martes, 22 de septiembre de 2015

Que vienen los lobos, y ya no me acuerdo de a por quién

Escribir a veces para nada más que escribir, para ver dónde acaba uno que quizá acabe lejos donde ya no da el sol de las luces perdidas. Las muletas se nos caen de los pies cuando queremos perder el miedo a volar y las plumas no sujetan los pesos de las cargas invisibles parte de nuestro estilo de vida, tóxico para los amantes del amanecer en las lunas hijas de los Saturnos varios y el cielo de las campanadas veraniegas donde los cañones y los orgasmos fríos. 

Esto quizá no tenga sentido para quien lo lea o quizá todo el del mundo y yo sólo puedo dar las palabras que llegan. No pido ni identificación ni les pregunto por la velocidad que tienen en la cartera, ¿quién se para a contar hoy día? Mejor contar nubes, de las que no quedan cuando hace sol en invierno. Y entonces las alas de las mariposas se transforman en los aperitivos de los que nacen siendo adultos de la vida que no ha vivido nadie porque no existe más allá de unas montañas olvidadas en canciones romanas y mitos hititas. 
Sigues caminando para no ver tus huellas pero te pierdes si no te pisas el cuello, mejor ahogarse que enfrentarse a la horca, quizá una patada de fuego en el corazón de las víctimas de la mentira despierte a los momentos olvidados en algún barco hundido en los mares de las lágrimas de los desamorados que lloran en sus ventanas, perdición y tempestad. La tormenta arrecia y borra tus huellas pero los lobos pueden encontrarte. Corre, quizá oso, porque la sangre es ígnea y no hay agua sólida en las llamas líquidas de las huellas de tus predadores. ¿Quién te preda? ¿Quién te depreda? ¿A quién te comes, hijo de puta? Salta, corre y vuela, porque las velas se apagan y no querrás que sea en tu turno, guardia, guardia de los tesoros que nadie quiere. Trabajo de los inútiles de oficio que se creen peores que la tierra y menos sabrosos que las lombrices pero todo se lo puede comer una cabra, ¿no? 

El camino se hace empinado, ¡no temas! La vida sigue, ¿no? Y qué. Quizá una cerveza en el culo de una prostituta te anime, porque quizá tu fuego no sea de verdad, quizá sea confeti de naranjas, amarillos y rojos, que de lejos todo se confunde y ves fantasmas que el pasado te ha enterrado y te empeñas en cavar con pala y pico, con montaña y bisturí. ¡Tiradores a sus puestos! No puedes comerte el corazón de los hombres, no lo intentes, está duro y a veces no está, otras es de cenizas, otras puede caminar. 
No hay consejos para los que caminan por los desiertos rosas, ¿y sabes por qué? Cuando la vida se precipita como un tifón sobre las casas de tus aldeanos en las historias de tus nietos que te contaron en el presente del baúl del sótano de arriba, es entonces cuando la vida toma colores que no habías visto, quizá haya sangre en tu cara y la gente grite "¡qué se muere!". No eres un tentetieso, no puedes ser de madera, lo siento. Quizá montando en los caballos del extremo límite del cosmos ontológico kantiano te anime, pero sólo con ese helado de teléfono que tanto te gusta. Frío como tus dientes al morder el deseo que puedes concebir. No temas, eres normal. Folla, quizá arranca, despedaza con tus garras los pocos sueños que a algún idiota le queden, si quieres. A mí no me buscas, yo ya acabé con ver los terremotos del final de este mundo que tú llamas cocina, que yo llamo "no me importa una mierda". Tomaré zumo, con dos cañitas y quizá una verdura en tempura. Pero no dos. Que te rajo las naranjas. 
Azul es otro color. 

A lo que iba. Los lobos están llegando pero la nieve tapa el camino, se oyen sirenas, las sirenas del mar y las de los coches de autoridades, que ellas han tomado el poder y se ocupan de apagar los fuegos de vientre, esas mariposas no vivieron mucho, ¿no crees? Menos contigo. Menos aún conmigo. Pero siempre está bien sentarse bajo un tren y verlas venir, verlas venir como si no vinieran nunca. Traételas, pero en paquetes de seis y luego ya si eso ponemos algo de música. 
Perdido y perdición. Olvidado y olvido. Pero qué tontos sois. 
Y al final no entendiste una mierda. Pero qué más da lo mejor es que algo pasó. Y ese algo nos ha llevado a la nieve. Una nieve que cala hasta los huesos y crea gangrenas en lo que ya no necesitas, rómpetelo que ya no sangra, idiota. Pero rápido antes de que me canse de sostenerte el café. 

Solo queda rodar ladera abajo y tendremos un trato. El de las nubes cotillas y las estrellas auditoras. Firma en mi piel y no te preocupes por arrancar de más o por usar la sangre para subrayar. 

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Historias Irrelevantes.

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