sábado, 8 de marzo de 2014

Un bosque blanco, un cuerpo desnudo y una llama negra


Una vez entré en muy lejos. Una vez caminé por un bosque en el que sabía que había lobos blancos como la nieve, nieve que recorría el infinito bosque cuyos árboles estaban juntos y separados al mismo tiempo. En un claro entre los árboles estaba yo, quieto, abrazado a ella. Abrazado a Soledad. Soledad tenía manos que brillaban, sus dedos eran afiladas cuchillas que deslizó por mis costados en su abrazo rajando mi piel en tiras, mis músculos deshilados, y mi sangre caía al frío y blanco de la nieve. Sus manos acabaron su abrazo clavándose en mi espalda. Ella va envuelta en una capa azul. Está fría y recubierta de nieve. Sigue nevando en el bosque. Nadie ha logrado escucharme, nadie ha logrado caminar por él. Quizá porque los lobos lo protegen. Sé que están en el bosque pero nunca los vi. 
El tiempo ha pasado y mis heridas se han curado encima de sus dedos. No me moveré o se abrirán. Si me muevo y me libro de su abrazo me perseguirá, me perseguirá siempre, y cuando me encuentre llorará y me volverá a abrazar tras su grito espectral. Sólo a la dama Muerte me podrá entregar. Sólo ante ella responderá y mi cuerpo cederá. Ojos cerrados y un último aliento. Diré "Mazapán" o alguna tontería más. 

Mi cuerpo es frágil y es delgado. Mi cuerpo es sensible al dolor. 
Nadie lo corta, nadie lo hace sangrar. Nadie ha querido hacerlo, ni yo mismo sería capaz. Mis brazos son alas negras con las que proteger a quienes se caen de un barco en alta mar. Me pongo un pico de cartón para que nadie me pueda besar. Tengo responsabilidades, compromisos pasados. Me desvanezco en la locura hormonal y termino en donde sólo los dioses del destino saben que acabo, lo sé antes de empezar pero, *chst*, calla, no lo vayas a estropear. 
Cuelga de un hilo, un hilo muy fino, es la cabeza de un antílope negro y cornudo que no deja de mirar a donde los caminos nunca conducen. Miran a su alrededor y vieron entre las sombras el fuego oscuro. 
En la penumbra. En el Vacío, allí nace lo que la voluntad misma es. Donde ya no queda nada sólo ahí puede nacer la voluntad. Voluntad capaz de iluminar miles de caminos. Voluntad capaz de quemar millones de vidas. Voluntad capaz de calentar millares alientos. La oscuridad donde sólo el ser humano puede construir a partir de su mismo fuego. Caminar a oscuras, de noche, bajo las estrellas que él sabe mirar. ¿Qué digo ahora? Ya no lo sé. Terminó el viaje por hoy, ha sido raro. Hasta luego. O quizá no.

Yo mismo
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2 comentarios:

  1. Enseñame ese bosque.

    Mariposa.

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  2. Me gusta muncho muncho. Está muy bien (no importa que no sea un relato, es como un poco de poesía pero en prosa)

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