Las ciudades
son interesantes. Yo no viviría en una pero, oye, aquí estoy. En una azotea,
con el frío del invierno y la mañana, mirando a los tipos que se levantan
temprano para ir a trabajar. No son pocos, creía que serían pocos. Yo no me
acosté, ¿debería ahora? No sé si tengo sueño, tampoco sé cuántas horas llevo
despierto. Hmm… No me quedan cigarros.
-¡Eh! ¡Ted!
¿Tienes algún piti?
-¿Ah…? Yes…
I think a have a… haha, a piti… Here.
-Gracias,
tío.
Y ahí va
Ted. Directo al suelo. No ha aguantado. Pobre. Ya sólo quedamos Susana y yo…
Los extranjeros. Ya no sé cuánto aguantaré despierto, veo a Ted, Alex y Marian
y me dan algo de envidia. Para ellos esto ya ha acabado. No me jodas, no tengo
mechero. No creo que a Marian le importe. Los conozco desde hace nada y me da
pena que se hayan dormido, nunca te acostarás sin saber algo nuevo dicen. Tengo
debilidad por los ingleses raritos muertos. ¿Dónde estás, Susana? Sólo quedamos
tú y yo. Solos tú y yo. Podríamos bailar, me encantaría acostarme con ella. Es
preciosa, pero no como una rubia despampanante, no, no, tiene esa belleza real
y alcanzable, esa que se mide en la mirada y la sonrisa. Bajita, ojos azules,
pelo negro y poco más sé, llevó abrigo todo el tiempo.
No me quejo,
yo llevo un abrigo largo negro. Mi cuerpo es un misterio incluso para mí ahora
mismo. Susana…
Miro a la
gente. Encuentro un panadero abriendo su pequeño local, dos carteros que se
separan con un abrazo a hacer sus rondas. Un par de autobuses parados y los
autobuseros hablando de Dios sabe qué y unos cuantos camiones de mercancías
reponiendo a unas tres tiendas repartidas por la zona. Todo está nevado. Echaba
de menos la nieve, en mi casa nunca nieva, sólo nos llueve.
-¡Eh!
Un bolazo de
nieve.
-¿Susana?
-Te dije que
me llamases Su, idiota.
-Está bien.
Volveré a empezar. ¿Su?
-¡Hola!
-¿Qué haces
aquí? ¿No crees que es peligroso? Podría… dormirte.
-Si sigues
hablando lo lograrás. Dame un piti.
-Cógeselos a
Ted, lleva la cajetilla en la mano. Ten, fuego.
-Hmmm. Sabe
a gloria… ¿a qué te dedicas?
-Soy… Soy
violinista en una pequeña orquesta de mi país.
-No, idiota.
Aquí. ¿Qué haces?
-¡Ah! Uh. Eh…
miro… Miro a la gente pasar. No sé. Tengo algo de nostalgia. Estos tres ya han
caído.
-Sí… ya lo
veo. John, Teresa y Shiao también.
-¿Estabas
con ellos?
-No, con
Shiao. Me lo contó ella antes de recibir un balazo en la frente.
-Vaya…
pobre.
-Sí, claro.
¿Y qué les has hecho a esos?
-¿Yo? Nada.
-Venga.
-Se
durmieron entre ellos.
-¿De verdad?
-¡Vale!
Acabé con Ted, pero Ted con los otros dos.
-Ya decía
yo.
Hm. Siento
el cañón de su arma en mis costillas. Yo sólo no podía con ella, ¿para qué
resistirme? Me dormiría. Ella ganaría. Ella viviría. No me importaba, la miro a
los ojos y me alegra que viva. Sólo fumaba, sonreía y miraba la ciudad. Mi
última vista, no está mal, me gustaría ver las montañas pero no me quejo; esto
tampoco está tan mal. Lo único que me estaba matando era la incertidumbre.
¿Cuándo lo haría?
-Verás… ¿por…
por qué no podemos vivir los dos?
-¿Qué?
Eso sí que
me ha sorprendido.
-¿Por qué
sonríes? Te estoy apuntando con un arma, vas a dormirte. Para siempre. No
despertarás. ¿Lo entiendes? Nunca más. Dejarás de existir. ¿Por qué sonríes?
-Porque tú
seguirás viva.
-¿Eso es
todo?
-Eso es
todo.
-Estás muy,
muy cansado.
¿Yo,
cansado? Sí, podría decir que sí. Estoy realmente cansado. Me vendría bien el
descanso que había al otro lado de sus dedos. Frío metal pesado. ¿Cuándo
disparará? Lo estoy esperando.
-Sí. Estoy
cansado. Cansado de correr, cansado de este mundo. ¿Por qué no disparas de una
vez?
-¿Qué te
cansa del mundo?
-¿Eh?
-Dímelo.
-… por dónde
empezar. Que nadie entienda a nadie, mayormente. Creen que lo hacen pero tú les
has visto, vemos mejor que ellos. No se entienden, ni se escuchan, ni quieren
saber nada de los demás. Son egoístas. No soportan tener a nadie cerca, tienen
miedo, y no soportan su realidad. Luchan cada día contra el mundo. Un mundo que
creen controlar y comprender. Estoy harto. Si me duermes no volveré a ver al
mundo. El mundo me deprime.
-¡Pero, mira
a esos dos ancianos! Van cogidos de la mano. Se quieren. Hablas mucho, pero no
has visto casi nada. Te niegas a ver porque tienes miedo de que no te guste lo
que ves. Eres como ellos.
-No… yo…
-Cállate.
-Bueno.
-¿Qué crees
que me pasará? Ya sabes, cuando te… duerma.
-Ni lo sé ni
me importa.
-¡Oye!
-¿Qué? Vas a
acabar conmigo, no tengo por qué ser amable contigo.
-¿Y si
cuando acabe contigo acabo conmigo?
-Entonces
serás injusta con ellos.
Señalé a los
tres cadáveres que tenía tras de mí. Empezaba a cubrirlos la nieve.
-¿Y si estoy
cansada de este mundo?
-¿Entonces
por qué te metiste en esto?
-No… ¡No lo
sé! Quería estar viva. Quería… ya sabes.
-Sí… lo sé.
-¿Y si nos
lanzamos? Los dos. Ahora. Al vacío.