martes, 15 de abril de 2014

El Viejo Tuercas

Me contó un amigo que cuando eramos pequeños muchas veces nos perseguía el Viejo Tuercas. Nunca supe muy bien qué era exactamente el Viejo Tuercas. Mi amigo siempre me contaba cosas horribles, el Viejo Tuercas raptaba niños para fabricar tuercas con sus huesos y cosas similares, no sé, los niños dicen cualquier cosa de mutilar y trocear y ya imaginan a Satanás hecho en vida. 
Vale, te contaré más del Viejo Tuercas. A ver, por lo que fuimos sabiendo con el tiempo, el Viejo Tuerca no era humano, quizá no del todo, era mecánico pero de una manera peculiar. No era el hombre metálico por excelencia, sus piezas estaban hechas de hueso. Hueso humano. Mi amigo nunca llegó a revelarme cómo hacía esas piezas, me imagino que hacía una amalgama fundida con algún otro material y mediante moldes se fabricaba sus propias piezas. Sé que tenía un cerebro y un corazón humano, de hecho el corazón lo llevaba al descubierto. Sus ojos eran brillantes y aterradores y su sonrisa era atemorizante. Ver al Viejo Tuercas te quitaba el hambre, eso seguro. 
¿Qué? Ah, sí. Sí, nos perseguía, además no era difícil de ver. Iba en bici, lo cual no era normal, y más insólito aún es que llevaba un abrigo largo, uno de estos horteras y típicos de cazatormentas. El viento le mecía el abrigo hacía atrás y de lado, montado en aquella vieja bicicleta, era una figura la verdad que bastante cómica. ¿Eh? Sí, sí lo vi. Varias veces incluso. Pero sólo muy de vez en cuando y por el rabillo del ojo, una visión fugaz. Siempre era un destello. Era como un depredador acechando. Menos una vez. 
Ehm, sí, pasó que, a ver cómo lo explico. Mi amigo y yo nos tomamos los del Viejo Tuercas muy en serio, todos los niños del barrio lo hacían a pesar de que ninguno había muerto ni nada parecido, como es normal. Pero nosotros quisimos desmentirlo, ya desde pequeños teníamos madera de periodistas, mi padre lo decía, que eso se lleva en la sangre... Ah, sí, me desvío. El caso es que nos metimos de lleno a investigar sobre el Viejo Tuercas y acabamos viendo un patrón en sus movimientos acorde con los avistamientos proporcionados por los niños de la zona. Entonces lo vimos y lo seguimos hasta una zona alejada del pueblo. Sí, claro, ahora sí que pienso que fue una medida un tanto precipitada pero qué vas a hacerle, quiero decir, un niño se ve capaz de comerse el mundo, un asesino no le da miedo si se siente preparado para enfrentarse a él. 
La cosa es que llegamos a una casa abandonada en las afueras, sin cristales, medio derruida y con graffitis por todas las paredes. Estaba atardeciendo por lo que nos apresuramos. Vimos que se encendían unas luces dentro y nos cagamos de miedo pero mi amigo me sujetó, no quería que me perdiera esto. Acto seguido vimos salir al Viejo Tuercas con una vela en un platito de cobre. Oh sí, sí que me acuerdo de aquel cabrón, su cabeza era una directamente una calavera pero algo extraña, tenía partes de cráneos de vaca, y su figura era espeluznante, encorvada y retorcida. Levantó la vela y creo que nos vio pero pasó de nosotros. Mi amigo corrió tras él y lo tiró al suelo. Yo me fui corriendo con los pantalones mojados. 
-Me encendí un cigarro y tragué un poco más de aquel whisky barato-
No me siento orgulloso, la verdad. Pero, ¿qué voy a hacer? Años más tarde me diagnosticaron esquizofrenia porque nadie recordaba a mi amigo, ni siquiera sus padres, decían que nunca habían tenido un hijo y claro, era yo el loco que había imaginado a un chaval durante toda su infancia al igual que toda la historia del Viejo Tuercas porque cuando llegaron a la casa abandonada no había nada, nada salvo un par de litronas vacías. Y... yo qué quieres que te diga...

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