lunes, 23 de julio de 2012

Edrielle

La rezaban, ¿quién era?

Un artista, un bohemio de hace mucho tiempo, había tirado sus últimas obras a la basura. Había pegado puñetazos a la pared y se sentía vacío, apático. La frustración le recorría el espinazo.
Recorrió su casa mientras apagaba todas las luces, acarició la encimera, colocó los cojines del sofá, desconectó la televisión y por fin se sentó apoyado en la pared de su cuarto para ver por la ventana el cielo. Se mesó la barba, el color le había abandonado, la creatividad no estaba de su lado y la imaginación se había largado.
Una vez más, frustrado. No quiso ser un genio, no quiso sorprender, no quiso dinero, no quiso crecer. Vivió según le dictó su esencia.

A veces, los caminos del destino son misteriosos, cómo nos cruza y vuelve hacer andar lo andado, cómo nos muestran varios caminos que acaban como afluentes en el mismo o cómo nos pone niebla a cada paso que damos.

A veces, vemos como la vida se empieza a convertir en un drama de lo absurdo cuya única respuesta es reír. Tendemos a fingirlo todo para darle sabor a la sopa en la que nos encontramos y que la vida sea más llevadera. Pero, ¿y si no fingimos? ¿Y si es verdad? ¿Y si es verdad que aquella noche, a aquel artista, su creatividad se esfumase, se apagase, dejando a un ser gris y hueco en el rincón de su propia cárcel?

Ese mismo tipo subió a su tejado, un tejado simple, el del típico edificio de pisos, un bosque de piedras y antenas desde el que ver los tejados vecinos. El artista se apoyó en la pared, tosió un par de veces, miró a la Luna y allí se quedó... ¿esperando una respuesta quizás? ¿Esperando un milagro?
La Luna es suya propia, es caprichosa y a veces nos concede lo que queremos, si es de verdad lo que amamos.
El hombre puso un pie en lo alto del muro, después el otro, erguido contempló la ciudad delante suyo, aspiró bien un último pedazo del aire que vería en su vida, miró al cielo, volvió a hinchar los pulmones, expandió sus brazos todo lo que pudo, cerró los ojos, sus cejas temblequearon y una última mueca de terror inundó la cara del pobre artista... sintió que el viento le besaba y abrazaba, momentos más tarde calló por siempre en las frías y ahora sangrientas baldosas de la calle...
Frío, sudor frío, temblores, el suelo se siente más frío que nunca pero no sabe si es él o es el propio suelo, va al baño, se mira al espejo y se ve pálido, muerto. Un mal sueño. Su mano va a sus ojos que acaricia entrecerrados mientras vuelve a la cama, de camino ve unos cuadros en su basura, se mesa la barba y saca un par. Los pone en sus caballetes y saca sus pinturas. No durmió esa noche. Nunca más volvió a acostarse sin sonreír.

Los atlantes la rezaban, la diosa oculta, la diosa que besa con la imaginación, Edrielle del este... 

Anónimo
Desde mis sueños a tu pantalla
Historias Irrelevantes

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