domingo, 17 de marzo de 2013

El chico sin Sol

Los comienzos suelen ser difíciles de escoger y más de elegir. Los matices son importantes me dijo un amigo. "¡Los pasos bien firmes y echa a correr!". Tenía siempre una tremenda ilusión en la mirada... a pesar de ser alérgico al Sol. Tiene muy buenos recuerdos de su infancia. Su principio no lo escogió él, no el primero, como tampoco escogió el último. 

El niño raro que no podía salir a jugar, el niño del paraguas negro cuando hacía sol. Ese era él. Ojeras, pálido, ojos del color de un río en primavera y un chubasquero fucsia. 


A él no le importaba, nadie se metía con él porque apenas salía de casa, vivía sus pequeñas aventuras como todos los niños, esos momentos de no estar con nadie salvo con uno mismo, descubriendo, descubriendo el mundo en el que estás. A veces soñaba con salir a fuera, otras veces estaba entretenido imaginando que su bañera eran los Siete Mares y su barquito de plástico era el buque insignia de la mayor armada jamás vista, la única tripulación que se atrevió a ir a buscar al todopoderoso kraken de los mares del sur... 

Los niños se relacionan entre ellos, con sus padres, con los parques y ciudades, con las piedras, el agua, el aire, los movimientos y al final con su misma soledad. Este chico sólo tuvo lo último y un niño se cansa más tarde o más temprano... Estaba harto de su casa, de la oscuridad en la que tenía que vivir siempre. Hasta un niño puede ser un inconsciente. Cogió su paraguas, se calzó sus botas de lluvia, se puso su chubasquero fucsia para niños y se dispuso como un pequeño aventurero delante de la puerta de su recibidor. Manoseó el manillar como pudo ya que apenas llegaba cuando para su sorpresa la puerta se abrió ante él y cayó al suelo. El sol y el golpe le cegaban pero adivinó tres figuras, dos se reían entre ellas y la tercera más pequeña se sorprendió y se tiró encima suya, parpadeó un par de veces y vio una chica de pelo castaño, coletas, sonriente y con muchas pecas que le abrazaba. El chico no había salido de su estupor cuando su madre le presentó a sus nuevas vecinas. 

Para cuando se quiso dar cuenta, su vecina era su mejor amiga, pasaban los días juntos y aunque seguían dentro de su casa a él no le importaba más, tenía una compañera de aventuras, era todo lo que quería. Su amiga le enseñó cómo encender la chimenea de su casa y por fin disfrutar de la disparidad de la luz y la sombra. Mundos nuevos para un niño. Nuevas realidades y posibilidades. ¿De qué? ¿A quién le importa? Ella le hablaba constantemente del fuego y lo hipnótico que es... de que su aroma es único, su color es vibrante como un corazón repleto de vida, su sonido chispea, su calor abraza y su recuerdo acaricia... 


Maravillosas danzas se movían melodiosamente en los ojos de una niña mirando el fuego. A él también le encantaba, quizá no tanto, pero adoraba quemar papeles cuando su madre no miraba, verlos retorcerse, hacerse cenizas y volar. "¿A dónde va todo? ¡Ahí a fuera!" Era perfecto, "la salida por la puerta grande", se decían. 
El tiempo pasó y los lazos se estrecharon, apenas pasaba un día sin que uno tuviese noticia del otro, eran ya chicos grandes, casi adolescentes, y el chico ahora salía más a la calle, siempre con su paraguas y su chubasquero. Ahora trepaba a los árboles, se caía en el barro, encontraba tesoros en los descampados como tuberías o chapas de botellas. "Aventuras de las de verdad", me contaba con ojos encharcados en destellos. 

El destino es predecible, las obsesiones a veces no son controlables, y los caminos inescrutables. La casa de su vecina ardió. Él no quiso saber la causa. Aquella noche fue de lluvia y lágrimas. Los llantos se escuchaban desde su salón y para cuando entró en sí después del shock la ambulancia no estaba, unos pocos bomberos quedaban asegurando el terreno y los vecinos se habían dispersado, tan sólo quedaba él en la calle... con su chubasquero fucsia... balbuceando imposibilidades... 


Pasó el tiempo y aunque lo superó no volvió a ser el mismo. Ahora ya cogía el autobús, tenía más amigos, frecuentaba locales de tarde, montaba en bici, salía sonriendo los días de poco sol y mucha nube... una vida "normal", donde ya no hay aventuras y hay cotidianidad, momentos, acontecimientos, hechos, historias, anécdotas y toda esa clase de cosas que un niño trata como nimiedades. Dando un paseo se chocó con una mujer en una esquina, ambos se disculparon; muy educadamente además. Al despedirse ella le dijo "No dejes de soñar, el fuego nunca se apaga". Él me decía con la voz y la cara que pone la gente cuando cuenta algo milagroso pero no quiere que le llamen loco que esa mujer, no sabía cómo, sabía que era su amiga, pero era mucho más mayor que él, "¡edad de tener marido e incluso hijos!" Me decía sorprendiéndose él mismo a medida que lo contaba. 

Llegó un momento en el que tuvo que marcharse de la ciudad, por motivos familiares, no incidió mucho en ello, y él que tenía que abandonar todo lo que ya era suyo y normal, se sentaba en los columpios de su patio de atrás, con su chubasquero fucsia. Mirando al suelo, "casi cliché" me dijo. Una señora mayor de apariencia muy amable y con pecas se sentó en el columpio de al lado, "¿Qué te pasa, cielo?", le dijo. Hay momentos en los que uno no le importa con quién habla sólo lo que está diciendo, este fue uno... le contó que ya no tenía esperanzas de nada, sólo le comprendieron una vez en su vida y esa persona falleció ya hace unos años, le contó que nunca tendría una vida normal por su enfermedad, le contó que apenas podía vivir, le contó que sonreír era cada vez más difícil... La señora se sonrío y le dio un papel con los bordes quemados, en él había un corazón pintado con ceras de colores, "Te dije que nunca dejarás de soñar, tontín", a él se le iluminaron los ojos pero negaba una y otra vez con la cabeza, pegó un salto, "¡¿Quién es usted?!" "La mujer que fundó una grandiosa empresa de chubasqueros, ¿qué te crees?" 
A él no le salían palabras, era todo tan... confuso. "Pequeño, el tiempo vuela, y cuando te quieres dar cuenta has cumplido todos tus sueños y ya no queda nada, ¿verdad? ¡Pues no! Cuando ya no hay nada más que soñar, cuando la esperanza se apaga y la llama deja de crepitar, ¡sólo se puede hacer una cosa! ¡Seguir soñando!" Ella comenzó a reír con los brazos en alto. "¡No lo olvides o me enfadaré de verdad!" Le guió un ojo, se levantó y se fue. 

Él... se quedó mirando a su café un rato, como si hubiese hecho una catarsis muy fuerte... No podía creérselo aún, ¿quién podría? Este chico, ahora ya un joven adulto, es de esas personas que siempre te sacan una sonrisa, se ha cruzado Europa en globo, actúa en varios teatros y hace muchísimo más, siempre dando lo mejor de sí. Es impresionante y... realmente vive sus sueños... 
Historias raras que consigo que me cuenten gente anónima en la cafetería de un aeropuerto, pero, sí, esa señora, fuere quien fuere, tenía la razón. ¿Por qué dejar de soñar si siempre se puede soñar más? No dejes de hacerlo tú, a ti ella no te conoce y no se puede enfadar contigo, pero yo sí. No dejes de soñar nunca. 

Este tipo.
Desde tu cafetería más cercana, callado. 
Historias irrelevantes

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