domingo, 29 de julio de 2012

Pañuelos de mujer

La conocí en un bar... lejos de cualquier clase de civilización pacífica. Y sobre todo, pulcra. Un bareto de mala muerte como dirían los sibaritas. Cuando entré encontré nada sorprendente; un borracho que se apoyaba babeando en el cristal de la ventana; un par de tipos discutiendo qué equipo de qué deporte le partiría el culo a la madre del otro mientras escupían testosterona, sudor y las babas que les provocaba la cerveza barata; un mar de colillas apagadas en un suelo que parecía rascado con las almorranas de Satanás; la típica camarera canosa, cigarro en mano, con cara de asco y juraría que tenía un cubo en sus pies donde escupía por cada mirada que le echaban, y un par de excrementos de la sociedad más. La vida de la calle, dicen, que es muy dura. ¿La harán ellos dura por su propia resignación? No sé. Aquella noche era un columnista de un periódico local que no le importaba a nadie, buscaba tan sólo una noticia. 

La vi en una esquina... tomaba un café y parecía tranquila en ese ambiente. Tenía un flequillo rojo que le acariciaba la frente, un pelo largo, lacio y negro que colgaba como la cera de las velas en sus hombros, una cara lisa y suave, los ojos claros como la Luna y un piercing en la ceja. Me pareció que si quería una historia allí podía preguntar a ella. Tenía dieciocho años. Me senté enfrente suyo, dejó de mirar a la ventana y me miró con sus grandes ojos con cara de desconfianza, nerviosamente le dije quién era y lo qué hacía, no pareció muy sorprendida y yo parecía un completo estúpido. Al fin, sonrío. Pedí un café cortado y le invité a uno. "Nunca nadie se fijó en mí sin más" me dijo. 
Me fijé que de su cuello colgaba una cruz de plata invertida, tenía marcas de cuchillas en sus muñecas y su cara, aunque alegre, mostraba cierto odio... no supe hacia qué. 

Encontré en ella una voz suave y tímida... sorbió un poco de café y me contó su historia. Parecía que quería deshacerse de su pasado pero a la vez, quería guardarlo en una cajita y llevarlo siempre consigo. Me costó muchas preguntas pero saqué en claro su pasado. Ella vivía en casa de un parado, una ama de casa perezosa, un gamberro de tres al cuarto y un drogadicto. Su padre, no era amable con nadie de la casa y mucho menos con ella por ser una mujer, "débil incluso para una mujer" decía. Su madre dejó de ser un ser humano hace mucho. Sus hermanos, ambos mayores que ella, despojos sociales. Su infancia estaba turbada por muchos problemas emocionales en los que no quiso entrar en detalles. Cuando mencionó a su padre rompió a llorar, me puse a su lado y la di un abrazo. 

Vi unos labios suaves que me decían gracias... movió la cucharilla dentro de su café y siguió hablando. Cuando tenía unos catorce, quince años, estaba llorando en un banco. Se había escapado de casa después de que su padre la pegara y sus hermanos no parasen de reírse. Un chico muy bien vestido se acercó a ella para consolarla, la sonrío y la trató como un caballero. Esa noche perdió la virginidad. 
Pronto entró en la vida de este chico, él era un ferviente creyente de la fe cristiana. La iglesia a la que iba la regía un tipo que dictaba sus propias creencias no las que supuestamente dicta su orden, sin embargo, "hablaba confiado y con energía y eso es más que suficiente para que tenga credibilidad para muchos", eso me dijo ella. Pronto fue presentada a él, la miró de arriba a abajo y cuando le contó sus problemas familiares el hombre insistió en acogerla en su iglesia. El chico parecía encantado. La primera semana fue de las mejores en mucho tiempo, "había encontrado algo especial", me dijo. 

Se mordió el labio de rabia... "hijo de puta" dijo entre dientes en voz de baja mientras miraba por la ventana. Una noche mientras dormía se encendió la luz de su cuarto y vio a aquel hombre en calzoncillos, abusó sexualmente de ella pero sin penetrarla y con el consentimiento de ella, cada vez que lo hacía le regalaba un peluche. Es difícil de comprender para un urbanita como yo, sin embargo, para una chica que sólo encontró algo en su vida en aquel edificio gracias a ese hombre le pareció lo más correcto que podía hacer. Pronto tenía su cuarto lleno de peluches. Cada vez que entraba podía verlos... "a veces incluso los miraba pensando en cuál me regaló por dejarle correrse en mis pechos", decía con tono de asco. Una noche el hombre quiso penetrarla, ella no quería y no quiso nunca. La chica acabó con la nariz rota, la almohada con manchas de sangre... mientras lo recordaba paró un segundo para contener el vómito y no quiso dar más detalles...

Volvió a llorar... se llevó un beso mío en su mejilla y una sonrisa de estúpida comprensión y empatía, aunque me era imposible empatizar con ella. Quiso escapar esa misma noche, pero la puerta estaba atrancada así que rompió la ventana, se tiró desde un segundo piso a una fuente, se torció un tobillo pero consiguió escapar. Desde entonces vivió por este barrio, de vez en cuando se prostituye para poder comer y acudió al desespero varias veces, pero nunca tuvo agallas. Lleva tres años vagando por aquí, siendo un trozo de escoria más por culpa de una vida que ella no pudo elegir. Esa noche hizo el amor por primera vez en su vida. No sé dónde estará ahora, cinco años después, puede que buscando alguna vena que no se haya pinchado, puede que violada y asesinada por deudas que no pueda pagar o puede que le haya ido mejor. La realidad a veces te pega bofetadas, patadas y después da por culo a todo lo que te quedaba. Aún así, seguimos intentando vivir... el ser humano es extraordinariamente gilipollas. 

Ahora que puedo hablar sin tapujos... os diré que las historias tienen un corazón, que son leyendas, realidades ficticias, esto que acabo de relatar ha salido de una cerveza a la una de la mañana en un porche de una casa de verano, pero en algún lugar puede estar mi chica y eso no lo puede negar nadie. Las leyendas tienen un corazón muy real, pero a veces sólo vemos algo frío y objetivo para decir "pobrecillo, al menos yo no estoy tan mal" y alegrarnos para poder vivir en la mentira real que queremos vivir. Pues mira, yo prefiero vivir mi chorrada alocada a la que llamo mi vida

Anónimo
Desde mis jodidos sueños hasta tu pantalla de sibarita
Historias Irrelevantes


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