miércoles, 21 de octubre de 2015

Diálogo entre dos ilusos

-Estoy por colgar carteles que digan "¡Quiero alguien que sea mi amigx para levantar una bandera pirata y vivir aventuras!" por la calle. Eso es lo que realmente quiero. Poder escaparme con alguien a sufrir calamidades y reírnos mojados por una tormenta.
-Pero a todos nos gusta empaparnos. Buscas algo más que eso.
-¡Qué va! Nadie quiere tener la tenacidad y ser tan consecuente como un pirata. Nadie quiere darse a la nada y comprometerse a un sueño del infinito y el cielo. Muy arriesgado. Muy tonto. Muy "no sirve para nada".
-Explícate, porfi.
-Quiero un compañerx de aventuras. Alguien comprometido a compartir su tiempo conmigo y yo mi tiempo con el suyo. Alguien dispuesto a mojarse y reírse y descubrir el mundo. Pero teniendo a alguien al lado con quien compartir lo que descubre. Alguien con quien ser libre. Y con el compañerx de aventuras si luego hay sexo pues mira, mejor q mejor. Pero lo principal es la aventura.
-¡Eso es un amigo! ¿Por qué no te vale la gente que ya tienes? A eso me refería con lo de que buscabas algo más.
-¡Pues no tengo amigos! ¡Porque son unos muermos!
-No digas eso y explícamelo, jou. Porque lo que has pintado es lo que a todos nos gustaría hacer.
-Ya tienen problemas. O quieren aprobar. O quieren mantener su vida. O estan ocupados. U ocupados con sus parejas. Y ya... Es muy idealista y bonito y muchos lo dicen.
-Joder, no a todos pero a mucha gente. ¡Y tú que eres un imán de cosas raras tienes que conocer gente así! Tú también quieres todo eso. No deja de ser necesario comer pero no sé, no tiene que ser lo único.
-Conozco a poca gente que le pasen desgracias y las disfrute. Salvo si van conmigo. Y seré un imán pero no conozco a nadie dispuesto a eso conmigo. Con otros sí.
-Es que no sé qué decirte porque es lo que yo quiero, yo y el de al lado y el otro y otro alto porcentaje de gente. Igual es que no distingo de los que lo dicen y los que lo desean. Pero me parece que es un ideal de vida común. Tú te lo tomas como algo que hacer y no por lo que suspirar, pero no puedes ser el único ahí fuera.
-Yo me lo tomo no como ideal ni como sueño. Sino como vida que en cuanto alguien se apunte la hago. Muchos sueñan con lo bohemio, con la vida libre con el viajar y tal. Yo no digo eso. Yo digo a alguien que si descubre que las tostadas con mantequilla y Cola Cao están buenas tenga un impulso de "LAS TOSTADAS CON COLA CAO ESTÁN BUENAS" y no pueda esperar a que las pruebe. Y yo no pueda esperar a que me las dé. Y luego me las dará, le pondré mucho Cola Cao y estornudaré y se me caerá y nos reiremos. O volviendo de yo qué sé dónde coger una desviación por error y acabar en Álava a las cuatro d la mañana y verlo como una oportunidad no una putada.
-Es que te entiendo tan bien que no me puedo creer que tú seas la única persona que has encontrado que lo piense.
-Alguien con quien cada error, tontería y en definitiva lo que hace que la vida sea vivida quiera pasarlo conmigo. No soy la única personq que lo piensa. Pero parezco la única que lo aplica. También lo aplicaba mi amiga argentina que está en... Bueno.  Argentina. Es lo más parecido a una amiga que he tenido.
-Eso es. Que se lo tome en serio. ¿Nadie?
-Pues que se lo tome en serio... Ella. Y ya.
-Piensa en la cantidad de gente que lo piensa y hace como yo. Lo hace a medias y tiene demasiado miedo o lo que sea. Te toparás con alguien. Igual solo hace falta que entres bien en su casa o donde sea para hacerlo aflorar. Encima eres muy contagioso.
-¡Sí que lo soy! Y lo demuestro. Pero siempre soy el chico raro. Para la mayoría soy un tipo que conocen y que es rarito y que se lo pasan bien con él. Con una compañera de trabajo que es pija e irascible estuve dos horas y media en un coche perdidos y sin gasolina. ¡Y lo bien que se lo pasó y el cariño que me ha cogido! Pero nadie se apunta a eso. Con ella pasó porq me llevaba a Alcalá. Pero quedar a vivir lo que la vida depare... Nadie.
-Es que no sé. En a serio. Simplemente me parece tan natural, tus ganas...
-Intento ser lo menos occidental y del siglo XXI posible. Intento ser lo más atemporal, humano y natural posible. Si algo es humano lo ensalzo y celebro.
-Haces muy bien. No sé si para ti o para el mundo, la verdad.
-No vivir una aventura porque "mañana trabajo", "es que hoy estoy muy ocupado", "mira que tiempo hace", etc me parece aberrante. O sea. No me gusta nada anteponer las responsabilidades y compromisos para con la sociedad a las necesidades espirituales del hombre. Igual de aberrante me parece tomarse una infusión para dormir y un café para despertar. ¡Si haces eso es que vives mal! O eso pienso yo. Entiendo que por tus hijos, un evento importante, lo que sea... Te quedes quieto... Pero no descubrir, no crecer, no dedicarte tiempo por compromisos y responsabilidades para con el orden social del que has decidido formar parte sin tener conciencia d la decisión me parece... en palabras del autor de El Principito, "cosas d mayores".
-No lo decides, naces ahí metido.
-Por eso digo. Pero puedes decidir no formar parte. De la máquina económica es más difícil. De la cultura y los mecanismos sociales no tanto. Y lo que me jode es estar tan solo en esto porque me parece lo más natural y para lo que está hecho el hombre.
-Nos atrapó nuestra propia construcción, mala suerte. No podemos salir de esta a gran escala.
-¡Ya! Si no quiero un millón d amigos. Quiero uno. Y lo peor es q soy buenísimo dando estás ideas y cambiando a la gente para que sean ellos mismos y tal y cual. Pero luego se van por ahí con sus amigos. O sea. Los curas no es que hagan voto de castidad... Es que el guía espiritual de una comunidad cumple un papel y ese papel en parte es estar solo. Porque si el chamán tiene chamana le dan por culo a la tribu. Nos vamos a buscar dioses en los ríos y a hablar con los árboles.
-Afortunadamente no tienes comunidad.
-Sí tengo comunidad. Todos tenemos.
-¿De la que ya eres líder espiritual?
-Guía, guía. Me paso el día ayudando a todo el mundo y lo sabes.
-Sí. Pero eso no te hace guía como papel ni mucho menos a ellos comunidad.
-Digamos que entre los sitios donde convivo hay una "comunidad". Y cuando hay problemas de esta índole bien los veo yo o bien me lo dicen. Acabo guiando, aconsejando y ayudando a la comunidad. Porque todos los que tenemos una rutina tenemos una comunidad nos guste más o menos e influimos en ella y tenemos un papel en ella. A mí me dijo una amiga muy cerrada que lo estaba pasando mal. Esto... Estábamos un pelín bebidos fuera de un restaurante porque estaba fatal una tecera amiga y salimos la primera y yo a ver qué pasaba. Luego la otra amiga después de aclararse un poco le preguntó a la primera qué le pasaba a ella. Y dijo que estaba confundida porque yo, que no hemos hablado profundamente nunca, la comprendía mejor que muchos de sus amigos, amigos amigos. Y se replanteaba la amistd con esos chicos. Yo era el más bebido d todos. Sonreía por lo raro de la situación pero no hablaba. La otra amiga le dijo a la primera "Ya. Pero no te preocupes. Es que él comprende a todo el mundo". Y se me encendió una bombilla. O sea. Primero, tenía yo razón. Y segundo, ellos, como comunidad, son conscientes de ello. Fue un momento de esos bonitos
-Ay. Es bonito. Pero no ayuda.
-¡Ya!
Y se echaron a reír

domingo, 4 de octubre de 2015

Se encontró una nota en el frigorífico


"¿Qué fue de soñar con los cafés de la mañana? ¿Y del café? 
¿Dónde has metido la cafetera? No la encuentro. No encuentro nada en esta casa, siento como si no fuera la mía. Como si hubiese aterrizado ayer en un sitio que debería conocer, o al menos así me mira la gente por la calle, como si pudiese hacerme cargo de ello, de todo... de todos. Como si pudiera resolver el nudo que asfixia al mundo. 
En serio. ¿Por qué has escondido la cafetera? 

Antes soñabas. Me acuerdo. Soñabas con irte de aquí, con ver el mundo y traerlo de vuelta a casa. Se te daba bien recoger todo lo que encontrabas, era tu talento. ¿Qué fue de ello? Ya no escribes, ya no viajas, ya no te encuentro en ninguna parte. Como si la persona que eras se hubiese esfumado. Sólo queda un estúpido que camina con el cuerpo de mi amigo. No brillan tus ojos, no te ríes por cualquier cosa, no llegas a casa con gente extraña que necesita un sitio donde dormir. Es como si te diera todo igual. ¿Es eso? ¿Ya no te importa nada? Antes hablabas hasta con las plantas, por amor del cielo, ¿qué ha sido de mi compañero de piso? 
Era divertido quedarse hasta las tantas para acabar una serie y siempre llegabas esa noche a casa cargado de helado. O cuando te daba por lanzar globos con cartas de amor anónimas por el barrio. ¿Y te acuerdas de cuando te disfrazaste de oso de peluche gigante solo para hacer reír a una niña pequeña? ¡Ese era mi compañero de piso! El que soñaba con el café de cada mañana. 

Y, ¿sabes? Tengo miedo de haberte perdido. De que ya sólo seas un fantasma raro en mi memoria. De que llegue el día en el que hable de ti y nadie me crea, ni siquiera tú con tu cara de alelado. 
Me niego a que llegue ese día. ¡Después de todo lo que hemos vivido juntos irte así sin más...! 

Antes te enamorabas mucho. Recuerdo cada vez que llegabas a casa para hablar de tal o cual persona con el entusiasmo de un niño por la Navidad, hablar contigo de lo que amas era como ver fuegos artificiales. Pero ya no. Paseas sin mirar a nadie, en un monotono, apático. 
Te estás convirtiendo en esos a los que tú llamabas "personas mayores", ¿no lo ves? Eras aire fresco, un niño eterno y ahora solo te preocupa tu dinero, la hora que es y cuánto queda para el fin de semana. Da pena, da mucha pena ¡en serio! ¿De verdad que no lo ves? 

Si lo llegas a ver, por favor, vuelve. Y tráete la cafetera.

-Tú."

Le empezaron a temblar las manos, un torrente incontrolable de pensamientos recorrió toda su mente. Incapaz de pensar con claridad se apoyó en la nevera, asfixiado. Todo estaba claro para él ahora y a la vez indescifrable. El pecho le pesaba, los recuerdos fluían, las ideas se desbordaban.
Notó cómo sus ojos comenzaban a humedecerse y llegó a ver cómo caía la primera lágrima al suelo mientras apretaba los dientes.
Tragó.
Apretó los puños.
Clavó sus pies en el suelo.
Salió de la cocina, en silencio. Abrió el armario de la entrada. Sacó la cafetera. La puso sobre la encimera, al lado del frigorífico, y se fue a dormir.
Al lado de la cafetera dejó una nota:

"Lo siento. De verdad que lo siento. 

Ya sabes cómo soy, se me mete algo en la cabeza... no sale ni a patadas. Y tienes razón, te he descuidado, te he descuidado mucho. 
He dejado leche en la nevera para que cuando amanezca tengas leche fría, sé que el café sólo lo tomas con leche fría. Quiero que vuelvas a soñar mirando por la ventana, se te pone una cara muy divertida cuando lo haces. 

Gracias. A veces necesito que vengas y me recuerdes las cosas más obvias del mundo. Es muy fácil perderse en el presente de uno y cuando te quieres dar cuenta estás tan metido en donde no quieres que es imposible salir. Puntos de no retorno. 

¡Y la próxima vez sé más cruel! 

-Tú."




Cartas de un hombre que vive solo.
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viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Dónde estaré en diez años?

"¿Dónde estaré en diez años?". Me reconcome la chica que seré con treinta años. 

¿Estaré lejos? ¿Seré una chica más que no sale de ciudad como el resto de mi familia? ¿Tendré amigos a los que llamar familia? ¿Tendré familia a la que llamar familia? ¿Estaré sola? Y si lo estoy, ¿al menos tendré cicatrices de cuando no lo estuve? ¿Cumpliré sueños? ¿Cumpliré mis sueños? ¿Tendré un cauce fijo como vida o será como navegar por fiordos? 

Me encanta esa palabra. Fiordos. Suena rara. En fin. 

Es difícil de imaginar, mucho, esa vida me pilla muy grande y muy lejos. Mis ojos no son capaces de verla. Y menos ahora, vivo... Momentos convulsos. De cambio. En los próximos meses, en el próximo año, se decidirá mi futuro, decidiré mi futuro. Y podría alargar mis estudios, quizá seguir el ejemplo de una gran persona y vagar por el mundo un poco más... buscando mi sitio o quién soy. O incluso podría huir de todo eso. Huir tantos años como pueda.  
Pero no. Sería hacerme la tonta. Sé cuál es mi sitio: crear, ilusionar, hacer soñar, sea como sea, donde sea, a quien sea que merezca la pena. Es lo que más me llena de esta vida, ser el motor de la vida de otros. Ser motor del mundo. Traer cambio y sonrisas, hacer que las cosas giren, se muevan, ¡crezcan! Y mal no se me da.  
Y también sé quién soy: La chica que puede pisar fuerte aun descalza. Niña inocente que no puede no soñar. No puede no caerse. No puede no levantarse. Y ama el mundo y todo lo que hay en él. Y ahora mismo estoy llorando porque soy tonta. Un poco. Bueno. Más que un poco. Sssh. Ay. Es que. De verdad.. Amo el mundo y todo lo q hay en él. Pero, pero prefiero no pensarlo porque se me haría imposible vivir. Amo a las personas, tienen tanto dentro y fuera que es como si cada una que ves por la calle tuviese su propia canción, sus propios colores, ¡y cuando ves que viven al mismo compás es tan bonito! Soy un poco tonta. ¡Es igual! 

Sé quién soy. Cuál es mi sitio. ¿Por qué no puedo imaginarme dentro de diez años? ¿Por qué me protejo de ser optimista? ¿Por qué no puedo pensar que por una vez las cosas me van a salir bien? Quiero imaginarme un final feliz para mi cuento. 
Claro, todo el mundo quiere su final feliz. Es normal. Pero ya que mi vida a veces parece un monólogo, no sé, me gustaría que acabara con una gran y enorme carcajada. 

¿Sabes por qué quiero una familia? ¿...por qué me gustaría poder verme reflejada en los ojos de alguien? Puedo, o sea, si me pongo estoy segura de que puedo hacer soñar a todos los niños de varios continentes. Yo creo en mí y no estoy yendo ni en coña ni exagerando. Podría hacerlo. Pero cambiaría esos superpoderes por tener la posibilidad de ver los ojos de alguien que me quiere cuando se despierte una mañana en una racha de días de mierda y me encuentre cruzando su puerta cargando una bandeja con el mejor desayuno del universo. O sea. Los sueños de esa persona, por egoísta, irracional, inhumanista y absurdo que parezca, los sueños de esa persona son impagables. 
Quiero decir. ¿Tener la oportunidad de hacer soñar a alguien que me quiera más a que nadie? ¿Tú sabes lo que eso significa para alguien como yo? 
Y de verdad, a veces pienso que es egoísta el hacer feliz a alguien que su mera existencia me hace feliz, egoísta por mi complejo de salvadora. Quiero arreglar y salvar a todo el mundo, y a veces más por mí que por todo el mundo, y querría arreglar a esa persona que me quiere, hacer de todo para compensar la felicidad que me da. A veces pienso en esto, en ese egoísmo preocupado y cobarde. Pero no lo es. No es que quiera que me quiera, no es que busque nada o sentirme su heroína o su nada. Quiero ser yo. Quiero que me vea y vea quién soy. Que me vea, mire al desayuno y encuentre unas tortitas arrugadas y feuchas, se ría y no pueda quererme más mientras intento parecer digna y sofisticada a la par que elegante, chic, fashion, trendy y topic. 


Quiero hacer soñar a esa persona. Que sea libre. Que seamos libres. Que el mundo se nos quede pequeño.

Y sí. Soy una ilusa y una imbécil, y todo eso es lo más improbable de este universo y no debería querer cosas sino ir a por ellas o no debería querer cosas sino aprovechar todo lo que tengo y toda esa filosofía sana, todos esos pensamientos social y racionalmente admirados. 
Pero sé quién soy. Y no puedo no soñar. Y se me caen los mocos de llorar. Y soy más cursi que una niña en secundaria. Me da igual. 

Así que, resumiendo. En diez años no sé dónde estaré o quién seré o qué haré con mi vida. Es totalmente desconocido para mí. No tengo manera d averiguarlo. Ni quiero, me gustan las sorpresas. Pero algo tengo seguro, y me voy a asegurar de que sea así, estoy segura de que aunque esté en un trabajo d mierda, sola, en la misma ciudad, en un piso cochambroso y no haya vivido nada emocionante en esos diez años, aun con todo eso estoy segura de que seguiré soñando. Te lo prometo. Hasta la tumba soñaré. Y no prometo en balde, nunca. 

Y soñando y viviendo, creo que me esperan diez bonitos años. Sí. De eso no estoy segura, pero si lo estuviera, ¿qué gracia tendría levantarme mañana por la mañana?



Suerte
Remuevo un café cada mañana
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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Los piratas cogen el autobús los martes


Hay viajes fantásticos, de esos que tus pies no conocen pero la tierra se amolda a ellos como quien recibe a un recién hecho amigo. Salido del horno de un corazón el suelo se acuerda de ti cuando años más tarde vuelves con noticias para el cielo porque puedes gritar que por fin no viajas solo por una tierra que antes no podías compartir. Porque nadie quería tus arenas, desierto, porque no eres el postre de los iluminados, de los jugadores de póquer, de los capitanes pirata que esperan al autobús cada martes a las ocho de la mañana. 
¿A dónde van? Es igual. Nadie lo sabe. Pero, ¿sabes? No todo es tan disparatado. No todo es tan lejano. Quizá tus manos están cerca del sol y por eso te quemas, quizá estás cerca del mar y por eso te ahogas, quizá eres un cactus y por eso te pinchas cuando abrazas fantasmas que no existen o que tan sólo existieron. ¡Eso! El pasado. ¡El pasado ha pasado ya! ¿Por qué haces que pase si ha pasado? Presentes que no son regalos porque los quieres devolver a la tienda, que te den un cupón, que el futuro está cerca. 
Me lo han prometido, ¿sabes? El futuro. Mil veces. Mil futuros mil veces, los quiero en un cheque, o en negro, o en prendas de vestir que nadie haya visto así cuando me miren dirán "¡qué friki!" y se reirán y habré hecho reír a unos pobres tristes. Les  habré dado recuerdos de payaso. No nos disfrazamos. Deberíamos. De payasos o de cosas o de animales o de monstruos. Monstruos. ¿Por qué los quieren matar siempre? ¿Por qué se meten con quien sigue su naturaleza? Si no te gusta la naturaleza de un volcán, no construyas en sus costas, idiota. La gente me supera, a veces, en realidad no, pero quejarse es tan divertido que algunos lo adoptaron como hobby, otros como tercer hijo, otros como primero. Otros le han dejado su herencia. 
Quejarse hasta la tumba. La lápida: "Qué incómodo es esto". 

Supongo que todo viene de que no pudieron darme esos futuros, ¿eh? Nadie. O quizá exagero. Pero sigo navegando, yo cojo el autobús los jueves. Los jueves son raros. ¿Qué opinas de eso? ¿De qué? De los jueves sin velas, de los domingos sin música y de los atardeceres a través de una copa mitad lujuria mitad "qué haces aquí". 
Y después de todo lo único que queda es un edificio lleno de piedras que cargo por las fiestas de los flagelantes podridos, los que nadie va a ver, porque se están muriendo de cáncer en una habitación de hospital. ¿Dónde está el saco de dormir? Me afeitaría la cabeza también. Y las manos. ¿Dónde las guardo? En alguno de estos cajones seguro que hay una goma de borrar. Es que me tengo que borrar la cara, no me gusta ya. Lleva a malinterpretaciones de mi cara. No es bueno para el negocio. Ya sabes, el negocio de gafas que sirven para ver la vida de colores, pero sólo para gente sin cara. Me arruiné, claro, la gente tiene mucha cara. ¿No? A veces sí. Se me cuelan en las colas de los súpers, y yo luego tengo que enfrentarme a la cabeza del dragón y echa mucho fuego. Pero yo, por suerte, echo mucho más que él. 
La gente confía en eso. En eso y en llamar a ciertas horas de la llamada preguntando por su helado de chocolate con menta o menta con chocolate, no sé, nunca me lo pido, me da asquito. Y entonces es cuando me atropella un coche y me despierto en el hospital todo lleno de flores y notas de agradecimiento sin nadie que me las abra porque mis brazos están rotos de mandar a la mierda a todos los que me tiraron el café a la cara. No tengo por qué soportar eso. Pero mejor hacerlo antes de que muchos se caigan, pero quizá no. 

Quizá solo necesito tiempo. 

Quizá solo quiero que escuchen a lobo de mar que coge el autobús los jueves porque está harto de las canciones de ron, del ron y de ser brutalmente estereotipado. 

Pero no me he soltado ni un poquito. Todo esto está arañando la superficie. ¿Quién sabe qué hay más abajo? 

Sí. ¿Quién lo sabe? 

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martes, 22 de septiembre de 2015

Que vienen los lobos, y ya no me acuerdo de a por quién

Escribir a veces para nada más que escribir, para ver dónde acaba uno que quizá acabe lejos donde ya no da el sol de las luces perdidas. Las muletas se nos caen de los pies cuando queremos perder el miedo a volar y las plumas no sujetan los pesos de las cargas invisibles parte de nuestro estilo de vida, tóxico para los amantes del amanecer en las lunas hijas de los Saturnos varios y el cielo de las campanadas veraniegas donde los cañones y los orgasmos fríos. 

Esto quizá no tenga sentido para quien lo lea o quizá todo el del mundo y yo sólo puedo dar las palabras que llegan. No pido ni identificación ni les pregunto por la velocidad que tienen en la cartera, ¿quién se para a contar hoy día? Mejor contar nubes, de las que no quedan cuando hace sol en invierno. Y entonces las alas de las mariposas se transforman en los aperitivos de los que nacen siendo adultos de la vida que no ha vivido nadie porque no existe más allá de unas montañas olvidadas en canciones romanas y mitos hititas. 
Sigues caminando para no ver tus huellas pero te pierdes si no te pisas el cuello, mejor ahogarse que enfrentarse a la horca, quizá una patada de fuego en el corazón de las víctimas de la mentira despierte a los momentos olvidados en algún barco hundido en los mares de las lágrimas de los desamorados que lloran en sus ventanas, perdición y tempestad. La tormenta arrecia y borra tus huellas pero los lobos pueden encontrarte. Corre, quizá oso, porque la sangre es ígnea y no hay agua sólida en las llamas líquidas de las huellas de tus predadores. ¿Quién te preda? ¿Quién te depreda? ¿A quién te comes, hijo de puta? Salta, corre y vuela, porque las velas se apagan y no querrás que sea en tu turno, guardia, guardia de los tesoros que nadie quiere. Trabajo de los inútiles de oficio que se creen peores que la tierra y menos sabrosos que las lombrices pero todo se lo puede comer una cabra, ¿no? 

El camino se hace empinado, ¡no temas! La vida sigue, ¿no? Y qué. Quizá una cerveza en el culo de una prostituta te anime, porque quizá tu fuego no sea de verdad, quizá sea confeti de naranjas, amarillos y rojos, que de lejos todo se confunde y ves fantasmas que el pasado te ha enterrado y te empeñas en cavar con pala y pico, con montaña y bisturí. ¡Tiradores a sus puestos! No puedes comerte el corazón de los hombres, no lo intentes, está duro y a veces no está, otras es de cenizas, otras puede caminar. 
No hay consejos para los que caminan por los desiertos rosas, ¿y sabes por qué? Cuando la vida se precipita como un tifón sobre las casas de tus aldeanos en las historias de tus nietos que te contaron en el presente del baúl del sótano de arriba, es entonces cuando la vida toma colores que no habías visto, quizá haya sangre en tu cara y la gente grite "¡qué se muere!". No eres un tentetieso, no puedes ser de madera, lo siento. Quizá montando en los caballos del extremo límite del cosmos ontológico kantiano te anime, pero sólo con ese helado de teléfono que tanto te gusta. Frío como tus dientes al morder el deseo que puedes concebir. No temas, eres normal. Folla, quizá arranca, despedaza con tus garras los pocos sueños que a algún idiota le queden, si quieres. A mí no me buscas, yo ya acabé con ver los terremotos del final de este mundo que tú llamas cocina, que yo llamo "no me importa una mierda". Tomaré zumo, con dos cañitas y quizá una verdura en tempura. Pero no dos. Que te rajo las naranjas. 
Azul es otro color. 

A lo que iba. Los lobos están llegando pero la nieve tapa el camino, se oyen sirenas, las sirenas del mar y las de los coches de autoridades, que ellas han tomado el poder y se ocupan de apagar los fuegos de vientre, esas mariposas no vivieron mucho, ¿no crees? Menos contigo. Menos aún conmigo. Pero siempre está bien sentarse bajo un tren y verlas venir, verlas venir como si no vinieran nunca. Traételas, pero en paquetes de seis y luego ya si eso ponemos algo de música. 
Perdido y perdición. Olvidado y olvido. Pero qué tontos sois. 
Y al final no entendiste una mierda. Pero qué más da lo mejor es que algo pasó. Y ese algo nos ha llevado a la nieve. Una nieve que cala hasta los huesos y crea gangrenas en lo que ya no necesitas, rómpetelo que ya no sangra, idiota. Pero rápido antes de que me canse de sostenerte el café. 

Solo queda rodar ladera abajo y tendremos un trato. El de las nubes cotillas y las estrellas auditoras. Firma en mi piel y no te preocupes por arrancar de más o por usar la sangre para subrayar. 

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domingo, 16 de agosto de 2015

Error del sistema


Las ciudades son interesantes. Yo no viviría en una pero, oye, aquí estoy. En una azotea, con el frío del invierno y la mañana, mirando a los tipos que se levantan temprano para ir a trabajar. No son pocos, creía que serían pocos. Yo no me acosté, ¿debería ahora? No sé si tengo sueño, tampoco sé cuántas horas llevo despierto. Hmm… No me quedan cigarros.
-¡Eh! ¡Ted! ¿Tienes algún piti?
-¿Ah…? Yes… I think a have a… haha, a piti… Here.
-Gracias, tío.
Y ahí va Ted. Directo al suelo. No ha aguantado. Pobre. Ya sólo quedamos Susana y yo… Los extranjeros. Ya no sé cuánto aguantaré despierto, veo a Ted, Alex y Marian y me dan algo de envidia. Para ellos esto ya ha acabado. No me jodas, no tengo mechero. No creo que a Marian le importe. Los conozco desde hace nada y me da pena que se hayan dormido, nunca te acostarás sin saber algo nuevo dicen. Tengo debilidad por los ingleses raritos muertos. ¿Dónde estás, Susana? Sólo quedamos tú y yo. Solos tú y yo. Podríamos bailar, me encantaría acostarme con ella. Es preciosa, pero no como una rubia despampanante, no, no, tiene esa belleza real y alcanzable, esa que se mide en la mirada y la sonrisa. Bajita, ojos azules, pelo negro y poco más sé, llevó abrigo todo el tiempo.
No me quejo, yo llevo un abrigo largo negro. Mi cuerpo es un misterio incluso para mí ahora mismo. Susana…

Miro a la gente. Encuentro un panadero abriendo su pequeño local, dos carteros que se separan con un abrazo a hacer sus rondas. Un par de autobuses parados y los autobuseros hablando de Dios sabe qué y unos cuantos camiones de mercancías reponiendo a unas tres tiendas repartidas por la zona. Todo está nevado. Echaba de menos la nieve, en mi casa nunca nieva, sólo nos llueve.
-¡Eh!
Un bolazo de nieve.
-¿Susana?
-Te dije que me llamases Su, idiota.
-Está bien. Volveré a empezar. ¿Su?
-¡Hola!
-¿Qué haces aquí? ¿No crees que es peligroso? Podría… dormirte.
-Si sigues hablando lo lograrás. Dame un piti.
-Cógeselos a Ted, lleva la cajetilla en la mano. Ten, fuego.
-Hmmm. Sabe a gloria… ¿a qué te dedicas?
-Soy… Soy violinista en una pequeña orquesta de mi país.
-No, idiota. Aquí. ¿Qué haces?
-¡Ah! Uh. Eh… miro… Miro a la gente pasar. No sé. Tengo algo de nostalgia. Estos tres ya han caído.
-Sí… ya lo veo. John, Teresa y Shiao también.
-¿Estabas con ellos?
-No, con Shiao. Me lo contó ella antes de recibir un balazo en la frente.
-Vaya… pobre.
-Sí, claro. ¿Y qué les has hecho a esos?
-¿Yo? Nada.
-Venga.
-Se durmieron entre ellos.
-¿De verdad?
-¡Vale! Acabé con Ted, pero Ted con los otros dos.
-Ya decía yo.
Hm. Siento el cañón de su arma en mis costillas. Yo sólo no podía con ella, ¿para qué resistirme? Me dormiría. Ella ganaría. Ella viviría. No me importaba, la miro a los ojos y me alegra que viva. Sólo fumaba, sonreía y miraba la ciudad. Mi última vista, no está mal, me gustaría ver las montañas pero no me quejo; esto tampoco está tan mal. Lo único que me estaba matando era la incertidumbre. ¿Cuándo lo haría?
-Verás… ¿por… por qué no podemos vivir los dos?
-¿Qué?
Eso sí que me ha sorprendido.
-¿Por qué sonríes? Te estoy apuntando con un arma, vas a dormirte. Para siempre. No despertarás. ¿Lo entiendes? Nunca más. Dejarás de existir. ¿Por qué sonríes?
-Porque tú seguirás viva.
-¿Eso es todo?
-Eso es todo.
-Estás muy, muy cansado.
¿Yo, cansado? Sí, podría decir que sí. Estoy realmente cansado. Me vendría bien el descanso que había al otro lado de sus dedos. Frío metal pesado. ¿Cuándo disparará? Lo estoy esperando.
-Sí. Estoy cansado. Cansado de correr, cansado de este mundo. ¿Por qué no disparas de una vez?
-¿Qué te cansa del mundo?
-¿Eh?
-Dímelo.
-… por dónde empezar. Que nadie entienda a nadie, mayormente. Creen que lo hacen pero tú les has visto, vemos mejor que ellos. No se entienden, ni se escuchan, ni quieren saber nada de los demás. Son egoístas. No soportan tener a nadie cerca, tienen miedo, y no soportan su realidad. Luchan cada día contra el mundo. Un mundo que creen controlar y comprender. Estoy harto. Si me duermes no volveré a ver al mundo. El mundo me deprime.
-¡Pero, mira a esos dos ancianos! Van cogidos de la mano. Se quieren. Hablas mucho, pero no has visto casi nada. Te niegas a ver porque tienes miedo de que no te guste lo que ves. Eres como ellos.
-No… yo…
-Cállate.
-Bueno.
-¿Qué crees que me pasará? Ya sabes, cuando te… duerma.
-Ni lo sé ni me importa.
-¡Oye!
-¿Qué? Vas a acabar conmigo, no tengo por qué ser amable contigo.
-¿Y si cuando acabe contigo acabo conmigo?
-Entonces serás injusta con ellos.
Señalé a los tres cadáveres que tenía tras de mí. Empezaba a cubrirlos la nieve.
-¿Y si estoy cansada de este mundo?
-¿Entonces por qué te metiste en esto?
-No… ¡No lo sé! Quería estar viva. Quería… ya sabes.
-Sí… lo sé.

-¿Y si nos lanzamos? Los dos. Ahora. Al vacío. 

viernes, 24 de julio de 2015

El cuento de Ojos de Atardecer

Entre los míos nombramos todo a partir de los cuentos que aprendimos de pequeño. Llamamos a los héroes cotidianos "ojos de atardecer" por esto.
El cuento dice así del ojos de atardecer dice así:

Un hombre triste y desamparado
Quiso comprarse un helado.
Mas no pudo pues no era el hombre mejor indicado.
Perdido y sin una historia con la que poder haber pagado
El hombre se dirigió al oeste ha ganar dinero criando ganado.
En su camino con un diablillo se habría topado
Ya que se le ocurrió una idea que ni al más alocado:
Llevaría el ocaso en sus ojos para tenerlos adornados.

¿Pero cómo realizar tal labrado
en el cielo no estrellado?
Probó pidiéndoselo a los dioses atolondrados
Y le dijeron que no, que no se lo había ganado.
Probó usando ingeniería y mecanismos de lo más avanzados
Y ninguno fue lo suficientemente grande ni osado.
Probó ha realizar la labor con su cuerpo bronceado
Y comprobó que no tenía la fuerza de la que le habían hablado.
¿Qué podría hacer si quería ver su objetivo alcanzado?

Volvió a viajar al oeste para ver al diablillo que le había cantado.
Le preguntó que cómo podría robar tan grande sol sin caña ni arado.
¡Fácilmente, mi amigo cansado!
Tan solo intenta que el sol entre tu índice y pulgar se encuentre hallado.
Y así, con sus nuevos ojos acaramelados
nuestro héroe pudo comprarse su helado.


Los héroes cotidianos somos cualquiera cuando logramos lo que nos proponemos, por pequeño que sea, y cuando lo hacemos, decimos que tenemos el sol en la mirada porque, realmente, nuestros ojos brillan con alegría y orgullo de haber alcanzado nuestros sueños. Por pequeños que estos fuesen.

La impotencia de un espectador

Yo tengo uno de esos regalos que te gustaría no haber tenido la suerte de recibir. ¿Te gustaría saber el futuro? Te daría el poder de verlo cualquier día de la semana, cualquier semana del año a la hora que tú quisieses si pudiera. Si pudiera librarme de ello.

¿Nunca lo pensaste verdad? Ese poder haría que todos tus miedos desapareciesen, toda incertidumbre quedaría resuelta. ¿Seré feliz el resto de mi vida? ¿Dejaré de estar solo? ¿Dónde viviré? ¿Tendré hijos? ¿Cómo serán? ¿Viajaré mucho? ¿Cómo moriré? Imagina todas esas respuestas resueltas. Es un poder genial que te llena de tristeza y apatía. ¿Has pensado que quizá no te gusten las respuestas? ¿Has pensado que si sabes todo lo que va a pasar nada te va a sorprender? ¿Nada te va a alegrar?
No sólo eso. Yo he visto mi muerte, me quedan cinco años y unos meses. No he querido hacer la cuenta. ¿Para qué hacerla? He vivido una vida absurda, una vida que ya había sido vivida por mí un millón de veces. Una vida sin inocencia, sin risas. Cualquier chiste que me cuentes ya lo habré escuchado antes, muchas veces, las suficientes como para que pierda totalmente la gracia.

Y no, no es reversible. Ni lo de mi muerte. Ocurrirá así y no hay ninguna manera de evitarlo. Esto es algo que nadie logra entender. Todo futuro puede cambiar, ¿no? Todo puede decidirse, el destino no está escrito en las estrellas. Somos dueños de nuestros caminos y tenemos libre albedrío, ¿verdad? "Sigue luchando, alguna manera habrá para cambiar tu futuro". ¿Y si el futuro está escrito? ¿Y si no se puede cambiar? ¿Y si alguien pudiera leerlo? ¿Querrías leer el tuyo? ¿Y si no pudieses cambiar nada, aunque no te guste nada de lo que leas ahí? Sería vivir la condena antes de que dicten tu sentencia.
Moriré dentro de cinco años. Y eso es ineludible. No porque no pueda ser evitado. No voy a contarte cómo moriré, pero te pondré un ejemplo: si muriese atropellado por un camión, todo lo que tendría que hacer sería no salir a la calle ese día y problema resuelto, ¿no? No es tan fácil. El futuro está escrito y yo, que ya conozco mis acciones, no puedo hacer más que seguir cada línea y cada párrafo hasta que la historia termine. Y por mucho que tú me quieras salvar, que quieras cambiar mi futuro, lo único que puedes hacer es terminar de leer este párrafo, cruzar los dedos y soñar con que la historia acaba de otra forma.


Mezclando placer y trabajo

A las siete de la mañana llegó el mensaje:

Tres fémures, un cráneo y dos costillas.
Zona de entrega: H
Hora: 3:00 am.
Pago: 40.000€

Jessica avisó a María. Tenían trabajo. María, aún desnuda con tan solo un albornoz y un cepillo de dientes en la boca se fijo en las partes, Jessica en la cantidad. Con eso tendrían para un mes, no sería difícil, María es precavida y estuvo guardando partes por si acaso durante bastante tiempo. Conservar huesos es mucho más barato que conservar órganos pero conseguirlos es mucho más difícil. Un ser humano medio tiene dos cientos seis huesos, aunque sean difíciles de extraer es mucha materia prima por ser humano. Lo cual es una empresa lucrativa. 

María y Jessica se llevan muy bien. Tanto que no pueden pasar una noche sin la otra en el otro lado de la cama. Jessica era una bala perdida que ahora vive la vida aunque sigue haciendo algún trabajito que otro para conservar sus contactos, a María no le gusta que lo haga, claro. Se pone celosa. Por su lado, es forense. En un hospital no demasiado riguroso, no demasiado vigilado. Y llega a resultar sorprendente lo poco que se toca un cuerpo operado por un forense. Los maquilladores se llevan su parte y algunas noches, algunas personas acaban con un hueso o dos o tres totalmente nuevos. 

Los fémures son fáciles de conseguir, hasta un tubo de cartón valdría para reemplazarlo mientras el muerto no se ponga de pie y ande, lo cual es improbable. María guardaba unos doce fémures en el depósito. ¿Qué más? ¿Costillas? Tiene una caja llena. Pero, ¿el cráneo? Eso sería más complicado. Es muy difícil conseguir un cráneo sin dañar el aspecto físico de la persona, y la gente sí se da cuenta cuando su madre recién fallecida no tiene cabeza. Debían planear algo. 
Para eso está Jessica, María le cambiaría los turnos a su compañera por un 15% para poder hacer las guardias nocturnas. A la 1:00 am, más o menos, llegaría al depósito una víctima por peleas entre bandas decapitado por un 20%, por un 20% la banda a la que pertenecía el cadáver lo enterraría sin cabeza. María tendría una hora y media para limpiar el cráneo y que quede totalmente esterilizado, sin rastro de ningún ácido. 
Por poco no lo consigue. Los paramédicos llevan a la pareja hasta el lugar con las sirenas puestas por un 10% y allí están a la hora exacta con toda la mercancía. 
También está el pago. Se hace el intercambio limpiamente y cada uno se va a su casa. Jessica se encargará de pagar a cada uno su parte mientras María termina su turno en el hospital. 

Y a las siete de la mañana del día siguiente tienen catorce mil euros en dinero negro. Jessica lo limpiará y María seguirá recolectando partes. Se dan un beso de buenas noches más apasionado que de costumbre y hasta mañana.


Las sombras son vengativas

En este mundo hay gente para todo. Hay a quien le gusta arrancarle las alas a las moscas para ver qué pasa, hay quien siente miedo al frío, otros al sol, otros a los payasos y otros a los patos. Hay quien haría lo que sea por conseguir su dosis de droga diaria y hay gente tan paranoica como para pensar que su sombra les está siguiendo.

Y hablaremos de este último caso. ¿Qué año sería? ¿El '82? Sí, era 1982, y aquel hombre caminaba por las calles de Chicago en plena noche. Lo cual no era normal ya que no se fiaba de nada, de día es todo mucho más seguro. "No debería estar aquí" se repetía una y otra y otra vez. De entre las sombras de un callejón vio a su peor pesadilla: un desconocido armado. Rápidamente apuntó con su propia pistola al oscuro criminal, el duelo estaba reñido, duelo de miradas y movimientos. Cuando uno iba a la derecha el otro lo seguía, cuando uno amenazaba el otro respondía de la misma manera, hasta que, harto, el hombre disparó.
Más pronto que tarde se dio cuenta de que había disparado a la pared. A su propia sombra. Se juró que nunca más se asustaría de sí mismo. Y así pasaron años hasta que dio con la forma hermética y oculta de separar a un individuo de su propia sombra. Llevaba semanas durmiendo apenas una hora y menos por miedo a que la sombra atacase de nuevo y acabase con su vida. Debía ser rápido. Debía actuar ya y deshacerse de ese asesino que siempre le pisaba los talones.
Una vez hechos los pertinentes rituales y las ofrendas requeridas logró separarse de su sombra la cual quedo proyectada en una pared aislada que él mismo había construido.
El hombre, satisfecho apagó las luces del sótano y rehizo su vida.

Al principio nadie se daba cuenta pero con el paso de los días sus vecinos comenzaron a mirarle de manera extraña y él, paranoico que era, pensó que los vecinos querían hacerle algún mal y que debía tomar precauciones para que esto no pasara. De modo que se recluyó en su pequeño apartamento de las afueras de Chicago, ya eran los noventa y con la venida de Internet pensó que no necesitaría salir de casa nunca más.

Y así pasaron los años hasta que su madre dio con él después de haber borrado rastro que pudiera llevar hasta a él. No tenía nada en contra de sus padres, lo tenía contra todo el mundo en general.
Su madre, preocupada y entre lágrimas lo abrazó, él apenas sintió algo.
Pero era un buen hijo y sabía que su madre estaría allí unos días por lo que bajó al sótano para preparar la sala de invitados.
Pero cometió el error fatal de abrir la puerta antes de dar al interruptor de la luz. Sin que pudiera hacer nada para evitarlo, la oscuridad lo agarró y arrastró. Tan sólo se escucharon unos gritos de desgarro y dolor animal unos segundos y todo el ruido cesó de golpe, un silencio sepulcral. La madre bajó corriendo y encendió la luz... encontró a su hijo desfigurado y retorcido, de pie, proyectando la sombra de un lobo aullando. 

Ronald Wish, el artista

Hay gente talentosa para cada actividad que se te ocurra, desde gente que domina el arte culinario con una naturalidad pasmosa hasta las personas con un gran talento financiero capaces de ver lo que la razón ni los datos estadísticos son capaces de ver. 
Pero también hay talentos que se olvidan, otros que no se descubren y otros que son negados y rechazados. 
Entra en escena Ronald Wish. Un adolescente irlandés cuya familia emigró a Minnesota cuando apenas tenía cuatro años. Ronald enseguida desarrolló una artesanía y pasión por los cuchillos, pero se le daba horriblemente cortar apios o cebollas para ayudar a su madre a hacer el estofado de los domingos. No, a él se le daba bien trinchar el pavo, cortar filetes y así poco a poco, despiezar cerdos y vacas. Pero Ronald, a pesar de sentirse fluido y natural realizando estas grotescas tareas sentía que algo faltaba. Que no era del todo feliz, que esa no era su pasión verdadera. 
Pronto alcanzó fama en su colegio por ser el hijo del carnicero. Muchos chavales se metían con él, por eso y por ser el niño irlandés del condado. Hasta que un día, Ronald, harto de las burlas, se llevó una pequeña navaja suiza que guardaba su padre en la caja de herramientas y el siguiente niño que le hizo burla sufrió una muerte tan horrible y tan sangrienta que nadie era capaz de señalar al pequeño Ronald por ello. Era demasiado violenta para que un niño pudiese haber hecho algo así. La víctima había sido reducida a sus extremidades y se había colgado cada una del extremo de las ramas de un árbol seco, mientras que los intestinos habían sido usados para rodear el árbol como una cinta de navidad. Y en lo alto del árbol se encontraba la cabeza del pobre niño que se había cruzado con el superdotado equivocado. Un superdotado del arte de matar. 
A partir de aquí Ronald entró en una espiral depresiva que le atormentaría por el resto de su vida. Le dieron varias crisis nerviosas y nadie en el pueblo sabía qué hacer con él. Seguía trinchando el pavo y seguía despiezando a los animales para su padre, pero ahora que había probado el placer del asesinato, la adrenalina de lo prohibido, la mirada de terror de su víctima, el sudor frío... Despiezar animales le sabía a tan poco. Debía volver a matar pero sin llamar ninguna clase de atención. Aprovechó una noche de fiestas en la que todo el pueblo estaba de fiestas para secuestrar y dormir a un pobre mendigo y llevarlo hasta una caseta abandonada a las afueras de uno de los campos de trigo del condado. Era invierno por lo que nadie siquiera pasaría a recoger los pequeños brotes de trigo nevado. Se aseguró de que el mendigo le durase no días, ¡semanas! ¡A saber cuándo sería la siguiente vez que podría asesinar tan libremente a alguien! Debía saborearlo. No era como pintar o esculpir, no, aquí sólo tenía una única oportunidad con su lienzo, era artista y trabajaba con la materia prima más cara del mundo: la vida. Decir que el pobre mendigo sufrió una muerte agónica es quedarse corto. 

Para suerte de la sociedad y desgracia de Ronald, fue atrapado una de las últimas noches que tenía pensado ir al cobertizo. El mendigo sobrevivía a base de drogas e inyecciones de adrenalina, por lo que falleció mucho antes de poder llegar a cualquier hospital. Ronald seguía siendo menor pero aún así le cayeron varias décadas de cárcel y desde entonces hasta hoy sigue allí. Un artista incomprendido, un monstruo para nosotros, ¿deberíamos castigar a aquellos que siguen su propia naturaleza si esta nos daña? Eso se lo dejo a ustedes. 
Tengan una buena noche. Y cuidado, nunca se sabe quién acecha en las sombras siguiendo algún oscuro deseo.

Hazte amigo del mar

Aquella noche una niña se sentaba a llorar en la orilla del mar. "Problemas en casa" se podría resumir su tristeza. Cada lágrima caía como rocío sobre la fría arena. El mar rugía con fuerza aquella noche, la suficiente para que pudiera llorar sin que nadie la escuchara. Sin que nadie la encontrase. Sin que nadie pudiese ir hasta allí y detenerla.
Pero, para su sorpresa, entre los rugidos del mar llegó algo o alguien. Parecía un montón de algas y cuando la niña se acercó... vio que eran un montón de algas, pero había algo más. Y ese algo más comenzó a levantarse.
-Ho... la...
Dijo un esqueleto al que apenas le quedaba piel pegada al cráneo y que vestía como un antiguo lobo de mar. Sólo tenía un ojo y apenas le quedaba nariz. La niña, como cabía esperar, salió corriendo aterrorizada.
-¡No! ¡Espera! ¡Sólo quiero hablar!
La niña no dejaba de correr.
Otra vez igual, pensó el viejo lobo de mar, si yo me encontrase a alguien como yo en la playa al menos tendría curiosidad. ¿Cuánto llevo haciendo esto ya? ¿Cinco siglos? Y apenas he tenido una conversación decente. Y otras veces incluso han querido hacer caldo conmigo. La inmortalidad apesta.
Se olió.
Apesta literalmente.

-¿S-Señor? ¿Va a sentarse a llorar?
-Iba a hacerlo, sí.
-Pues entonces yo también.
-¿No te doy miedo?
-Nada que llora da miedo, señor.
-Eres muy lista para ser una niña, ¿sabes?
-Y tú muy tonto para ser un esqueleto.
-Touché.

...

-¿Qué haces en la playa? ¿No tienes familia?
-Mis padres siempre discuten, por todo. Ni siquiera están juntos pero se ven para gritarse y echarme la culpa de cosas que no tengo ni idea de qué son. Me vengo aquí a llorar porque nunca me buscan demasiado y porque aquí no me escucha nadie llorar. El mar ruge mucho.
-Oh... imagino que debe ser duro.
-No sé qué es duro, tengo once años.
-¡Mi cráneo es duro! Y tiene ya quinientos años.
-¿Y cómo has llegado a vivir tanto?
-Jugando bien mis cartas, todo el mundo se muere de algo, si logras salvar ese algo no morirás nunca. La muerte siempre viene detrás de mí ¡pero yo corro más que ella! Vivir en el mar ayuda mucho, te puedes quedar inconsciente durante décadas enteras y no te encontrará.
-¿Y cómo respiras?
-Ya te he dicho que puedes no morir de lo que sea te vaya a matar, incluido ahogarse.
-Señor, eres muy raro.
-Y tú muy insolente. Me caes bien.
-Y tú a mí, señor esqueleto. ¿Volveré a verte mañana?
-¿Sabes? Pídeselo al mar. Y a ver qué opina él.
-Buenas noches, señor esqueleto.
-Buenas noches, niña insolente.

Aquella noche fue la primera noche en años que ninguno de los dos tuvo pesadillas.

A bordo de un barco pirata retirado

-Abuelo, cuéntame más de tus historias. ¡Me encantan!
En mitad de la noche, a la luz de un farolillo y sobre la cubierta de un pequeño navío, el anciano se aclaraba la garganta y se encendía su vieja pipa de los viejos tiempos.
-Bien, pequeño, te contaré tres cosas que todo pirata que se las apañe para vivir tanto como yo echará de menos. La primera y más importante, la osadía.
-¿Una osa?
-No, no. La osadía.
-¿Y eso qué es?
-Un pirata es osado, un pirata es bravo, un pirata es libre y orgulloso de gritarlo por los siete mares. La osadía del pirata es lo que le hace ir gritando allá a donde vaya con la cabeza alta y una sonrisa en la cara. La osadía es lo que me hacía sentir eternamente joven, atrevido, aguerrido, es la sonrisa que tenía cuando me batía en duelo con algún marinero y le hacía ¡ahá! con mi sable.
-¿Cómo?
-Así, mira, ¡ahiá!
-¡Oh! ¿Y qué más? ¿Qué más echan de menos los piratas, abuelito?
-Veamos... ¡ah! La segunda cosa que más se echa de menos son las canciones. No cualquier canción pequeño, las canciones de los piratas.
-Pero las puedes escuchar en la mini-cadena.
-¡Mira que eres listo, enano! Pero no, eso no sirve. ¿Alguna vez has estado en una taberna repleta de hombres felices celebrando el simple hecho de haberse juntado? Jarra en mano y encima de todas las mesas cantábamos y bailábamos hasta que nuestras barbas se enroscaban y no nos salía más voz de la garganta. Entonces, ¿sabes qué hacíamos?
-¿Poner la mini-cadena?
-¡No! No, no, no. Pedíamos otra ronda de ron, nos la tomábamos de un trago
y seguíamos cantando por horas hasta que el ron podía con nosotros y nos echábamos la siesta. Trata de imaginar cómo sonaban las canciones gritadas por una habitación llena de gente alegre que vivía por la música y el buen ron. Eran buenos tiempos, sí.
-¡Abuelo!
-Dime, nietecín.
-¡Nosotros podemos cantar!
-Ay... me temo que estoy muy viejo para eso, pequeñajo. Pero te tomaré la palabra para el día de tu boda.
-¿Mi qué?
-Olvídalo. Te contaré la tercera cosa que todo pirata echa de menos. Y no son las riquezas, no son las mujeres.
-¿Por qué ibas a echar de menos a las mujeres? A mí solo me riñen.
-Eh, no es culpa de la abuela que siempre te metas en problemas. ¿Vale?
-Vaaale.
-Lo tercero que un pirata echa de menos la mar...
-Abuelo, estamos en un barco en mitad del mar. Y está tan oscuro que no veo nada de nada.
-No, no es el mar como tú lo conoces. Es el mar abierto, el mar libre, el mar que te llevaba a grandes aventuras y que te llevaba a casa. El mar lleno de corrientes y oportunidades. La sensación... ¡la sensación de salir de un puerto en busca del destino que hay detrás del horizonte! Ese es el mar que todo pirata echa de menos.
-¿Crees que algún día iré a ese mar, abuelo?
-No lo sé, hijo, no lo sé.
-¡Jo! ¡Yo también quiero ser un pirata como tú!
-Bien, pues coge tu sable de madera.
-¡Cogido!
-Ponte tu parche.
-¡Puesto!
-Y ahora te voy a enseñar cómo se maneja un timón. Haremos que este pequeño surque el océano y a ver a dónde nos lleva, ¿qué te parece?
-¡Que ser pirata es lo mejor del mundo!
-Genial. Pero hay que estar en casa para el desayuno, no quieras tu abuela nos mate.
-¡Claro que no! Además sus tortitas son las mejores del mundo.
-Las mejores de los siete mares, hijo. Las mejores de los siete mares.

Y cantando una alegre canción se desvanecieron en la oscuridad de la noche en mitad de un mar calmado, hambriento de buenas historias.

Entrevista con la dueña de una cafetería de carretera

Cada vez menos gente visita la cafetería. Es lo malo de los locales de carretera, somos desconocidos y una franquicia famosa al lado puede hundirte el negocio. La gente en mitad de un viaje prefiere la seguridad de lo conocido. Probablemente entrarán en la hamburguesería del lado sabiéndose los precios de memoria. Por un lado me da pena porque es malo para el negocio y por otro me alegra porque así solo vienen buenos clientes. De los que traen historias, de los que aprecian la calidad hogareña y el silencio artesanal.
De donde vengo las historias son muy valiosas, muchas veces son la moneda de cambio y por eso a veces una buena historia hace que un viajero tenga un café gratis. Pero sólo un café, en mi país no teníamos impuestos. Vaya cosa más curiosa, los impuestos. Una ya es vieja y aún no comprendo eso de los impuestos.
¿Que qué hacemos con las historias? Las guardamos en tarritos, tarritos como este que llevo colgado al cuello, se les pone un tapón y listo, ya tienes una historia para toda la vida. La memoria es un banco muy poco seguro para una historia. A veces, raras veces, vienen viajeros por historias no por café. Esos días son los mejores, hacen que todas estas arrugas se arruguen un poco más porque no dejo de sonreír incluso ahora que me acuerdo de ellos. Y me acuerdo de todos, de todos y cada uno de ellos. No son personas normales, no se las puede pasar por alto y aparecen allá donde se propongan. Son, realmente, personas extraordinarias.
Mira, ven por aquí, aquí detrás de la cocina tenemos esta puerta madera. La instaló mi madre cuando vinimos aquí, decía que en casa teníamos una igual y que no podíamos no tener algo así aquí. Así que tenemos todos estos cajoncitos repletos de historias que hemos ido recogiendo a lo largo de varias generaciones. Claro, muchas son de mi tierra, pero también tenemos una centena de historias que hemos recibido en esta misma cafetería.
Las personas tienen una... llama especial, ¿sabe? Una llama interior, mi abuelo lo llamaba "el gran fuego", y las historias son una pequeña brasa de ese fuego, una que cuesta muy poco dar y pero que puede encender fuegos que ya estaban apagados.
Son algo precioso, créame.

Ahora usted tiene nuestra historia. Pero, díganos, ¿cuál es la suya?

Hombres con poder en Malibú

Todo está negro, abre los ojos, ve una cara extraña, pálida, familiar.
-Buenas noches. Bienvenido, señor... eh...
Se le acerca otro hombre al primero, le entrega una carpeta y se va. El hombre se pone unas gafas redondas. Es un señor mayor, lleva traje y muy buen porte. Elegante y confiado.
-Sí, bienvenido, señor Toreador. Mi cara le resultará familiar, pero no lo suficiente como para identificarme, ¿me equivoco? Verá, yo tampoco lograba identificarle. Curioso, ¿cierto? Hay coincidencias graciosas, sí, sí, claro.
Está atado, de rodillas, los brazos en cruz algo levantados. Está en un sótano o algo parecido. El hombre mayor se enciende un cigarro y se sienta en una silla con el respaldo delante del pecho.
-Coincidencias... Verá, señor Toreador, usted ha estado causando problemas a uno de mis asociados y no puedo permitir que eso siga ocurriendo, ¿verdad? ¿Qué clase de negocio deja tirados a sus contactos? ¿Sabe? No tengo ni idea. Porque mi empresa nunca lo hace. Y eso le pone a usted en un aprieto. Por suerte yo también tenía una mosca en el culo como lo era usted para mi asociado, así que intercambiamos víctimas y todos ganan. ¿No me diga que no había pensado en esa posibilidad? Bromeo, claro. Aunque quizá sí es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que si le estoy contando todo esto es que... una de dos, o soy un sádico o es que le voy a dejar vivir. Y ahora piensa en la posibilidad de salir vivo de esta, pobre, pobre señor Toreador. Le repito la pregunta: ¿qué clase de negocio deja tirados a sus contactos? Por suerte para usted no soy un sádico por lo que no tomaré parte en esta carnicería y tengo asuntos más importantes que tratar. Pero por desgracia para usted, tengo personas que se encargan de las carnicerías por mí y lo disfrutan, así que espero que se diviertan. ¿Que para qué todo el monólogo de villano entonces? Eso es muy fácil, un hombre aguerrido y decidido como usted debería saber la respuesta. Me la pone dura destruir a alguien por dentro desde un pedestal, eso y que me encanta como suena mi voz.
El hombre se disponía a irse, pero paró con la puerta del sótano agarrada, miró al hombre atado y concluyó:
-¿Sabe? Me da curiosidad hasta qué parte de mi mansión se escucharán los gritos que alguien fortachón como usted pueda propinar. ¡Páselo bien!
-¡¡HHHMHMMMMMMHMHMHMMM!!
Tenía un calcetín en la boca. La puerta se cerró y la luz se apagó.

Por suerte o desgracia ese día no acabó bien para nadie.

Mejor que una radio

-¡Señor! ¡Todo lo que hemos encontrado es esta grabadora!
-¿Nada más? ¿Ni sangre, ni ropa, ni restos de nada?
-No, nada más, señor.
-Hm... Bien, déjela con las otras pocas pruebas que tenemos.

Más tarde.

-Bien, vamos a escuchar la dichosa cinta. A ver si así salimos de dudas.
-¿No habría que llevarla primero al laboratorio?
-No me fío de esos cabeza de huevo, quiero escucharla por mí mismo y saber qué narices pasó aquí.

El subteniente calló.

*Click*

-Aquí el profesor Pinker. Diario número cuatro de nuestra expedición hacia lo que hemos denominado como "La vena del infierno". No es el nombre más inspirador del universo, pero entre lo escabrosa que es, el calor que hace y que creemos atraviesa la corteza terrestre no nos quedó otra. Llevamos aquí dentro ya cuatro días y nos disponemos a seguir profundizando.
/////////////////////////
-Estábamos bajando pendiente abajo cuando encontramos unas extrañas estructuras geométricas. Como prismas rectangulares gigantes dispuestos aleatoriamente por toda la caverna. Y según nuestro sónar parece que hay una gran galería justo detrás de los prismas. Nos proponemos entrar.
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-Según nuestros aparatos, la galería debe medir unos doscientos metros de alto y no hemos logrado obtener medidas ni de ancho ni de largo. Debe ser inmensa. Dios sabe qué puede haber causado algo así.
///////////////////////
-¡Alto! ¡Muchachos! ¡Parad! Creo que he oído algo. Shh...
-...
-...
-...
[Se escucha un gran estruendo, como si toda la tierra temblase]
-¡Sshh!
[Se escucha un grito agónico monstruoso, se escucha lejos pero a la vez cerca, la grabadora no sabe muy bien cómo reproducirlo, las gráficas de sonido en el ordenador se ven inusuales, demasiado armónicas para lo monstruoso del sonido]
-¡Mire, profesor! ¡Qué coño es eso!
-¡Corred! ¡Co-
//////////////////////

Se hizo un silencio en la sala.

-¿Qué coño...?
-Debemos guardar esta cinta con nuestras vidas. La tienen que echar un vistazo nuestros expertos. Sea lo que sea que hay ahí abajo es peligroso y como salga a la superficie podemos estar jodidos. ¡Ah! ¡Por ahí vuelve mi querido alférez! ¿Encontró algo?
-No, señor.
-Alférez, ¿qué hace con ese arma?
-Los pequeños monos se han metido en la cueva equivocada, señor. Deben ser eliminados. Nadie disturba este territorio.
-¿Al... férez?

Otra puta noche de trabajo

Otra puta noche de trabajo. Los diurnos no lo saben, no saben la de mierda que ocurre por la noche donde nadie mira, donde nadie vigila, donde muchos hacen la vista gorda. Odio mi vida. Espero a un cliente habitual. Caballo le llamo y no por su polla. A algunos de estos bastardos les mola que hubiera sido una jodida yonqui y me hacen chutarme caballo. Les pone eso, tirarse a alguien hasta arriba de mierda supongo que porque así no piensan en la mierda que son ellos las veinticuatro horas del día.
Las noches aquí son largas, entre cliente y cliente pueden pasar horas y sin nada que hacer ni poder salir de la habitación una solo puede pensar, limpiarse y pensar. Otras se ponen guapas. Otras eligieron estar aquí. Yo no. No estoy lo suficientemente echa pedazos como para que me pueda gustar esto.
Aquí entra el capullo. Hola, zorrilla, ¿me echabas de menos? Dice. Qué original, no habré escuchado eso mil veces ya. Me quedo callada, tirada en la cama, no les gusta a mis jefes que seamos personas, prefieren que seamos "cosas listas para ser folladas", así tal cual lo dijo el negro una vez.
Se baja la cremallera, se quita los pantalones, tan desagradable como siempre. Señores de cincuenta y tantos, cuidaos un poco, ¿vale? Joder. Me mira y escupe: venga, lo de siempre. Gilipollas. Creo que hoy no, gordito. Creo que hoy no. Cojo la jeringa y hago como que me la inyecto mientras él se desnuda. He visto a tantos con heroína en las venas que sé imitarlos a la perfección, se lo traga, viene, se tumba encima. A veces chutarse no es malo, no te enteras de lo mal que puede oler alguien, ni de lo poco que se siente su ínfima colita de niño pequeño. Hm. Parece que está muy contento, adiós gordito, buen viaje. Se la clavo e inyecto antes de que pueda reaccionar. Me lo quito de encima. Me coloco la ropa bien y estoy lista. Empujo al gordito fuera de la habitación y comienzo a gritar ¡está loco! ¡Está loco! Enseguida vienen otras y algún que otro. Soy un bien valioso para ellos, la gente protege sus cosas. Cogen al grandullón cincuentón y él arma una de la hostia, perfecto.
Mientras están intentando ver qué pasa me deslizo por la ventana. Bajo ventana a ventana hasta la escalera de incendios. Tan cerca. Un mal paso y a la mierda todo. Escucho gritar mi nombre. Me deben estar buscando, mierda. Gordito, ¿ni eso sabes hacer? Joder. Estoy cerca. Me apoyo en la escalera, me cubro entre bolsas de basura. Cuando bajan la guardia bajo como una leona y piso la calle. Piso la calle en semanas. Piso la calle. Corre. No mires atrás. ¡Corre!

...


Fuegos artificiales que se quedan en la memoria

Recuerdo los veranos de cuando era pequeño. Todo era más sencillo cuando era pequeño, supongo que eso nos pasa a todos. Menos preocupaciones, ¡más dulces! Uno podía correr sin cansarse y jugar todo el día para acabar durmiendo como un bebé. Recuerdo la casita de mi abuela en la costa. Era una costa pedregosa llena de colinas verdes y acantilados preciosos. Solíamos bañarnos cada mañana allí aunque el agua estaba tan fría que ninguno aguantaba mucho.
Me acuerdo que mi abuela me decía que yo era la niña más guapa que había visto en su vida y yo aprendí a hacerle caso a mi abuela. Especialmente recuerdo una noche, la noche de los fuegos artificiales.

Aquella noche fue mágica. Estábamos toda la familia en la playa viendo cómo el cielo se iluminaba de colores, cómo todo estallaba en formas y magia viva. Veía colorearse las caras sonrientes de mi familia. Hace años que no nos reunimos y mucho menos que somos felices juntos unos con otros... pero ese es otro tema. Esa noche fue realmente mágica, no sólo por los fuegos. Cuando se acabaron todos regresaron a casa a probar la cena mi abuela pero yo preferí quedarme un poco más. Fue entonces cuando lo vi.
Era un ratoncillo chiquitín, con una llama al final de la cola y unas orejas enormes. No era de un solo color, iba cambiando, como un fuego artificial. Mi abuela me había contado muchas historias de animales mágicos: serpientes marinas, árboles pastores, pájaros milenarios, peces de oro... pero nada sobre un ratón hecho de fuegos artificiales.
Me miraba curioso, yo no sabía muy bien qué quería así que se lo pregunté. El ratoncillo me miró boquiabierto, me cogió de un dedo y tiró para que le siguiera. Me quemó. Pero aún así quise seguirlo. Los niños son así de curiosos, supongo. El ratoncillo me señalaba el mar así que me metí y el subió a mi hombro y mi hombro comenzó a calentarse. Me señalaba que siguiera hacia delante así que seguí. Cuando ya estaba toda empapada y el agua me cubría casi por los hombros, saqué una mano y puse al ratoncillo en ella para que no se ahogase y comencé a nadar mar adentro en plena noche. Cambiaba al ratón de mano para no quemarme mientras nadaba y nadaba. Y cuando él consideró que ya era suficiente saltó al agua y vi cómo se deshacía poco a poco. Yo no entendía nada, ni lo haría ahora, pero sin darme cuenta comencé a nadar hacia a la orilla cuando escuché un silbido fortísimo, me giré y vi un estruendoso relámpago subir hasta las nubes y allí estallar en cientos de miles de colores diferentes. El mejor fuego artificial que he visto en toda mi vida. Te lo juro. De lo bonito que fue me puse a llorar en mitad del mar. Nadé corriendo hacia la costa para encontrar a mi familia atónita, el ratoncito seguía brillando en el cielo y nadie se dio cuenta de yo acaba de llegar a la playa.

Cuando nos estábamos acostando mi abuela se acercó a mi cama y me susurró "gracias por haber cuidado de mi amiguito, estaba enamorado de la Luna". Y me dio un beso de buenas noches.
Mi abuela era la mejor. 

Conociendo la vida de otro

-... después de quemar todas sus cosas nos sentamos un rato a recordarla. Hasta que amaneció. Cada uno se montó en su coche y cada uno tiró por su lado.
-Tuvo que ser duro.
-Lo fue, lo fue. ¿Alguna vez contaste cuántos demonios te persiguen? Esa noche yo pude contar uno menos. Habíamos hecho las paces con ella... y con el resto. Nadie era culpable. Nadie tenía que ser usado nunca más y por fin pudimos afirmar que ella descansaba en paz.
-¿Y no supisteis nada de qué fue lo que le pasó?
-No... aquel día fue el peor día de nuestras vidas. Cada uno estaba desbordado y ninguno nos acordamos de ella. Para cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde, un fallo respiratorio nos dijeron los médicos. Pero no nos dijeron por qué le dio o qué encontraron cuando llegaron al piso.
-Vaya historia.
-Ya lo creo. De esas para recordar. Aunque no para contarlas tomando un café con una completa desconocida, claro.
Ambas se rieron.
-Tú para mí ya no lo eres, dale las gracias a tu historia por eso.
-Cuando la vea se lo diré.
-¿A la historia?
-Sí, claro. ¿A quién si no?
-Tonta.
-¿Y tú qué? ¿Cuál es tu historia?
-No tengo historia, no todo el mundo la tiene. Algunos simplemente hemos vivido nuestras vidas sin más, haciendo lo que se supone que debemos hacer y esas cosas.
-¿Hemos?
-Hay más gente como yo. Gente sin historia.
-¿Eres una hoja en blanco?
-No sé si siquiera se puede escribir algo en mí.
-No seas tonta, mujer. Aventúrate un poco.
-Tranquila, tampoco es que quiera tener una historia.
-¿Por qué no ibas a querer?
-¿Por qué iba a querer una?
-Para vivir la vida, para guardar esos recuerdos, esas cosas tan mágicas que te hacen recordarte que estás vivo. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
-Sí... pero yo no soy así. Una flor... con una flor yo ya me siento viva.
-¿Qué tipo de flor?
-Cualquiera que huela bien.
¿Cualquiera, cualquiera?
-Sí, creo. O... no sé, mirar por la ventana. Soy más tranquila que tú, no soy de sobresaltos ni de grandes aventuras sobre una banda, una chica y los pactos esos que me contabas. Yo simplemente hago mi vida.
-¿Y no tienes curiosidad?
-¿Sobre qué?
-Vivir aventuras.
-Un poco, supongo. No es algo que... bueno, no es algo que piense mucho.
-Vale, pues mañana mismo te quiero con una maleta en la puerta de tu casa. Y tráete tu flor, ¿vale?
-¿Mi flor? ¿Qué flor?
-¡Tú espérame con una maleta! Yo me encargo del resto.
-Bueno, si quieres.
-Sí que quiero, bonita. Además... ya sabes, sólo nos quedamos la una a la otra.
-Para bien o para mal.
-Sí. Para bien o para mal...

Ambas miraron a sus tazas de café. Llevaban vacías casi treinta minutos.