sábado, 30 de marzo de 2013

Reuniones de aciagos

Pensad en el fondo de las salas, donde están los que están desde el principio y nadie recuerda. Como el principio de una historia de ficción, nunca se cuenta, son respuestas embotelladas en alguien, nadie las quiere conocer porque de hacerlo dejarían de jugar. ¿Y él qué? ¿Él no juega? Quizá su existencia sea la más aciaga... es solitaria, es extraña y, sobre todo, frustrante pues a pesar de todo él también quiere jugar y es mucho más complicado y doloroso negarse a uno mismo que negar a otro que no eres tú. ¿Y si todos esos seres del final de las salas se reuniesen? ¿Lo hacen? Me contaron que sí. Pero no creo que lo pudiesen hacer en una sala, el final de las salas es muy pequeño para albergarlos, están acostumbradas a albergar sólo a uno y no van a cambiar, son muy ariscas. Por eso el ponche no se pone en ellas.

¿Dónde se pueden reunir entonces? Me propuse investigarlo, no puedes seguir a uno hasta allí, es el primero en llegar y claro, el último en irse, como la realidad o un abrazo de despedida. Debía deducirlo. Pensé en los bosques pero lo descarté rápido, los bosques tienen sus propios secretos y no admiten más. Quizá en un desierto, pero no tienen ninguna referencia y no se podrían encontrar por casualidad, no lo pueden planear, sería absurdo planear la reunión de las respuestas. Pensé que sólo se podrían reunir gracias a una pregunta... No conozco preguntas, me las suelen hacer, nunca las forjé yo. 




Conozco a cuenta cuentos, ellos podrían ayudarme, forjan preguntas con sus yunques de papel. Esto suponía aún otro reto más, los cuenta cuentos no viven en direcciones, casas, cuevas o refugios, tenía que encontrarlos o quizá convocar uno. Cuando uno es niño puede hacer tantas cosas que de relatarlas gastarías el tiempo suficiente como para dejar de ser niño. Es de noche y dibujo un círculo en la hierba donde la Luna alumbra, abro un libro y lo leo en alto. Cuando acabo tengo mi pregunta.




¿Por qué hay porqués?

Allí es donde se reunirían, en el final y el principio de las cuestiones. Debía corroborar lo que me contaron y ya de paso disfrutarlo que nunca viene mal. Era mediodía y todos andaban, creo que nunca lo dejan de hacer, se encontraron todos donde yo adiviné, se miraron a los ojos sabiendo exactamente qué era cada uno y qué sabía. Se ignoraron y se fueron... 
Un poco decepcionante la verdad, pensaba que darían una respuesta, pero claro... a veces no me escucho y esto lo podía haber visto venir. 




Supongo que seamos lo que seamos, jugar nunca deja de ser divertido. 

Este tipo
Desde tu cafetería más cercana, callado
Historias Irrelevantes

domingo, 24 de marzo de 2013

Diarios Perdidos

<<Tengo memorias muy buenas de mis veranos. Tenía vacaciones, eso siempre me gustaba; me iba de viaje, conocía otros sitios... aunque lo mejor de todo era ir a la antigua casa de mi familia. 
Mi familia tiene desde hace generaciones una casa en un pueblecito, alejado lo suficiente de la ciudad como para no verla y suficientemente cerca como para no aburrirte durante el viaje. Los viajes son importantes, a veces más importantes que el lugar al que se viaja. El pueblecito estaba lleno de leyendas de lo viejo que era, para un niño eso es un paraíso, había pocas casas, pero bastantes personas.
No había niños con los que jugar pero no me importaba, lo prefería así, siempre fui un niño bastante solitario encerrado en sus juguetes y sus historias. Por las tardes estaba en casa con mi familia o hacíamos tareas que me resultaban divertidas porque lo convertíamos todo en un juego. Mis padres siempre tuvieron mucha imaginación. Por las noches mi tía me contaba cuentos, era maestra, y, mientras, mi tío ponía la banda sonora en el salón con un piano de mi bisabuelo. Otros días íbamos a comer fuera, o nos acercábamos a la ciudad a comprar, o visitábamos pueblos vecinos y a veces venían mis primos a jugar. 
Aunque el recuerdo al que más aprecio le tengo son a las mañanas... 

Cada mañana iba a los bosques que rodeaban el pueblo, mi madre sabía que por aquí no había animales salvajes y que era muy difícil que me pasase algo. Los bosques son sitios fascinantes, parece como si cada uno guardase cientos de increíbles cuentos y leyendas. La primera vez que fui, fui con mis padres, entre los árboles vi algo moverse pero no le dije nada ni a mi padre ni a mi madre, al día siguiente, sin falta, me acerqué allí, quería saber qué era. Busqué por todo el bosque y no lo encontré. Y fui cada día durante una semana sin hallar respuesta... ni a lo que me pareció ver. El último día de esa semana, después de la barbacoa, algo tocaba mi ventana, cuando me desperté no había nada pero algo la abrió. Me asusté mucho, ¿quién no? Pero escuché un canto extraño, algo que no había escuchado nunca y que no puedo describir en este diario con palabras, pero fuere lo que fuere me calmó... mucho. Salí en plena noche sin que mis padres se enterasen, tan sólo cogí una linterna pero iba vestido con valor o tal vez inconsciencia, me adentré en el oscuro bosque. 




Cuando lo que sea que me llamó consideró que me había adentrado lo suficiente, volví a escuchar aquel canto y de entre los árboles que tenía encima vi un rostro sin expresión, colgado de manera antinatural encima de mío, como agarrado en espirales a los troncos, no sé cuánto tiempo estuve boquiabierto ni cuánto tiempo aquello se quedó completamente quieto encima mío pero tuve la sensación de que fue durante varias eternidades. De pronto, más ágil que el ojo humano, aquello se movió y se quedó delante mío, era mucho más alto que yo y sus extremidades ridículamente largas. Era feo. Mucho. Pero no sé por qué no le tenía miedo. 

Lo tenía delante, mirándome... muy fijamente y muy quieto. Instintivamente le di con la palma de la mano en la barriga, era dura, de madera. Como en una reacción tardía él se sorprendió y se tocó la barriga, después me volvió a mirar, alargando su cuello y quedando su cara justo delante de la mía. Le di con la palma de la mano en la cara. En otra reacción tardía aquello se irguió y saltó, dando una vuelta en el aire. Cuando cayó dio un paso hacia atrás, dudoso. Recuerdo que me acerqué y le di un abrazo... la inocencia, supongo. Ello, sorprendido, se subió a un árbol y no lo volví a ver aquella noche. Volví a mi cama y esperé al alba. 

Aquella mañana salí corriendo hacia el bosque, sentía que él seguía ahí pero no se quería dejar ver. De pequeño era muy ocurrente y salí con una mochila cargada de cosas, entre ellas una flauta dulce. Era y soy demasiado inútil con los instrumentos musicales pero acerté a tocar "Estrellita dónde estás", ello salió de entre la maleza y volvió a quedárseme mirando, desde la distancia. No sabía más canciones y la verdad nunca pensé en qué hacer después de tocar la flauta así que saqué unas galletas. Ello se me acercó un poco más, curioso; me comí una galleta, ello se acercó un poco más, dejé una en el suelo y me alejé un poco. Aquello se acercó a por la galleta, la vio bien, la aplastó y desapareció. 

Un niño no le cuenta todas sus aventuras a los padres, siempre piensa que lo que él vive es algo que no tiene relevancia y que sus padres siempre están haciendo cosas importantes. 


Al día siguiente volví al bosque una vez más, no sentía lo mismo que el día anterior así que me adentré más... y más, y más, y pronto no sabía dónde estaba. Un contratiempo menor para un niño el perderse sin remedio en un bosque, creo que lo peor de todo es que esto no es ironía. Encontré cinco piedras grandes colocadas como pilares que formaban una estrella, todas ellas cubiertas de musgo y antigüedad, cada uno con un símbolo diferente. No sabía que era, pero las copié en un papel, por si alguien que lee esto sabe qué son. Sería de agradecer. 

Seguí caminando y escuché algo muy pesado que venía hacía mí justo detrás mío, me di la vuelta y vi a aquello correr hacia mí, del susto me tiré al suelo y ello paró en seco. Traía un saco grande de tela que tiró delante de mí, lo abrí y estaba repleto de galletas. No sabía ni de dónde las había sacado ni por qué me las daba pero sí sé una cosa: los niños se llevan todo a la boca. ¡Estaban riquísimas! 


Cada mañana vivía una nueva aventura con aquello, creo que fue mi primer y más preciado amigo. A medida que me hice mayor cada vez iba menos a aquel pueblo y al final, cuando mis abuelos murieron, mi padre y mi tío vendieron la casa y no volví por allí. Era una pena la verdad, me lo había pasado tan bien... 
Y tú, mi diario, te preguntarás por qué no cuento esto a los medios y al mundo. A decir verdad los recuerdos de aquello los tengo muy borrosos y ahora mismo no pondría la mano en el fuego para decir que aquello realmente existió y era tangible, la imaginación de un niño es muy poderosa y pudo haber sido un amigo imaginario. 


Pero... que aquello no fuese cierto no significa en absoluto que lo que yo sintiese no fuese completamente cierto.>>

Diarios como este están por todas partes. Este lo encontré en una antigua casa que alquilé un verano. No creo que fuera la misma casa porque aunque antigua y restaurada, ésta estaba rodeada de edificios y no había bosques, sólo gran parque con una escultura de cuatro pilares extraña. Creo que es arte moderno. 

Anónimo
Desde mis sueños hasta tu pantalla
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domingo, 17 de marzo de 2013

El chico sin Sol

Los comienzos suelen ser difíciles de escoger y más de elegir. Los matices son importantes me dijo un amigo. "¡Los pasos bien firmes y echa a correr!". Tenía siempre una tremenda ilusión en la mirada... a pesar de ser alérgico al Sol. Tiene muy buenos recuerdos de su infancia. Su principio no lo escogió él, no el primero, como tampoco escogió el último. 

El niño raro que no podía salir a jugar, el niño del paraguas negro cuando hacía sol. Ese era él. Ojeras, pálido, ojos del color de un río en primavera y un chubasquero fucsia. 


A él no le importaba, nadie se metía con él porque apenas salía de casa, vivía sus pequeñas aventuras como todos los niños, esos momentos de no estar con nadie salvo con uno mismo, descubriendo, descubriendo el mundo en el que estás. A veces soñaba con salir a fuera, otras veces estaba entretenido imaginando que su bañera eran los Siete Mares y su barquito de plástico era el buque insignia de la mayor armada jamás vista, la única tripulación que se atrevió a ir a buscar al todopoderoso kraken de los mares del sur... 

Los niños se relacionan entre ellos, con sus padres, con los parques y ciudades, con las piedras, el agua, el aire, los movimientos y al final con su misma soledad. Este chico sólo tuvo lo último y un niño se cansa más tarde o más temprano... Estaba harto de su casa, de la oscuridad en la que tenía que vivir siempre. Hasta un niño puede ser un inconsciente. Cogió su paraguas, se calzó sus botas de lluvia, se puso su chubasquero fucsia para niños y se dispuso como un pequeño aventurero delante de la puerta de su recibidor. Manoseó el manillar como pudo ya que apenas llegaba cuando para su sorpresa la puerta se abrió ante él y cayó al suelo. El sol y el golpe le cegaban pero adivinó tres figuras, dos se reían entre ellas y la tercera más pequeña se sorprendió y se tiró encima suya, parpadeó un par de veces y vio una chica de pelo castaño, coletas, sonriente y con muchas pecas que le abrazaba. El chico no había salido de su estupor cuando su madre le presentó a sus nuevas vecinas. 

Para cuando se quiso dar cuenta, su vecina era su mejor amiga, pasaban los días juntos y aunque seguían dentro de su casa a él no le importaba más, tenía una compañera de aventuras, era todo lo que quería. Su amiga le enseñó cómo encender la chimenea de su casa y por fin disfrutar de la disparidad de la luz y la sombra. Mundos nuevos para un niño. Nuevas realidades y posibilidades. ¿De qué? ¿A quién le importa? Ella le hablaba constantemente del fuego y lo hipnótico que es... de que su aroma es único, su color es vibrante como un corazón repleto de vida, su sonido chispea, su calor abraza y su recuerdo acaricia... 


Maravillosas danzas se movían melodiosamente en los ojos de una niña mirando el fuego. A él también le encantaba, quizá no tanto, pero adoraba quemar papeles cuando su madre no miraba, verlos retorcerse, hacerse cenizas y volar. "¿A dónde va todo? ¡Ahí a fuera!" Era perfecto, "la salida por la puerta grande", se decían. 
El tiempo pasó y los lazos se estrecharon, apenas pasaba un día sin que uno tuviese noticia del otro, eran ya chicos grandes, casi adolescentes, y el chico ahora salía más a la calle, siempre con su paraguas y su chubasquero. Ahora trepaba a los árboles, se caía en el barro, encontraba tesoros en los descampados como tuberías o chapas de botellas. "Aventuras de las de verdad", me contaba con ojos encharcados en destellos. 

El destino es predecible, las obsesiones a veces no son controlables, y los caminos inescrutables. La casa de su vecina ardió. Él no quiso saber la causa. Aquella noche fue de lluvia y lágrimas. Los llantos se escuchaban desde su salón y para cuando entró en sí después del shock la ambulancia no estaba, unos pocos bomberos quedaban asegurando el terreno y los vecinos se habían dispersado, tan sólo quedaba él en la calle... con su chubasquero fucsia... balbuceando imposibilidades... 


Pasó el tiempo y aunque lo superó no volvió a ser el mismo. Ahora ya cogía el autobús, tenía más amigos, frecuentaba locales de tarde, montaba en bici, salía sonriendo los días de poco sol y mucha nube... una vida "normal", donde ya no hay aventuras y hay cotidianidad, momentos, acontecimientos, hechos, historias, anécdotas y toda esa clase de cosas que un niño trata como nimiedades. Dando un paseo se chocó con una mujer en una esquina, ambos se disculparon; muy educadamente además. Al despedirse ella le dijo "No dejes de soñar, el fuego nunca se apaga". Él me decía con la voz y la cara que pone la gente cuando cuenta algo milagroso pero no quiere que le llamen loco que esa mujer, no sabía cómo, sabía que era su amiga, pero era mucho más mayor que él, "¡edad de tener marido e incluso hijos!" Me decía sorprendiéndose él mismo a medida que lo contaba. 

Llegó un momento en el que tuvo que marcharse de la ciudad, por motivos familiares, no incidió mucho en ello, y él que tenía que abandonar todo lo que ya era suyo y normal, se sentaba en los columpios de su patio de atrás, con su chubasquero fucsia. Mirando al suelo, "casi cliché" me dijo. Una señora mayor de apariencia muy amable y con pecas se sentó en el columpio de al lado, "¿Qué te pasa, cielo?", le dijo. Hay momentos en los que uno no le importa con quién habla sólo lo que está diciendo, este fue uno... le contó que ya no tenía esperanzas de nada, sólo le comprendieron una vez en su vida y esa persona falleció ya hace unos años, le contó que nunca tendría una vida normal por su enfermedad, le contó que apenas podía vivir, le contó que sonreír era cada vez más difícil... La señora se sonrío y le dio un papel con los bordes quemados, en él había un corazón pintado con ceras de colores, "Te dije que nunca dejarás de soñar, tontín", a él se le iluminaron los ojos pero negaba una y otra vez con la cabeza, pegó un salto, "¡¿Quién es usted?!" "La mujer que fundó una grandiosa empresa de chubasqueros, ¿qué te crees?" 
A él no le salían palabras, era todo tan... confuso. "Pequeño, el tiempo vuela, y cuando te quieres dar cuenta has cumplido todos tus sueños y ya no queda nada, ¿verdad? ¡Pues no! Cuando ya no hay nada más que soñar, cuando la esperanza se apaga y la llama deja de crepitar, ¡sólo se puede hacer una cosa! ¡Seguir soñando!" Ella comenzó a reír con los brazos en alto. "¡No lo olvides o me enfadaré de verdad!" Le guió un ojo, se levantó y se fue. 

Él... se quedó mirando a su café un rato, como si hubiese hecho una catarsis muy fuerte... No podía creérselo aún, ¿quién podría? Este chico, ahora ya un joven adulto, es de esas personas que siempre te sacan una sonrisa, se ha cruzado Europa en globo, actúa en varios teatros y hace muchísimo más, siempre dando lo mejor de sí. Es impresionante y... realmente vive sus sueños... 
Historias raras que consigo que me cuenten gente anónima en la cafetería de un aeropuerto, pero, sí, esa señora, fuere quien fuere, tenía la razón. ¿Por qué dejar de soñar si siempre se puede soñar más? No dejes de hacerlo tú, a ti ella no te conoce y no se puede enfadar contigo, pero yo sí. No dejes de soñar nunca. 

Este tipo.
Desde tu cafetería más cercana, callado. 
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