domingo, 24 de marzo de 2013

Diarios Perdidos

<<Tengo memorias muy buenas de mis veranos. Tenía vacaciones, eso siempre me gustaba; me iba de viaje, conocía otros sitios... aunque lo mejor de todo era ir a la antigua casa de mi familia. 
Mi familia tiene desde hace generaciones una casa en un pueblecito, alejado lo suficiente de la ciudad como para no verla y suficientemente cerca como para no aburrirte durante el viaje. Los viajes son importantes, a veces más importantes que el lugar al que se viaja. El pueblecito estaba lleno de leyendas de lo viejo que era, para un niño eso es un paraíso, había pocas casas, pero bastantes personas.
No había niños con los que jugar pero no me importaba, lo prefería así, siempre fui un niño bastante solitario encerrado en sus juguetes y sus historias. Por las tardes estaba en casa con mi familia o hacíamos tareas que me resultaban divertidas porque lo convertíamos todo en un juego. Mis padres siempre tuvieron mucha imaginación. Por las noches mi tía me contaba cuentos, era maestra, y, mientras, mi tío ponía la banda sonora en el salón con un piano de mi bisabuelo. Otros días íbamos a comer fuera, o nos acercábamos a la ciudad a comprar, o visitábamos pueblos vecinos y a veces venían mis primos a jugar. 
Aunque el recuerdo al que más aprecio le tengo son a las mañanas... 

Cada mañana iba a los bosques que rodeaban el pueblo, mi madre sabía que por aquí no había animales salvajes y que era muy difícil que me pasase algo. Los bosques son sitios fascinantes, parece como si cada uno guardase cientos de increíbles cuentos y leyendas. La primera vez que fui, fui con mis padres, entre los árboles vi algo moverse pero no le dije nada ni a mi padre ni a mi madre, al día siguiente, sin falta, me acerqué allí, quería saber qué era. Busqué por todo el bosque y no lo encontré. Y fui cada día durante una semana sin hallar respuesta... ni a lo que me pareció ver. El último día de esa semana, después de la barbacoa, algo tocaba mi ventana, cuando me desperté no había nada pero algo la abrió. Me asusté mucho, ¿quién no? Pero escuché un canto extraño, algo que no había escuchado nunca y que no puedo describir en este diario con palabras, pero fuere lo que fuere me calmó... mucho. Salí en plena noche sin que mis padres se enterasen, tan sólo cogí una linterna pero iba vestido con valor o tal vez inconsciencia, me adentré en el oscuro bosque. 




Cuando lo que sea que me llamó consideró que me había adentrado lo suficiente, volví a escuchar aquel canto y de entre los árboles que tenía encima vi un rostro sin expresión, colgado de manera antinatural encima de mío, como agarrado en espirales a los troncos, no sé cuánto tiempo estuve boquiabierto ni cuánto tiempo aquello se quedó completamente quieto encima mío pero tuve la sensación de que fue durante varias eternidades. De pronto, más ágil que el ojo humano, aquello se movió y se quedó delante mío, era mucho más alto que yo y sus extremidades ridículamente largas. Era feo. Mucho. Pero no sé por qué no le tenía miedo. 

Lo tenía delante, mirándome... muy fijamente y muy quieto. Instintivamente le di con la palma de la mano en la barriga, era dura, de madera. Como en una reacción tardía él se sorprendió y se tocó la barriga, después me volvió a mirar, alargando su cuello y quedando su cara justo delante de la mía. Le di con la palma de la mano en la cara. En otra reacción tardía aquello se irguió y saltó, dando una vuelta en el aire. Cuando cayó dio un paso hacia atrás, dudoso. Recuerdo que me acerqué y le di un abrazo... la inocencia, supongo. Ello, sorprendido, se subió a un árbol y no lo volví a ver aquella noche. Volví a mi cama y esperé al alba. 

Aquella mañana salí corriendo hacia el bosque, sentía que él seguía ahí pero no se quería dejar ver. De pequeño era muy ocurrente y salí con una mochila cargada de cosas, entre ellas una flauta dulce. Era y soy demasiado inútil con los instrumentos musicales pero acerté a tocar "Estrellita dónde estás", ello salió de entre la maleza y volvió a quedárseme mirando, desde la distancia. No sabía más canciones y la verdad nunca pensé en qué hacer después de tocar la flauta así que saqué unas galletas. Ello se me acercó un poco más, curioso; me comí una galleta, ello se acercó un poco más, dejé una en el suelo y me alejé un poco. Aquello se acercó a por la galleta, la vio bien, la aplastó y desapareció. 

Un niño no le cuenta todas sus aventuras a los padres, siempre piensa que lo que él vive es algo que no tiene relevancia y que sus padres siempre están haciendo cosas importantes. 


Al día siguiente volví al bosque una vez más, no sentía lo mismo que el día anterior así que me adentré más... y más, y más, y pronto no sabía dónde estaba. Un contratiempo menor para un niño el perderse sin remedio en un bosque, creo que lo peor de todo es que esto no es ironía. Encontré cinco piedras grandes colocadas como pilares que formaban una estrella, todas ellas cubiertas de musgo y antigüedad, cada uno con un símbolo diferente. No sabía que era, pero las copié en un papel, por si alguien que lee esto sabe qué son. Sería de agradecer. 

Seguí caminando y escuché algo muy pesado que venía hacía mí justo detrás mío, me di la vuelta y vi a aquello correr hacia mí, del susto me tiré al suelo y ello paró en seco. Traía un saco grande de tela que tiró delante de mí, lo abrí y estaba repleto de galletas. No sabía ni de dónde las había sacado ni por qué me las daba pero sí sé una cosa: los niños se llevan todo a la boca. ¡Estaban riquísimas! 


Cada mañana vivía una nueva aventura con aquello, creo que fue mi primer y más preciado amigo. A medida que me hice mayor cada vez iba menos a aquel pueblo y al final, cuando mis abuelos murieron, mi padre y mi tío vendieron la casa y no volví por allí. Era una pena la verdad, me lo había pasado tan bien... 
Y tú, mi diario, te preguntarás por qué no cuento esto a los medios y al mundo. A decir verdad los recuerdos de aquello los tengo muy borrosos y ahora mismo no pondría la mano en el fuego para decir que aquello realmente existió y era tangible, la imaginación de un niño es muy poderosa y pudo haber sido un amigo imaginario. 


Pero... que aquello no fuese cierto no significa en absoluto que lo que yo sintiese no fuese completamente cierto.>>

Diarios como este están por todas partes. Este lo encontré en una antigua casa que alquilé un verano. No creo que fuera la misma casa porque aunque antigua y restaurada, ésta estaba rodeada de edificios y no había bosques, sólo gran parque con una escultura de cuatro pilares extraña. Creo que es arte moderno. 

Anónimo
Desde mis sueños hasta tu pantalla
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2 comentarios:

  1. El niño que deja de ser niño es una persona que muere, y en su lugar nace otra. Los recuerdos que tenemos de esa vida anterior son como los que nos ha contado otro.

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    1. El cambio real. El que destruye lo viejo y construye lo nuevo... Y me encanta lo último que has dicho, de veras

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