquel día fue el peor día de nuestras vidas. Cada uno estaba desbordado y ninguno nos acordamos de ella. Para cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde, un fallo respiratorio nos dijeron los médicos. Pero no nos dijeron por qué le dio o qué encontraron cuando llegaron al piso.
-Vaya historia.
-Ya lo creo. De esas para recordar. Aunque no para contarlas tomando un café con una completa desconocida, claro.
Ambas se rieron.
-Tú para mí ya no lo eres, dale las gracias a tu historia por eso.
-Cuando la vea se lo diré.
-¿A la historia?
-Sí, claro. ¿A quién si no?
-Tonta.
-¿Y tú qué? ¿Cuál es tu historia?
-No tengo historia, no todo el mundo la tiene. Algunos simplemente hemos vivido nuestras vidas sin más, haciendo lo que se supone que debemos hacer y esas cosas.
-¿Hemos?
-Hay más gente como yo. Gente sin historia.
-¿Eres una hoja en blanco?
-No sé si siquiera se puede escribir algo en mí.
-No seas tonta, mujer. Aventúrate un poco.
-Tranquila, tampoco es que quiera tener una historia.
-¿Por qué no ibas a querer?
-¿Por qué iba a querer una?
-Para vivir la vida, para guardar esos recuerdos, esas cosas tan mágicas que te hacen recordarte que estás vivo. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
-Sí... pero yo no soy así. Una flor... con una flor yo ya me siento viva.
-¿Qué tipo de flor?
-Cualquiera que huela bien.
¿Cualquiera, cualquiera?
-Sí, creo. O... no sé, mirar por la ventana. Soy más tranquila que tú, no soy de sobresaltos ni de grandes aventuras sobre una banda, una chica y los pactos esos que me contabas. Yo simplemente hago mi vida.
-¿Y no tienes curiosidad?
-¿Sobre qué?
-Vivir aventuras.
-Un poco, supongo. No es algo que... bueno, no es algo que piense mucho.
-Vale, pues mañana mismo te quiero con una maleta en la puerta de tu casa. Y tráete tu flor, ¿vale?
-¿Mi flor? ¿Qué flor?
-¡Tú espérame con una maleta! Yo me encargo del resto.
-Bueno, si quieres.
-Sí que quiero, bonita. Además... ya sabes, sólo nos quedamos la una a la otra.
-Para bien o para mal.
-Sí. Para bien o para mal...

Ambas miraron a sus tazas de café. Llevaban vacías casi treinta minutos. 

La leyenda de los cinco samuráis

"Cuenta la leyenda que cinco samuráis se suicidaron en el mismo lugar, a la misma hora, del mismo día, del mismo mes de diferentes años. No fueron años seguidos ni tampoco años lo suficientemente juntos en el tiempo como para que estos cinco samuráis hubiese acordado algo.

El primero, Tsunemoto Morikatsu murió en el año 1073, según los escritos, en el patio de su jardín, clavándose su espada en el estómago, realizando el conocido hara-kiri. De él sabemos que fue un maestro espadachín pero muy poco más.
El segundo en fallecer fue Fukunaga Rinya, en el año 1204. Era un maestro de la espada y un exitoso guerrero que consiguió honor y prosperidad para los suyos, aunque su figura sigue envuelta entre mitos y leyendas. Realizó el hara-kiri con su katana atravesándole el estómago en el entonces parque más atrás fue el jardín de Tsunemoto.
En el año 1356 el formidable guerrero Makunochi Akihiro acaba con su vida tras haber derrotado a toda un clan que asolaba las tierras de los suyos. De él sabemos que fue casi un mercenario y que luchó al lado de un guerrero de la familia Fukunaga que poco y nada tenía que ver con Rinya.
Un siglo más tarde, en el 1470, Togari Takuji se quita la vida de manera homónima. Togari Takuji fue fundador de varias escuelas de guerra y un maestro estratega además de ser un maestro espadachín, pero no sabe, al igual que los otros, por qué se quitó la vida.
El quinto, y quizá más interesante caso, samurái que se quitó la vida fue Saotome Atsuo. Fue el único en dejar una nota junto a su cuerpo inerte. Saotome, al igual que el resto fue un gran maestro de la espada y aunque fue más una espada a sueldo se le considera entre clanes samuráis como uno de los grandes samuráis de la historia. Su nota decía "Para cuando el mundo nos necesite, aquí yacemos, los grandes guerreros de la historia, unidos en amistad, esperamos".

¿Qué podrá significar todo esto? Tenemos con nosotros al profesor de historia oriental de la Universidad de..."

Apagó el televisor, recogió su katana y se dirigió al descampado que hay detrás de la casa de sus vecinos, llevaba varios años esperando el momento adecuado en el que hacerlo. Y es que cuenta la leyenda que un grupo de guerreros inmortales vive tras el velo de los mortales, estos guerreros disfrutan de sus glorias y sus reencarnaciones, pero sobre todo disfrutan en el fragor de la batalla luchando como uno solo para luego retirarse una vez más, tras el velo, para volver cuando se requiera de su fuerza una vez más, para proteger lo que es justo y humano, por la gloria y el honor, por el deber que tiene todo guerrero para con el mundo.


Las manos que se ensucian

-Soy lo que muchos no quieren ser. Hago el trabajo que muchos no quieren hacer. Veo las cosas que nadie quiere ver. Soy las manos que se ensucian. Tan simple como eso. No es personal, es mi trabajo.
-¡Pero no puedes volar todo el edificio así porque sí!
-¿Qué me lo impide? Nadie excepto usted sabe que estoy aquí y nadie excepto usted sabe que la bomba está en su mismo despacho. Es una pena que alguien que lleva siguiendo el rastro de los míos muera en mis manos, y digo que es una pena porque muchos claman por su cabeza y al final el premio me lo llevaré yo, alguien a quien nunca perseguiste. Lo cual me ofende un poco.
-Deja que al menos los inocentes se vayan. No puedes ser tan desalmado.
-¿Desalmado? En este edificio sólo vive escoria que nadie recordará. Estoy viendo cada una de las cámaras que dispusimos en este edificio y sólo veo basura humana de la que todos nos beneficiaremos si alguien se deshace de ella.
-Hijo de puta.
-¿Qué ha dicho, agente? No le he oído.
-He dicho que eres un grandísimo hijo de puta.
-Oh, me alaga. Guárdese los cumplidos para usted. Yo sólo estoy haciendo mi trabajo.
-¿Y por qué me cuentas todo esto? ¿Por qué inmovilizarme y hablarme a través del ordenador?
-No me gusta que la gente muera injustificadamente. Me gusta que conozcan las razones por las que van a dar sus vidas. Verá, agente, si les avisase y les dejase marchar nadie se creería que este edificio se cayó solo. Habría investigaciones, habría pruebas, y sería todo mucho más caro de lo que es. Mis clientes quieren que sea lo más natural posible, unas vigas viejas, unas inspecciones que este edificio no ha pasado desde hace años, una caída inevitable. Y entonces el teatro comienza su función. El alcalde dirá que siente las pérdidas de las víctimas y que a partir de ese día se tomarán medidas para que esto no vuelva a ocurrir cuando en realidad no hará nada y ha recibido un maletín para que mire hacia otro lado. La policía que venga a investigar el caso serán agentes dobles que trabajan para mi cliente así como los bomberos, cada superviviente que encuentren será silenciado. Los médicos forenses atrasaran el papeleo para poder entregar los órganos que se puedan recuperar a otro cliente mío. Otro cliente más se alegrará al saber que usted queda fuera del mapa aunque en los medios dirá que siente mucho la pérdida de un agente tan bueno como usted. Por cierto, este es su despacho personal, por lo que está de servicio. ¡Alégrese! Será enterrado con honores. Y asistirán muchas de las personas que han orquestado esto.
-¿Y qué pintas tú en todo esto?
-¿Yo? Soy el brazo ejecutor. Si alguien mete sus narices en esto y acaba dando conmigo no tendrá ningún móvil porque no conozco a nadie de los implicados, ni a mis clientes ni a ti, ni siquiera conocía este barrio. Te veo muy estoico, agente. Vaya sangre fría tienes.
-Me niego a que me veas de otra forma, monstruo. No tenéis ni un solo ápice de humanidad.
-No.
-Sois un cáncer para este planeta. Si no soy yo otro acabará con todos vosotros.
-Uy, qué miedo.
-¿Por qué este edificio?
-Porque uno a uno, de una manera u otra, todos los edificios de la manzana serán obtenidos por mis clientes para tener una posición estratégica para sus corporaciones. Pero ya es igual para usted. La hora le llega. Llámeme como quiera, es el momento. Yo mientras voy a dar mi comunicado por los altavoces que coloqué personalmente por todo el edificio.

<<Atención. El edificio donde se encuentran será demolido en apenas unos segundos. Es inútil correr, es inútil esconderse. Todo el edificio ha sido sellado. Siéntase orgullosos porque con su sacrificio ayudan a construir un mundo mejor. Buenas noches.>>

<<5>>

<<4>>

<<3>>

<<2>>

<<1>>

<<...>>

El "brazo ejecutor" se reclinó en su silla, dio una calada tan larga que acabó su cigarro, cerró el ordenador. Se levantó, se estiró. Apagó todas las luces de la casa y regó las plantas. Sacó del cajón de la cocina varios frascos de pastillas. Cogió una cada uno de ellos y se las tragó con una infusión.
Se preguntaba si le pagarían extra esta vez y trató de no recordar que con estas ya eran doscientas treinta y ocho almas de las que era responsable. Se metió en la cama y se preguntó si la gente que le paga también cuenta sus responsabilidades Antes de dormirse se hizo una pregunta más: si ellos serían capaces de dormir por las noches sin drogarse tanto. 

Carta de un loco a un sueño


Los sueños son algo muy delgado, son finos y frágiles. Aunque inflados lo suficiente pueden hacerte volar más que ningún globo que encuentres. Hay que cuidarlos con mucho mimo para que no caigan en el olvido. Hay que leerlos cada noche como un manual de instrucciones.
Como el sueño de estar leyéndole un cuento a un niño y que el niño ría, sonría y duerma feliz. O soñar contigo y verte a través de la ventana. Encontrarte entre la noche y el día y acogerte en mis sábanas. Me acuerdo de ti tanto.
Cómo no hacerlo.
Me gustaría escribirte una canción aunque no sé cantar. Me encantaría descubrir al animal más adorable del planeta y darle tu nombre. O volar en globo por tus pensamientos. Me encantaría ser tus manos por un día para que veas de lo que soy capaz o ser tu vecino para invitarte a cenar. Quisiera ser pirata para darte mi mapa del tesoro y sería un placer batirme en duelo con un oponente tan fuerte como tú. Pistolas al amanecer. ¿Te acuerdas?

Sueño con los días en los que supimos que el otro existía. Ya sabes. Cuando eramos pequeños. Hiciste que tuviera una infancia genial, ¿hice lo mismo? Nunca supe nada de cómo me veías tú, ni de cómo me ves. Sí sé que te encantó cuando me hice pasar por un muñeco de nieve en el jardín de tu abuelo o que te reíste cuando me caí de cara de aquel columpio. Recuerdo las bolsas de chucherías que nos compraba mi abuela y cómo te gustaban los tiburones de gominola. Siempre te daba los míos. Lo que hace soñar. Me pregunto qué habrá sido de ti, si siquiera llegarás a leer esto, si te gustaría leerlo. Si te has alegrado al mirar el dorso del sobre y encontrarte mi nombre en él. Supongo que es lo que menos esperas.

Yo te he esperado, ¿sabes? Esperé cada día que cumplieses tu promesa. Me dijiste que algún día me sacarías de aquí y me llevarías por todo el mundo. En sueños. En persona. En vida. En muerte. Te esperé y te espero. Nunca perdí la esperanza en tu mirada, en tus sonrisas, en aquella manera que tenías de acariciarme. Miro las estrellas y veo aquel día que me cogiste de la mano y me diste mi primer beso, aunque dijimos que eramos amigos. Y no podría querer a otra amiga más que a ti.

Por favor, si te llega esta carta, escríbeme de vuelta.
La estaré esperando con una sonrisa.

Te quiero.
Jorge.


...


-Es la tercera que manda en un mes. ¿Desde cuándo las escribe?
-Desde que entró aquí.
-¿Y no pone ni dirección ni nada?
-Sí... él dice que las mandemos allí pero esa dirección no existe.
-Vaya...
-Y lo peor es que no tenemos ni idea de quién es, ningún familiar suyo lo sabe tampoco.
-¿Y en el dorso qué pone?

de la Huerta González, Jorge.
Hospital Doctor Rodríguez Lafora
Carretera de Colmenar Viejo, Km 13
28049, Madrid.

-¿Habéis probado a enviarlas?
-Sí. Sin respuesta, correos nos las devolvió.
-Pobre... ¿por qué no se lo decís?
-Le partiría el alma en dos.
-Pensar que un sueño puede cortar a alguien en dos...


Anécdotas de bar

-La conocí en un viaje. Imagínatela, pelo largo y verde, ojos grandes como embalses, sonrisa pícara, era perfecta.
-Eso de cuando fuisteis a la montaña, ¿no?
-Sí. Nos conocimos en el autobús de ida, son muchas horas al lado de alguien que no conoces y a quien siempre acabas conociendo. La cosa es que me miraba siempre sonriente y vergonzosa, parecía una niña pequeña. Era verdaderamente adorable.
-¿Te la llegaste a tirar?
-Sí. Bueno, creo.
-¿Crees?
-Ya llegaré a esa parte. Una vez en la estación nos dimos el número de teléfono y nos prometimos un café o una cerveza juntos. Y pasaron los días, yo estaba viendo a mis primos, ya sabes, y ella... la verdad es que no sé a qué había ido ella. Bueno, pasaron los días y no me llamaba y no me llamaba. Yo tampoco lo hacía. Y una noche de borrachera se me ocurrió llamarla, estaba esperando mi llamada porque le daba vergüenza llamarme, me dijo que había pensado en mí cada día y tal.
-¿Y qué hiciste?
-Ir a su hotel de cabeza, medio ido y después de potar un par de veces y tomarme un paquete de chicles de menta.
-¿Qué hizo ella?
-Me vio apoyado en su puerta imagino que con la peor cara del mundo y me acogió. Me tumbó y no recuerdo mucho más. Por la mañana estábamos los dos desnudos en su cama y ella apoyada en mí, sonriente. Imagino que lo haríamos porque yo también estaba muy contento pero no recordaba absolutamente nada. La cosa es que me levanté con una resaca de caballo. Me vestí y me fui a comprar unas aspirinas. Y, aquí lo raro, cuando volví al hotel ella no estaba. No en la habitación, ella no estaba en el hotel. Ni registrada ni nada. Ni tenía un cuarto ni nada.
-No jodas.
-Te lo juro.
-¿Y no sería que te habías tirado a alguien que no era ella?
-¿Entonces por qué por la noche me dijo por el móvil unas direcciones que no eran las suyas?
-Ya, claro.
-La cosa es que luego la vi en la terraza de una cafetería y ella no me reconocía de nada. Ni del autobús ni nada. Monté una...
-Tío, eso es muy raro.
-Ya. Y no sé qué coño será ella, ¿te imaginas que es una bruja?
-Sí, claro, para que digas por ahí "me he tirado una bruja".
-Venga, chin-chín. Por los buenos amigos.
-Por los buenos amigos.

Comida Rancia

Era la hora de comer, toda la familia se reunía alrededor del mismo tonel y prendían fuego a unas brasas en su interior. Con el se calentarían, secarían de las lluvias de la mañana y cocinarían la comida que hubieran podido capturar aquella mañana. En la familia había una pequeña niña de pelo largo y negro y piel pálida. El invierno nuclear no deja mucho espacio para divertirse pero esta niña se hacía amiga de todo lo que encontraba: ladrillos sueltos, piedras con alguna forma graciosa, las pocas plantas que encontraba e incluso siempre llevaba una pequeñita ratoncita encima a la que llamaba Elioth El Intrépido de las Montañas del Horizonte Avecrem III, o Eli para acortar.
Estaba preocupada, la familia no le dejaría tenerlo y sólo su madre sabía el secreto. En la familia toda comida es bienvenida y la comida animal es escasa, más escasa es la comida animal viva. No dudarían en repartírselo por poco que aquello fuera. Eli recordaba cuando se comieron a unos viajeros perdidos, sabía que la familia haría lo que fuera por comer comida viva.

Pasó un año y ella ya había cumplido los trece años, avanzada edad teniendo en cuenta que la esperanza de vida en el invierno nuclear era escasa. Una noche decidió huir de la familia mientras dormían y había cambio de guardia. No le fue difícil teniendo en cuenta que se conocía todo el territorio como se conocía cada palabra de su único libro: Alicia en el País de la Maravillas. Cuando cruzó el umbral del territorio de la familia se sintió como Alicia cayendo por el agujero. Era todo nuevo, veía un horizonte nuevo, veía casas al fondo y muchas ruinas. Paisajes totalmente desolados y nevados. Paisajes que nos darían pánico pero ella, que no conocía otra cosa que el yermo y la incivilización, se sentía feliz y curiosa.
Llevaba a Eli en su cinturón, en una jaula china para grillos que le regaló su madre. Era toda la compañía que necesitaba para comenzar su nueva vida, pero sabía que tendría que irse aún más lejos, sabía que la familia la buscaría y ya sabía lo que hacían con los traidores: comida.
Llegó al poblado desolado, las casas quemadas hacía años que no humeaban y las mayoría se habían caído o se habían convertido en pura ceniza. En mitad de una calle vio a una zorro luchando por librarse de un cepo. Lo único que se le ocurrió fue salvarlo al instante pero escuchó un ruido detrás suyo. Eran pisadas en la nieve. El zorro aullaba a la chica pero ella tenía la sangre helada y se había hecho un ovillo en una de las casas cercanas. Escuchó:

-¡Cariño! ¡Ya tenemos cena! Y juraría que esto son pisadas de persona.
-No hay personas por aquí.
-Lo sé, es lo que me extraña... Hm... ¡Eh! ¡Sean quien seas! ¡Sal! ¡No te haremos daño! ¿Quieres cenar con nosotros?

A la chica le parecían personas amables, dudaba si salir o no. Tenía mucho miedo y mucha hambre. ¿Y si la reconocían como parte de la familia y la mataban en venganza? ¿Y si comen personas? ¿Y si se comen a Eli? No podía arriesgarse.
Escuchó como unas botas entraban en la casa donde ella estaba. Se había encerrado en un armario, escuchaba la madera quejándose mientras la recorrían esas pesadas botas de montaña.

-¿Hola? De verdad. No te haremos nada. Buscamos gente para construir un pequeño poblado, uno libre de tanto loco y tanto caníval.

¿Qué haría Alicia? Se preguntaba la chica. Ojalá pudiera hacerse gigante y huir de allí corriendo, ojalá. Los pasos se acercaban.

-Hm... ¡Ven cariño!
¿Qué ocurre?
-Las huellas llevan hasta ese armario. Prepara las cosas.
-Sí, enseguida.

¿Qué cosas? ¿Qué iban a hacer? Nadie se arriesgaría a tener una boca más que alimentar, no. Iban a matarla, estaba segura. Quizá si dejara escapar a Eli podría huir mientras ellos tratan de atrapar a la ratita. O dejar a Eli para que solo tuviera que morir ella y la ratita podría vivir en paz. ¿Qué hacer? No pudo elegir, la puerta se abrió. Vio una mirada tuerta muy abierta, una barba gris y revuelta, un hedor avinagrado venía de aquel hombre.

-Así que tú eres la pequeña ratita. ¿Por qué no nos hiciste caso? Decíamos la verdad, sólo queríamos cuidar de ti.
-Me... ¿M-Me conocéis?
Él miró detrás suyo, por encima de su hombro, miró a una bella y anciana mujer que miraba con ternura a la niña.
-No, pero supimos que las pisadas eran de niño o... en este caso, niña. Me llamo Lunes y ella es Domingo. ¿Cómo te llamas tú?
-Me... Me llamo Trenza.
-Ven con nosotros, Trenza. Te trataremos bien, ¿vale? Tenemos otros niños en el poblado, niños como tú. ¿Hm? Esa marca en tu mano...
Ella se quiso apartar la mano para que no la viera pero Lunes le había agarrado el brazo.
-Es la marca de la familia, ¿verdad?
La mujer, Domingo, se llevo las manos a la boca, sorprendida y asustada.
-S-Sí. Me escapé de allí.
El hombre torció su mueca, no sabía cómo se sentía, ¿enfado, rabia, tristeza, miedo?
-¡VETE! ¡VETE DE AQUÍ! ¡CORRE TANTO COMO PUEDAS PERO VETE! Nunca nos has visto, ¿de acuerdo? ¡Corre!
Lunes y Domingo salieron corriendo. Trenza se quedó de piedra, sentada en el armario, durante un buen rato, sin pensar realmente en nada, tan sólo... quieta. Con la mirada perdida. Asimilando qué acababa de pasar.

Aquí comenzaría el viaje de Trenza y Eli

Las Aventuras del Detective Privado #14

Hay mucha gente que hace locuras, supongo que son esas locuras las que nos hacen humanos. Se cometen locuras por amor, por ambiciones, por sueños. También cuando no te quedan opciones. La desesperación es un potente arma creativa. Teme a quien no tenga nada que perder, dicen.
Me encontraba siguiendo la pista de un maleante, soy detective privado y una de las pocas cosas que logra que esta ciudad no se caiga a pedazos, el maleante se hacía llamar Mr. Roboto. Le gustaba aquella pegadiza canción, o eso pensaba yo.
Logré rastrearlo hasta su guarida donde encontré algo que no esperaba. Su guarida estaba debajo de un bar de de hippies y fumadores de crack. Perfecto escondite para hacer lo que a uno le venga en gana. Mr. Roboto había estado reuniendo durante años una gran cantidad de recursos para hacer realidad su plan: lograr alcanzar la inmortalidad.
Locura, ¿verdad?
Eso pensé yo. Revólver en mano me infiltré en ese sótano y descubrí sus intenciones. Había estado haciendo experimentos con seres humanos, experimentos que no me siento orgulloso de ver. Solo eso le bastaba para la perpetua, a saber qué otras extravagancias había logrado con sus medios. Me sorprendía que él no estuviera a esas horas de la madrugada por lo que le esperé como un felino espera a su presa entre los matorrales de la Sabana africana.
Cuando llegó, vi que arrastraba un saco. Era un hombre corpulento, de bajo porte y su cara no inspiraba ninguna confianza pero aún así parecía un pringado, no alguien con suficiente fuerza de voluntad como para asesinar y secuestrar a tantos indeseables de los que nadie se acordaría y con los que poder realizar sus monstruosos experimentos.
Esa era mi oportunidad para atraparlo, pero sentía curiosidad. Quería saber qué se proponía a hacer con el contenido del saco. Lo dejó sobre una mesa larga y allí lo deshizo. Vi que se trataba de una hermosa mujer y una que aún estaba viva, pero no lo suficiente como para resistirse. Mi sentido de la justicia hizo que saliese de un salto de mi escondite, arma en mano y gritase:
-¡Alto ahí, Mr Roboto! ¡Se acabaron tus días de científico loco!
-¡Pero si es mi archi-enemigo! ¡El detective privado! Y veo que no viene solo.
-Ehm. Sí, sí vengo solo.
-Ah. Pues veo doble entonces.
-Pues será eso.
-Uy qué mal.
-¡Detente, villano! ¡No muevas ni un solo dedo! Quedas detenido por homicidio y secuestro de esta preciosa dama.
La dama estaba en un estado semi-inconsciente por lo que no sé si se percató de mi cumplido. Esperaba que sí.
-Detective privado, no esperarás que cogerme sea tan fácil, ¿verdad? ¡Aún tengo un par de trucos en la manga!
Mr, Roboto se quitó la camisa para descubrir un torso lleno de rostros retorcidos en agonía.
-Ayuda.
-Por favor...
-Ayuuuda...
Decían entre muecas de indecible dolor.
-Te unirás al resto de mis víctimas y me entregarás tu vida, detective privado. Y así viviré para siempre.
El maleante comenzó a reírse como sólo un malvado haría. Cuando vi a la doncella levantarse de la camilla y de una patada lo dejó en el suelo, inconsciente.
-Vaya, eso sí que no me lo esperaba, preciosa. ¿Dónde aprendiste a pelear así?
-Doy clases de kick-boxing por la noche en un gimnasio no muy lejos de aquí. Este cabrón me pilló desprevenida con cloroformo. Pero se ha ganado su merecido.
-En efecto, querida. La policía está en camino, pronto estará entre rejas así que... ¿qué te parece si tú y yo vamos a tomar algo?
-Me encantaría cenar algo, detective privado, estoy hambrienta... ¡Creo que empezaré por ti!
La profesora de kick-boxing se transformó en una bestia voraz y peluda, saltó con sus grandes fauces hacía mí, pero supe esquivarla en un instante y logré acertar una bala en su cráneo lo que la dejó muerta, en el suelo.
-¿Qué diablos era eso?
Dije para mí. No esperaba que Mr Roboto lo escuchase y mucho menos que respondiera mientras se incorporaba.
-Eso, mi querido amigo, era una mujer bestia de los campos del este.
-Qué diantres es eso.
-El mundo más grande que esta ciudad, Sheriff, te vendría bien recordarlo. Tú no eres más que un personaje estereotipado de una novela detectivesca pulp.
-¿Y qué diantres eso también?
-Que no existes, detective. Eres un arquetipo.
Y así, sin apenas poder hacer nada para remediarlo, la historia se acabó, pues concluiría en el siguiente número de la serie Las Aventuras del Detective Privado, y yo me quedé atrapado entre estas líneas que parecían haberse escrito una y otra y otra vez. Inmortal o, al menos, hasta que el lugar donde estén escritas arda y la lluvia de esta aciaga ciudad deshaga las cenizas.
Una noche más, para un detective privado.

Lo que se hace por amor

-Me fascina tu fragancia, realmente me fascina. No tu perfume, no... nada tan comercial. Me fascina tu fragancia natural. Cómo huele tu piel. Cómo huele tu cuerpo. Cómo hueles, querida.
-¡Déjame salir, puto loco!
-Tranquila, mi amor, en cuanto logre desarrollar tu fragancia te dejaré ir. O no. Ay, ya lo veremos, ¿vale, cielito?
-¡Hijo de puta! ¡¡Ayuda!! ¡¿Alguien me escucha?!
-Tranquila, estamos tan lejos que nadie puede molestar esta cruzada tan preciosa por la fragancia del amor. Y ahora, quédate quietecita mientras te doy un tranquilizante.
-Los cojones voy a quedar... me...
-Es un pulverizador, cariño, no creas que voy a pincharte ni nada de eso. Ay, qué tonti que eres, cielito. Mírala, que bonita es cuando duerme. ¡Qué bonito es el amor!

Un mes y medio después el doctor había conseguido sintetizar una pequeña muestra del olor natural de la muchacha. Ambos se encontraban en un antiguo caserío propiedad de él. Estaba aparentemente abandonado por lo que a nadie se le ocurriría mirar allí dentro, además, la policía no buscó demasiado a la muchacha. Tampoco había quien les presionase a hacerlo. Por lo que al estado respectaba, una muchacha desapareció, se la buscó durante una semana y se la dio por muerta. Y a otra cosa mariposa. Qué bonitas las mariposas, ¿no creéis?

-¡Despierta, cariño! ¡Lo he conseguido! ¡La primera muestra de tu fragancia!
-¿Eh...?
-Conseguí descubrir los elementos moleculares de tu fragancia y sintetizarlos en el laboratorio para luego juntarlos y... ¡TARÁ! ¡Es tu olor embotellado cómodamente en un botecito de perfume! ¿Quieres probarlo? Sería redundante, como llevar una máscara de ti misma. ¿Qué te parece? ¿No es genial?
-Déjame salir... por favor... por favor... quiero irme a casa...
-La verdad es que ahora que tengo esto no te necesito para absolutamente nada. Lo que me lleva a pensar... ¿te quise alguna vez? ¿O me enamoré de tu aroma?
-Me da igual... déjame ir a casa, por favor...
-Esto me hace pensar. ¿Nos enamoramos de las personas? ¿O nos enamoramos de las características de esas personas? ¿Si yo sintetizase una persona entera de la que alguien estuviese enamorado lo estaría también enamorado de mi persona sintética? ¿Sentiría el mismo amor por ambas? ¿Es el pasado conjunto lo que crea al amor? ¿Tú que crees, amor?
-Yo qué sé... déjame ir...
-Quizá todo lo que hemos pasado juntos, todo lo que hemos hecho para conseguir tu fragancia... ¿Todo fue por mi amor hacia una fragancia y no hacia ti? ¡Oh! ¡Cariño! ¡Lo siento tanto! ¡Cómo pude estar tan ciego!¡Te sentirás traicionada y humillada! ¡Este hombre que me quería tanto en realidad no me quería tanto como decía! ¡Ultraje! ¡Osadía!
-Que me da igual... deja que me vaya, por favor...
-Cariño, sé que la vida es dura. Lo siento, de veras. Todo por nada. ¡Todo por nada! No para mí, claro, yo ya tengo al amor de mi vida. Mi pasión, mi inspiración. Esta fragancia tan maravillosa. Tú ahora no tienes nada. ¡Nada! Y eso me entristece el alma, cielo mío. Hace que crezcan nubarrones en mi horizonte verte tan triste y dolida.
-Tío, que me da igual. Que me dejes ir. ¡Ya no me necesitas, no me quieres! ¡Pues muy bien! ¡Me voy y problema resuelto!
-¿Qué puedo hacer para calmar este dolor que atormenta tu alma? ¡Qué hacer para superar esta traición tan osada! ¡Oh, la humanidad!
-¡Que me deje ir, loco de los huevos!
-¡Ya sé cómo resolver nuestros problemas, cariño! ¡Crearé un perfume con mi fragancia para ti! ¡Porque aunque el amor de mi vida sea tu olor y no tú, yo te sigo queriendo, amor mío!
-No... tío, no...

Y así pasaron otros dos meses. El doctor por fin lo logró, creó su propio perfume. La chica, aunque comía, se había desnutrido y había perdido toda esperanza y rastro de humanidad. Parecía más un cadáver que un ser vivo mientras que el doctor cada día que pasaba se retorcía más en su psicópata ambición.

-¡Cariño! ¡Lo he conseguido!
-¿El qué?
-¡He sintetizado mi propio aroma!
-Hurra.
-Sabía que te alegrarías. ¡Ay, cómo te quiero! Ahora tú podrás ser libre de amarlo y dejarme ir, a mí, el hombre que traicionó. ¡No llores por mí! ¡Te amo, pero has de pasar página, pues he sido un hombre malvado e infiel!
-¿Podré salir?
-Haré mis maletas y me iré. No te merezco, y te deseo toda la felicidad del mundo, mi amor.
-Eso es que no.
-¡Oh, la humanidad!
-Eh, puto loco. Si te vas me quedaré encerrada. Moriré de hambre.
-Cierto. ¡Qué dilema! La vida siempre nos pone a prueba, ¿verdad?  Siempre nos pone retos que superar, retos que nos hacen más fuertes. Como cuando rompí tu corazón o como cuando no podía encontrar el modo de repararlo. ¡Hemos pasado tanto juntos!
-Sí. Mucho. Abre la jaula.
-Y ahora la vida nos pone un bache más, uno que tendremos que pasar juntos, cariño mío. ¡Dejarte aquí con bajas probabilidades de supervivencia o dejarte marchar con bajas probabilidades de felicidad para ti! ¡Oh! ¡El dilema! ¡La filosofía! ¡La aventura!
-No, de verdad que seré feliz si me dejas salir.
-¿De verdad?
-Sí, es lo único que quise desde que me trajiste aquí. Que me dejaras ir.
-¿En serio?
-Sí.
-¡Cómo rompes mi corazón ahora que estábamos tan cerca de ser ambos felices! ¡Cómo un ser humano puede ser tan cruel! Cómo me haces esto...
-No, o sea, no quiero hacerte daño. Quiero irme.
-Ya es tarde. Ya me hiciste daño. ¡Cómo! ¡Cómo has podido!

Tres meses después ella estaba terminando de rehacer su vida. Escribió un libro con todo lo que le había ocurrido. El estado la indemnizó y premió su valor, asimismo se trasladó a otra ciudad y sonreía cada mañana cuando respiraba el aire fresco y miraba el cielo azul que lo acompañaba. El cielo olía tan, tan bien. Hay aromas tan bonitos. 

La hamaca

-Eh, deja las pajas un momento y ayúdame con esto.
Asintió resignado, sabía que no le quedaba otra.
-¿Qué haces con esa... red?
-Es una hamaca, gilipollas, ayúdame a colgarla.
-¿Por qué pones una hamaca en el salón?
-¿Por qué te haces pajas en el salón?
-Vale.
En cuanto la colgaron ella se tumbó y comenzó a balancearse mientra tocaba el ukelele.
-¿Tienes que tocar eso ahora?
-¿Cuándo quieres que lo toque?
-Es igual, déjalo, me voy a dar una vuelta.
-Pásalo bien.
Ya era de noche, así que fue a casa de Tomás, un amigo suyo, les gustaba jugar al póquer de madrugada.
-¿Tomás? ¿Estáis ahí?
Parecía que no había nadie. ¿Cuándo había empezado a llevarse así con ella? ¿Desde cuándo se llevaban tan mal? ¿Y la hamaca? ¿Para qué coño la quiere? Simplemente pensó: "ay... mujeres" y se fue a caminar por la ciudad.
-Eh, señor, ¿tiene cambio?
-¿Cambio para qué?
-Para comer.
-¡Ah! Un mendigo, ¿no?
-No es una etiqueta que me guste tener, señor.
-Pues me sentaré un rato contigo.
-Claro, por qué no. Póngase cómodo.
-Espera, mendigo, traeré unas cervezas.
-Como quiera, ¡pero me llamo Carlos, no mendigo!
Volvió con un pack de seis, frío, del súper de al lado.
-Ten.
-Gracias, señor. ¿Por qué hace esto?
-Porque me apetece. ¿No te gusta la cerveza?
-No es eso, me encanta. Pero... es raro, ¿sabe? Nadie nos tiene demasiado en cuenta.
-¿A quiénes? ¡Ah! A los mendigos, ya.
-Le digo que me llamo Carlos.
-Sí, lo que sea. ¿Qué es lo que llevas puesto? ¿Un albornoz?
-Exactamente.
-¿Y eso?
-Porque es calentito y abriga. Las noches aquí son muy frías, ¿sabe?
-Entiendo...
-Y además está la lluvia que a veces es malvada con nosotros, Te puede llegar a helar la sangre cuando quiere. Nosotros nos solemos juntar todas las noches en el mismo callejón, es un lugar al que ya llamo hogar, ¿entiende? Somos pocos, pero nos ayudamos. Eso debería ser un hogar.
-Ahá.
-Está Bea, Luis, Montalvo, González... eh... también están Laura y Herrera. Somos una pequeña familia. Todo lo que ganamos lo juntamos para poder cenar juntos, compramos lo más barato y cuando los súper están cerrando entonces es cuando nos dejan porque no hay clientes y es entonces y sólo entonces que les da igual que entremos. Si entrásemos por la mañana nos echarían a patadas como si tuviéramos una enfermedad. Pero menos mal que nos tenemos los unos a los otros, ¿no cree?
-Supongo que sí.
-Además, casi todos hemos dejado de fumar lo que supone un gasto menos. Y luego está el tema de los de servicios sociales. Uy, no me tire de la lengua con esos mentecatos. Al menos hay gente buena como usted que nos escucha. Muchas gracias, señor.
-Será mejor que me vaya.
-¿Ha escuchado algo de lo que le he dicho?
-No realmente. Pensaba en mis cosas. ¿Se folla mucho siendo mendigo?
-¡Señor! ¡No es una elección! ¡Y no es una etnia ni un nada!
-Pero se folla mucho o no.
-Eso es privado, buen señor. Tenga buena noche. ¡Adiós!
-Joder, qué borde el vagabundo.
Y así, resignado, volvió a casa, donde la encontró desnuda encima de la hamaca.
-¿Para esto la querías?
-Ven, sube.
Y esa noche ambos aprendieron lo incómodo que es hacerlo en una hamaca.

A veces a los narradores nos toca narrar estas historias sin fondo ni objetivo, donde ningún personaje aprende nada, moralmente hablando. Historias perdidas que no sirven para nada, pero donde algo ocurra alguien lo tiene que narrar, por idiota que aquello resulte. Una pena, la verdad.
¿Por qué crees que te has levantado esta mañana? ¿Por qué tenías cosas que hacer? No, porque alguien lo narró. Pero se tiende a ver a los narradores como contadores de grandes épicas, hazañas y lecciones, porque es lo único que interesa escuchar realmente. Pero, la verdad sea dicha, todo es narranable y de todo se puede sacar una lección.
Así que ya sabéis, no hagáis el amor en hamacas, ya no sólo porque es incómodo sino porque te puedes caer y hacerte mucho daño.
No creo que Esopo estuviese orgulloso de esta moraleja, pero oye, a él sólo le tocaban las historias buenas. 

Mi amigo mudo ya no está

¿Habéis conocido a alguien mudo? Yo sí. Era un gran amigo. Era... creo que era mi mejor amigo. Ha muerto esta noche. Y aquí estoy, en la azotea del hospital donde murió. Con una cerveza. No sé qué sentir. El pobre estaba aterrado, no quería dejarnos. No quería dejarnos solos. ¿Imaginas lo que debe ser eso? Saber que vas a dejar solos a todos tus amigos. Que vas a dejar sola a tu mejor amiga. 
Estúpido. 
El miedo que nos daba a nosotros dejarle solo... Isquemia intestinal tenía. Tuvo. Joder, esto es muy raro. No puedo aceptar que hace quince minutos estuviera aquí y ya... no. Como si se hubiera desvanecido. ¡Puf! ¡Y ya no está! Joder. No. No es justo. Pero también, ¿qué coño espero? ¿Trompetas y un coro? Se sentía cansado... se durmió y no... no despertó. No tuvo últimas palabras siquiera, era mudo. Nos dijo con las manos, "¿estaréis cuando despierte?". Claro, le dije. Claro que lo estaremos. ¿Por qué no despertaste, cabrón? Podrías haberlo hecho. Podrías no habernos hecho llorar. Nos dijo que gracias por haber venido. Que gracias por todo lo que hemos hecho por él. Idiota, como si eso importara. Al final no importa lo que haya hecho por ti... Importa cómo nos cambiaste, estúpido. Cómo me hiciste sentir querida y cómo lograste que no me sintiera sola nunca más. ¡¿Qué vas a hacer ahora, eh?! ¿Cómo vas a hacer que no me sienta sola? Cómo voy a hacer que no te sientas solo allí arriba... 

Le encantaban las estrellas, ¿sabéis? Bueno, le gustaba todo aquello que no hiciese falta hablar para disfrutarlo, Era un vago también. Miro a las pocas estrellas que me deja ver esta ciudad, me pregunto... me pregunto si estarás entre ellas. Si me verás desde ahí arriba. Si me juzgas. Si crees que podría haber hecho algo. Si hice bien. Si pude haberlo hecho mejor. Si estuviste contento conmigo. Si esperabas algo más. Si fui suficiente. ¿Por qué te has tenido que ir? 
¿Te acuerdas de aquella vez que nos pusimos a lanzarnos tartas? Fue la primera vez que te escuché reír. Era una risa ahogada, al principio pensé que te había asfixiado con la nata, pero vi tu cara y supe que reías y la risa de un mudo es un regalo. Idiota... Llevo su abrigo, quiero llevarlo siempre. Era mi amigo. Era Mi amigo. Fue... mi amigo. 
No esperéis que esto sea una historia con final feliz, no. Él no está y yo estoy... no sé cómo estoy. ¿Triste, enfadada, aliviada, ida? ¿Qué espero? ¿Una señal? ¿De qué? ¿De que acuerda de mí? Yo me acuerdo de él. No me voy a olvidar. Ni de coña. No. No me voy a olvidar. 

Era mi amigo y ya no está. Y estoy como en un mal sueño. Y hace frío, las luces de la ciudad me atontan y el ruido del tráfico me acompaña. Su abrigo me da calor y su recuerdo... Su mirada... 
Me alegro de... al menos, haberme podido despedir de él. 
¿Qué me cabe esperar?

Brujos novatos

Era una noche como cualquier otra, en las afueras de una ciudad cualquiera, en el sótano de la tía de un adolescente cualquiera.

-¿Seguro que deberíamos estar haciendo esto?
-¿Tú quieres follar o no?
-Sí, claro. ¿Pero no hay otra manera?
-Supongo que sí, pero vamos a hacer esto, ¿vale?
-Bu-Bueno... vale.

Y así, con velas en la mano y delante de un círculo iluminado con aún más velas y pintado con la sangre de una morcilla que compraron esa misma tarde en un supermercado cercano comenzaron a realizar los cánticos de invocación. A jugar con fuerzas que están más allá de la comprensión humana.

-¡Estoy comenzando el Ritual del nuevo poder! Invoco a los niveles ocultos de testigo. Declaro así mi intención: ANKAR YOD HAY VAW HAY.
-No sé si esto va a...
-¡Chst! Empiezo a tomar impulso, a dejarme llevar y a liberarme de todas las tracciones de mi cuerpo. ¡Te invoco a Ti, poderoso Arzel, que estás en Oriente, para que me asistas en esta y todas mis arriesgadas empresas! ¡Conjuro este mandato así: HOR-TA-ELL-RACK-AH-MAY!

Al principio no pasó nada y los dos amigos se quedaron expectantes, nerviosos, esperando... no sabían muy bien qué. Esperando a que algo ocurriese. Lo que fuera. Cualquier señal les hubiese bastado. No esperaban que el círculo comenzase a iluminarse. El más inseguro agarró al otro del brazo mientras ambos veían atónitos como un ser emergía del círculo. El ser, que parecía un bebé gigante y dorado se dio contra el techo, ocupaba buena parte del sótano y tenía que agachar la cabeza para poder estar en espacio tan pequeño para él.

-¡Tío! ¡El techo de mi tía!
-¡Chst!
-QUIÉN ME LLAMA. QUIÉN REQUIERE DE MI PODER.

El bebé gigante y dorado llevaba un paño dorado cubriéndole la entrepierna y un collar con cuentas alrededor del cuello, tenía cuatro brazos e intentaba, como podía en un lugar tan angosto, de tener una pose más propia del budismo que de un demonio. Al hablar no movía ni un sólo músculo y no emitía sonido, hablaba directamente a sus cabezas con cientos de voces al unísono.

-¿SOIS VOSOTROS QUIÉNES ME HABÉIS CONVOCADO?
-S-Sí... Verá, aquí mi amigo quiere... eh...
-¿Copular?
-Sí, eso, sí. Eh. Mi amigo quiere... -tragó una tonelada de saliva antes de continuar- quiere copular, sí.

Los ojos del bebé se abrieron y los miró con ellos totalmente abiertos. Sus ojos eran negros y rojos, como solo un demonio puede tenerlos. Sonrió y vieron todos sus dientes afilados entre esos labios carnosos y gordos de bebé.

-QUERÉIS REALIZAR LA CÓPULA ENTRE VOSOTROS, ¿CUÁL ES EL PROBLEMA?
-¡¿Qué?! ¡No! No, no, no, no. Verá. Eh. Planeábamos convocar un... ¿cómo se llamaba?
-S-súcubo.
-Eso, un súcubo. Ya sabe, diablesas del amor y eso. ¿Entiende?
-¿QUERÉIS DECIR QUE ME HABÉIS CONVOCADO POR ERROR?
-E-Eso... eso creo, sí.
-JA JA JA JA JA.

La risa resonó por todo el interior de los chicos que de estremecerse tanto cayeron al suelo y perdieron durante un instante la conciencia. Era una risa aterradora, pero a la vez adorable.

-MORTALES, NUNCA DEJARÉIS DE SORPRENDERME. AHORA CUMPLIRÉ VUESTRO FAVOR, ES LA REGLA DE ORO, FAVOR POR SACRIFICIO.
-¿Sa-Sacrificio?
-HACEDME VUESTRA OFRENDA, MORTALES, Y YO CUMPLIRÉ VUESTROS DESEOS MÁS OCULTOS.
-T-Tío, n-no tenemos un... um... un sacrificio, ¿no?
-Cre-Creo que n-no, no. ¿Y qué hacemos? Me d-da mu-mu-mucho miedo.
-¡Y a mí!
-MORTALES, EL SACRIFICIO.
-Distráelo, yo voy a mirar qué tengo en la nevera, ¿vale?
-Hecho.
-¿A DÓNDE VAS, MORTAL?
-A-A p-p-p-por el sacri-cri-sacrificio, su grande-deza.
-ESPERARÉ ENTONCES.
-¡Eh! ¿Qué-Qué tal tiempo ha-hace en el... em... en el Inframundo? Debe, debe hacer calor allí, ¿n-no?
-UN POCO, SÍ.
-Y-Ya veo, ya veo. Y, eh... bu-bueno, ¿qué tal... todo? ¿La familia bien?
-PREFIERO NO HABLAR DE ESO.
-Oh... entiendo... creo. Y... ¿muchos sa-sacrificios últimamente?
-YA SABES, UN POCO DE ESTO, UN POCO DE AQUELLO, LO NORMAL, MORTAL. LA ÚLTIMA ERA FUIMOS LOS DEMONIOS QUIENES ENTRAMOS EN DECLIVE PERO AÚN HAY QUIEN SE ACUERDA DE NOSOTROS, ¡Y DE NUESTRO PODER!
-Cómo olvidaros, cla-claro. Sí... Por curiosidad... ¿qué se suele sacrificar?
-LO MÁS NORMAL ES QUE SE SACRIFIQUEN VÍRGENES O CABRONES, A SER POSIBLE NEGROS.
-Vir-Vírgenes, ¿eh?
-MUJERES U HOMBRES QUE NO HAYAN PROBADO EL AMOR, SÍ, MORTALES PUROS NO CORROMPIDOS POR LA LUJURIA Y EL DESEO.
-Oh...

El amigo bajó corriendo por las escaleras con el sacrificio en la mano.

-¡A-Aquí lo traigo, su grandísima!
-¿QUÉ ES ESTO MORTAL?
-Eh... bueno, dos paquetes de galletas María y un bol de leche, espero que... que le guste.
-NO BROMEES MORTAL, ¿Y MÍ SACRIFICIO?
-Es... Esto el sacrificio.
-JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA.

La risa esta vez fue más tenebrosa y más larga, más sonora y los caló por enteros una segunda vez. Lo peor era escuchar la risa pero no ver nada en él, tan solo su cara de efigie y sus ojos vivos, llenos de fuego y oscuridad, estancado en el techo del sótano.

-¡MORTALES!
-¿S-sí?
-OS PERDONARÉ LA VIDA ESTA VEZ. PERO ME LLEVARÉ ALGO VUESTRO A CAMBIO.
-¿E-El qu-qu-qué...?
-EL CACTUS QUE TENÉIS EN ESA ESQUINA.
-¿Eh? ¡Ah! Todo tuyo.

Y sin que se dieran cuenta el cactus desapareció, como si nunca hubiera estado ahí. Y cuando volvieron la cabeza para ver al bebé gigante de oro ya había desaparecido. Los chicos respiraron aliviados, pensaron que habían tenido suerte, sin saber que realmente los cactus son la única defensa infalible contra un demonio.

jueves, 23 de julio de 2015

Traficante de baratijas

*Suspira*

Otro sábado más, ¿eh? Otro sábado más. Parece mentira que lleve aquí ya cuatro años, parece mentira que pueda seguir vivo después de cuatro años aquí. ¿Qué fue del hombre que fui? ¿Qué fue del dinero que gané? ¿A dónde se fue? Tantas preguntas y tan poco tiempo para responderlas. Demasiado café en mis venas, demasiado alcohol en mis riñones. ¡Y hace una mañana buenísima como para desperdiciarla en preguntas que no llevan a nada! Creo que si no viene el comprador me dará absolutamente igual. La verdad es que ni sé lo que es, lo que vendo, lo que me van a comprar, sea lo que sea está dentro de una cajita de madera preciosa. Llena de pequeños grabados y parece artesana, ¿qué te parece? ¿Qué habrá dentro? Si sigo vivo es porque no hice demasiadas preguntas, mejor paro de pensar en la cajita.

...

Llevo aquí ya dos horas y no aparece nadie. Genial, me han vuelto a dejar tirado. Fuese quien fuese se le acabó el plazo. Pues nada, cogeré la bici y me iré a casa. Probaré suerte mañana, qué remedio. Lo bueno de esta ciudad es que puedo ir tranquilamente en bici, y a estas horas de la mañana es una delicia. Pero no puedo disfrutar, solo pienso en la dichosa cajita de madera. ¿Qué habrá dentro?

Ya en casa me preparo unas fajitas congeladas, no están mal si se condimentan bien. Y todo servido delante de la ventana de un ático está rico. Qué le vamos a hacer. ¿Crees que ella me llamará esta noche? No sé si debería salir con gente normal, no me gustaría ser responsable de que les pasase algo. ¿Alguna te han mirado y has sentido como si te abrazasen el corazón? No quiero dejar de sentir eso, no sé si lo merezco pero es tan bonito... Ojalá me llame.

¿Es de noche ya? Cigarro en el balcón. Me llame o no, esta vida no está tan mal una vez te acostumbras a ver cosas raras. Como aquella vez que vendimos un saco de ojos de cabra a un tipo que sólo se le podía ver de noche o aquella otra donde conocimos a un señor con cuatro brazos y, según aseguraba, cuatro vejigas. Es una vida divertida, supongo, no sé. La vivo porque no sé vivir otra cosa.
*Ring, ring*
¡Es ella! ¿Qué hago? ¿Voy? Sí, iré.

...

-¡Hola!
-Buenas noches, ¿qué tal, cielo?
-Encantado de ver a una chica tan preciosa y de escuchar su voz llamando a este pobre hombre "cielo".
-No seas exagerado.
-Me encanta cuando sonríes así.
-Tonto.
-El más tonto de este mundo.
-Déjame sentirte.
-Todo tuyo.

-Algo va mal.
-¿Qué? ¿El qué?
-Cielo, ¿qué has hecho?
-Nada, ¿por?
-No logro ver nada dentro de ti. No... consigo sentir nada.
-¿Eh?
-Sí, o sea, nada palpita en ti, es como si estuvieras vacío. Me estoy sintiendo fatal. Me estoy asustando, cariño... ¿qué has hecho?
-Yo... ¡nada! No hice nada. No sé dé que hablas, de verdad.
-Es como si no estuvieras. Como si fueras una carcasa.
-No sé qué puede ser, cariño. Ven, se arreglará.
-¡No! Perdón... tan sólo... no quiero verte así esta noche. Ya... nos veremos mañana, ¿vale? Tranquilo.
-Pero si yo no...
-Tranquilo. Se acabará resolviendo, no eres un monstruo.
-Espero que no.
-Hasta mañana, cielo. Trata de traerte entero.
-¿Lo intentaré?

¿Qué ha sido eso? Hay demasiado silencio a estas horas de la noche. Me pone nervioso. Tengo que volver a casa, prepararme para mañana. Para el trabajo de mañana. Joder.
¡Joder! ¿Qué coño ha sido eso? Respira. No pasa nada. No pasa... nada.

-¿Es usted el Hombre Abrigo?
-¿Quién pregunta?
-Su comprador.
-Así que es usted. No le imaginaba negro ni de dos metros. Sí que imaginaba el traje.
-Muy gracioso, ¿tiene mi compra?
-¿La cajita?
-Y su contenido, claro.
-Sí, sí que la tengo. ¿Qué hay dentro?
-¿Por qué le importa?
-Porque la siento mía.
-Quizá sea suya.
-No entiendo.
-No, claro que no. Tenga, el pago está en este sobre. Dinero legal como acordamos.
-Está... bien. Tenga su cajita.
-Oh, tengo más que esta cajita, amigo.
-Claro, supongo que sí.
-Volveremos a vernos, buen señor.
-Mientras usted siga trayendo su dinero yo estaré encantando.
-No ha abierto la caja, ¿cierto?
-No, de hacerlo no le hubiera preguntado, ¿no cree?
-¿Ni ha sentido que palpita?
-No suelo tocar mi mercancía, deja huellas.
-Mejor, mejor. Es usted alguien astuto. Pase un buen día. Y espero que no eche de menos lo que me acaba de vender, señor.
-Hasta otra.

Qué hombre más raro... pero me siento más ligero, como si no cargase con nada, como si no sintiese nada. Otro día más en esta ciudad. ¿Cuántos me quedarán? 

jueves, 16 de julio de 2015

Un farolillo iluminaba el sótano


-Vaya, por fin te despiertas. Me ha costado más de lo que crees conservar tu vida, pero descuida… ya estás a salvo. De momento, al menos, no sé... No sé hasta cuando la verdad. Ay, no, no te molestes en hablar, te he… bueno, no te alarmes, ¿vale? Te he… uf, qué subidón. Ay. Te he cosido la boca. Sí, ya sé, “qué típico”, ¿no? Podría haber hecho mil cosas o cortarte la lengua o ponerte un calcetín o… ¡yo qué sé! Podría haberte arrancado las cuerdas vocales y ponérmelas en mi violín, ¡uf! ¡Qué loco! Esa me la apunto. ¿No? No, ¿verdad? Muy gore. Sssh. Sssssshhh. Tranquilo, todo va a ir bien. De verdad que sí. Pero es que no te puedo atar en el sótano y tenerte aquí gritando toda la noche, ¿sabes? Las cosas con calma, ¿vale? Bien. Espera un segundo, enseguida vengo.


-¡Hola! Me he traído la cámara. Es la primera vez que hago esto sola y quería tenerlo. Como recuerdo, ¿sabes? Esto es… ¡ay! Esto es genial. ¡Oh! ¡Venga! ¿A qué viene esa cara? No soy mala gente, no te voy a hacer nada malo, de verdad. Mira, me voy a sentar encima de ti, cada una de mis piernas se va a ir para un lado… sí, mira, así… y me voy a acercar a susurrarte algo al oído, ¿te gusta que te susurre así? ¿Eh? ¿Te encanta? A mí me encantas tú, chico… ¡¿Ves?! Te has animado. ¡Los hombres sois mucho más entretenidos que nosotras! La última vez mi antiguo señor y yo lo hicimos con una punky que vivía tres calles más allá y joder, chico, llorar y llorar y llorar. Qué coñazo de tía, ¿no te parece? Pero tú eres tan… servicial, ¿mm? Sí. Me encantas. ¡Te has vuelto a asustar! ¡Si sólo es un cuchillo! Si lo que buscas es que te haga una mamada vas listo. Ay. En fin… Vamos a empezar, ¿vale? ¡Deja de dar esos botes! ¡Ay! ¡Espera! ¡Eso es que te has animado, ¿no?! ¿No? No… Eso es que estás cagado. Espera… no te habrás cagado de verdad, a que no… ¿no? No me gusta cuando os cagáis, es un verdadero coñazo. Lo digo en serio, todo se vuelve mucho más… tedioso, ¡y cochino! ¡Bueno! Vamos a empezar, primero un pinchacito de nada, déjame el resto a mí, ¿vale?


-¡Pues ya está! Ahora me ves al revés, ¿no es divertido? ¡Te he colgado de los pies! ¡Eh! ¡Manos quietas o te las corto! Y yo que te las dejo sin atar como gesto de buena voluntad. No me decepciones que te mato. ¡Es una broma, tonto! ¡Cómo te voy a matar si te necesito vivo! Vale, ¿ves este cuchillo? ¿Sí? ¡Ay! ¡Para de agitarte por todo! ¿Lo ves? Vale, pues deja de mirarlo, ¿quieres? Te pondrás más nervioso. Primero un cortecito aquí…
-MMMMMMMMM.
-Que te calles, chico. Te lo has ganado. Te ataré las manos. Casi me llenas el pelo de sangre y no veas lo difícil que es que eso salga. A ver, así, ¡hmpf! Ya está. ¿Mejor? No, ¿verdad? Te lo has buscado tú solito, señorito. ¡Yo que intentaba hacer esto de la manera más agradable! Verás, mira, me voy a sentar. Yo tengo cierta… necesidad, dejémoslo ahí, y lo que necesito lo tienes tú dentro, sí, tú. Seleccionamos a alguien que tenga eso que tú tienes dentro y lo traemos aquí para sacárselo, y siempre escogemos a los más… como tú, ¿entiendes? ¿No? Me he explicado horriblemente mal. ¡No me juzgues! Es difícil, estas cosas son esa clase de cosas que no se comparten con desconocidos, ¿sabes?
-MMMMMMM.
-Ya, ya, que tú no eres un desconocido, que hemos compartido mucho tú y yo y todo eso, pero… no es lo mismo. No estoy cómoda contigo. Imagino que tú menos, claro, pero, ¡¿de qué te quejas?! Si te hemos escogido a ti es porque te ibas a suicidar igual. Chico, todo el mundo te odiaba y no querías seguir viviendo. Que si estabas solo, que si no te comprendían, que si muerto todo el mundo apreciaría lo que se pierde y bla-bla-blá. Mira… ¿hm? No te gusta que te hable de estas cosas con el cuchillo en la mano, ¿no? Era de suponer. A ver, chico, nosotros necesitamos tu vida y tú no la quieres más, ¿cierto? Pues así estás ayudando, ¿no lo ves?
-MMMMMM.
-No, claro, sólo te sentías fatal pero esta “experiencia cercana a la muerte” te ha abierto los ojos y ahora aprecias la vida y harás todo diferente. Ahora que sabes el valor de la vida, recuerdas cada cielo de la mañana como un regalo, las depresiones como sorprendentes tormentas llenas de vida que grita, ves… cada canto de pájaro como un milagro, cada desayuno era un banquete y cada abrazo un momento mágico lleno de amor y alegría, ¿no?
-¡MMMM!
-Sí. ¡Qué bonita es la vida! ¿A que sí?




-Pues es tarde, chico. Es muy tarde. 

martes, 14 de julio de 2015

Carta desde la zona de quemados

Te escribo desde la zona de los quemados. ¿Te acuerdas de quiénes son los quemados? No gente quemada, digo los quemados, ¿te acuerdas? El mundo es más grande ahora que entonces, ahora… Ahora estamos juntos. Eso hizo, al menos a mi mundo, más grande.

No se está mal, la verdad. Es un poco aburrido porque no hay mucho que hacer, los tienen un poco marginados. Nos ponemos cerca de bidones llameantes a contarnos historias, ya sabes, historias de la vida. Hay un tipo que era pescador, por ejemplo, pero ¡pescador del mar! Ojalá algún día veas el mar, cielo. Te encantaría, lo sé. Nos contaba cuando tenía que luchar contra olas de varios metros de alto en un humilde barco que no tenía ni mecanismos de pesca, lo hacían todo con caña. Sé que todo esto debe sonarte a chino pero a mí me trae tantos recuerdos… Nos contó cómo tuvo que venirse y unirse a los quemados, de todos mis estudios el suyo es el caso más insólito no por el caso en sí, sino por la localización. No se ve nada parecido en la costa. Resulta que encontró alguna especie de monstruo marino, no recuerda mucho, conoces ya cómo va esto, el shock, el trauma, te hacen olvidarlo prácticamente todo. Él sólo recuerda ver a su hermano alejarse gritando su nombre, lo buscaba, mientras, él, en el agua, sabía con total certeza que iba a morir. Iba a morir y lo sabía. Como una revelación, como una extraña certeza absoluta.
Al final resultó que efectivamente, murió. Su cadáver fue arrastrado hasta las costas donde fue levantado y marcado. Y tuvo que venirse hasta aquí, junto al resto. No conozco ningún caso de un quemado formado en la costa, me ha roto todos los esquemas.

Pero no te voy a llenar la carta con mis estudios, sé que te gustan pero tampoco tanto como para sólo querer saber sobre ellos. Te quiero decir que te impresionaría este sitio, es austero y muchos de los quemados son sin-techo, incluso yo duermo en un hostal de acogida, pero toda esta humildad y el trabajo físico diario entonan melodías de crecimiento en mi interior, un interior tan apagado que daba más miedo que la más oscura de las cavernas.
Y es de noche ya, estoy en el comedor común del hostal y se respira un silencio tan… bonito. Se nota la devoción y el agradecimiento de los quemados por esta comunidad. No sé por qué se les tiene tan apartados, además de su aspecto claro, al principio cuesta acostumbrarse. Supongo que seguimos juzgando por las apariencias. Espero que mis estudios puedan cambiar eso como tú cambiaste mis ojos.

Nunca te lo podré agradecer suficiente. De verdad. Pienso en ello cada noche desde la noche que sucedió. Te quiero.
Y te hice un regalito. Supongo que ya lo has visto porque viene junto a la carta.
Hasta dentro de unos días.

Mucha suerte, mi creadora.