lunes, 25 de noviembre de 2013

La pequeña historia de Tarta

Esta es la Luna con la que Serafín me dará su vida. Bajo esta Luna Serafín perderá su vida. Hay cosas de esta vida que no me parecen justas, pero no Serafín, él no, siempre cumplió, cumple y cumplirá lo que promete. 


Es de noche y estoy en mi cuarto, miro la lluvia por última vez antes de cambiarme. Hoy llevaré la ropa de interior de encaje, la que me regalaron cuando dejé de fumar cosas que no fueran tabaco, es preciosa y una a veces quiere sentirse preciosa como la Luna. Cuelgo el móvil, me echo perfume y perfilo de negro mis labios, sombra en los ojos, palidez fingida y que no falte mi bombín. Nunca supe muy bien qué fui ni qué soy pero consigo copas gratis. 
Salgo y ya no llueve, mejor para mis botas, el aire sigue húmedo, puedo notarlo en mis labios... el aire de ciudad casi nunca está así. Hay noches especiales. 
Después de coger dos autobuses y haber atraído suficientes miradas llego al club que me dijeron mis amigos, estaba un poco lejos pero me dijeron que merecía la pena. Media hora más tarde estoy dentro donde me parece haberme teletransportado a un planeta gótico o a una fiesta de Halloween muy cara, el ambiente es bueno, el local es agradable y no hay muchísima gente, mis amigos tenían razón. Ojalá estuviera aquí Serafín, no me hace falta mover la boca para hablar con él. Me han dado una bebida extraña, está muy rica pero se niegan a decirme qué es. 


...~


Qué dolor de cabeza... Ah... Y estás no son mis sábanas... Otra vez no... Otra vez no... Soy gilipollas. Ay... voy a levantarme sin hacer mucho ruido, con el tiempo me he convertido en una maestra del sigilo, o eso pienso siempre que ando de puntillas. Escucho la sábana moverse a mi espalda, no, no, no, no... No pasa nada, sigue dormido. Joder, qué feo es cabrón. ¿En serio, Tarta, en serio he acabado con este tío? Menos mal que no lo recuerdo pero noto que he vuelto a perder mi virginidad y ya van seis veces, joder, tengo que dejar de salir, este es el límite. A ver... mi falda, ¿dónde está mi falda? Aquí. Un momento, mierda, llueve. Que le jodan, a ver qué tiene en el armario... ¡Já! ¡Un chubasquero! Perfecto. Ahora con cuidado abro la puerta... 
-Vaya... ugh... nochecita... 
¡Mierda! Tarta tranquila, Tarta tranquila... sigue dormido el muy imbécil. Joder. ¡Qué susto! Merece un castigo. A ver qué tiene en los cajones. Tiene un poco de dinero por aquí... una bolsita de polvo y un tarro rojo. ¿Por qué no? Él se ha llevado mi virginidad. Cuidado al abrir la puerta, cuidado. Bingo. Libre. A ver, Tarta, ¿dónde estamos? Creo que esto me suena, voy a llamar a Susana, creo que vive por aquí. 
-¿Sí? Buenos días princesa, soy Tartita... sí, sí, mira, ha vuelto a pasar... Exacto, y estoy en un barrio que me recuerda mucho al tuyo... A ver, pues un banco naranja, un edificio de oficinas con los cristales destrozados y creo que abandonado... Sí, también está el graffiti de la flor y la chica de las rastas... ¿Sí? ¿De veras?... Joder tía, gracias, te quiero, gracias.
Susana es la mejor, ahora tan sólo tengo que esperar a su coche entre la lluvia.
-Oye tía...-escucho alguien a mi espalda- ¿Sabes dónde puedo encontrar a alguien que me dé lo que te han dado a ti?-¿De qué coño habla?
-Macho, yo no me meto nada.
-Y una mierda que no, tienes sangre en la nariz, los ojos azules y una marca en el cuello. Sé lo que has hecho, no quiero que me digas quién te lo ha dado, quiero que me digas dónde me pueden dar a mí. -¡¿Qué cojones?!
-Tío, de verdad, me acabo de despertar aquí, no sé qué he tomado o quién me lo ha dado o qué mierda me han metido dentro, sólo quiero volver a casa, ¿vale? 
-En serio. DÍMELO. Tienes que decírmelo.-Joder, esto no me gusta.
-¡Que no lo sé!
-¿Te crees que me voy a creer esa mierda?-Ya sé, no me andaré con rodeos, que sea lo que sea.
-Tercera planta, letra E, ahí está quién me lo ha dado.
-¿Sí? No me gusta que me engañen perra, vienes conmigo y si no es verdad... vas a sufrir un poquillo...-Acaba de sacar un cuchillito, no es muy grande pero si lo hunde en mi garganta dará igual.
-¡Eh! ¡Tú! ¡Pedazo de gilipollas! ¡Suéltala ahora mismo!-Gracias al cielo, es Susana.
-¡Vale, vale! Tercero E, ¿no? Suerte chiquilla, suerte.
El hombre se va por el callejón y yo me subo al coche de Susana comiéndomela a besos, ella sabe lo mal que me sientan estas situaciones. Antes de preguntarme sobre qué me ha pasado me dio su típico sermón, el de siempre, que si me excedo demasiado, que si debería controlarme porque tengo mis responsabilidades, lo de siempre. Luego ya fue al grano:
-¿Mereció la pena?
-No sé... casi no me acuerdo de nada y el tipo no era gran cosa o eso me pareció esta mañana...
-Joder Tarta... Ya sabes qué te toca. Ya sabes por qué aún vives, dale las gracias a Serafín por última vez, por favor. 
-Pero... ¡Susana! ¡Sólo han sido seis veces! 
-¿Y? ¿No crees que ya le has hecho sufrir bastante? Mierda de sol...-Noto como el brazo se le quema un poco- Odio los días tan soleados...-Sube la ventanilla tintada y guarda silencio, como si la luz la hubiese hecho olvidarlo todo, me da esa redención. Que piense lo que quiera, no me arrepiento de lo que hice, Serafín lo comprenderá, siempre lo ha hecho. Pero Susana tiene razón... ya van seis, si me volviese a pasar, ¿qué ocurriría? ¿De verdad me pasará lo mismo que a mamá? Yo sólo quise ser querida pero para un bicho raro como yo eso muy difícil. 


Invité a Susana a mi casa pero se negó a salir del coche, la entiendo, quizá su maldición sea peor que la mía. Suspiré mucho antes de entrar en casa, casi cada paso. Miraba a aquella fría fachada de hormigón y madera, de vidas tristes, de vidas recluidas a ser lo que son. Había llovido. Piso los charcos y antes de entrar... lloro... por penúltima vez. Esta es la noche en la que Serafín me dará su vida. Bajo esta noche Serafín perderá su vida. Mi casa está tan revuelta como siempre... mi pequeño piso. Lo recojo, lo limpio, nunca lo había hecho, o quizá sí, no me acuerdo y no me importa no recordarlo. Todo pasa como a cámara rápida mientras Serafín me mira, intrigado, desde la lámpara del techo. Sabe qué pasa pero no lo quiere admitir. Cuando acabo vuelvo a mi cuarto, me siento en mi mullida cama, me siento como en una nube, me agarro los calcetines y me hago una bola. Serafín se asoma por la puerta, sube a la cama y se me queda mirando. 
-Sí, estoy llorando. ¡Ya sabes qué pasa! 
Serafín se rasca una oreja y me sigue mirando. 
-¡Agh! ¡Es como hablarle a una pared!
Me doy la vuelta y deshago mi bola, quedo estirada boca abajo con mi cara hundida en la almohada. Serafín se me acerca.
-Mmmpfffhfhffmmmm fmfmmmmffhhmmm
No creo que entienda nada de lo que digo con una almohada por cara. 
-¡Serafín! 
Le abrazo, le abrazo hasta que no me queda más amor dentro. ¡Ya basta Serafín! ¡Ya basta! ¡No volverá a ocurrir! ¡Oh no! 
Dejo a Serafín en el suelo, confuso, se lame una pata y se peina. Me pongo en cuclillas delante de sus bigotes y le beso la nariz, me hecho el pelo detrás de la oreja, me levanto, sonrío. Creo que lo hago de verdad. 
-Serafín, por fin serás libre de esta pesada carga. ¡Alégrate! ¡Rápido! ¡Antes de que nos vea la Luna!
Serafín se acerca a mí, como las últimas cinco veces, esta es la sexta. Cojo la pequeña cuchilla de afeitar que llevo siempre encima, la vuelvo a sentir por sexta vez en mi brazo y dibujo un círculo de sangre a su alrededor, Serafín, perdóname, Serafín, te quiero, Serafín, nunca te olvidaré. Ahora decide pequeño Serafín. Sabía que te quedarías en el círculo, pero a mí no me vale, no señor, he sido la peor amiga del mundo Serafín, y ya estoy harta de todo esto. Lo agarro, me levanto, cojo unas galletas y un café, el abrigo, un gorro y subimos a la azotea, ¡que nos vea la Luna! 
La noche cae, la noche nos envuelve. La Luna sale y espera a estar en su punto más alto para verme, desnuda, mortal, humana. Le doy otra galleta a Serafín, quiero que sonría. Él está en el muro de la azotea y yo me dirijo al centro de ésta, entre media docena de antenas. Extiendo los brazos, respiro, miro al cielo...
-¡Luna! ¡Soy Tarta! ¡Y ya no soy lo que era! ¡¡Tómame o déjame ir pero no pienso cambiar!! ¡¿Me oyes?!
Lentamente... me deshago... noto como mis piernas desaparecen y como entre sueños e ilusiones miro por última vez a Serafín que se acerca andando lentamente a mí, se queda sentado, admirando como desaparezco entre luces que no estoy segura de que comprenda. Le acaricio y según lo hago mis dedos desaparecen, él sonríe, no sabe qué está pasando. Adiós Serafín. Esta pudo ser la noche en la que me dieras tu vida. Bajo esta Luna tú serías mi salvador. Hiciste más que suficiente Serafín, no me des más vidas, eres el mejor amigo que tuve. Adiós, soy Tarta y desde ahora y hasta siempre te veré desde el cielo porque siempre fui lo que soy, una estrella fugaz que pidió un deseo. 

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4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! >////< Eres el primer comentario en meses jajaja

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  2. Tenía tu tweet con el enlace a este relato abierto entre mis decenas de pestañas, por fin me he dignado a leerlo.
    Impresionante. ;-;

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    1. ¡Gracias! Esta chica me cayó genial, no sé dónde la conocí, quise saber su historia y esto encontré

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