domingo, 12 de mayo de 2013

Mapas de estrellas

¿Crees en la eternidad? ¿En el destino? ¿Cómo puedes hacerlo?

Improbable.

Eso me dijo ella la última vez que la vi, no podría ser una mejor respuesta de alguien como ella. Cierto es que tiene su parte de razón, ¿quién podría creer en la eternidad de las cosas? ¿En la eternidad de un nombre? ¿En la eternidad de una acción? ¿Quién podría creer en la eternidad del amor?

Si a mí me preguntas... Tengo tu nombre, tu quién, y es una respuesta la mar de sencilla he de decir: nadie. Nadie puede creer en la eternidad, porque quien dice creer se equivoca, no lo cree. Lo Sabe.
Son esas cosas de las que el ser humano no es capaz de escapar, no del todo, porque está encima de su control. El destino no es más que una ilusión, el destino está marcado en todas las estrellas que hemos pisado, y son muchas. Guiarse por ellas no es ningún error porque tú mismo las pusiste ahí.

El viejo Zarf lo sabía muy bien. Era un esclavo de las tierras del norte, mucho después de la caída de todas las civilizaciones hoy existentes, fue después de la guerra entre los progenitores y los influyentes y un poco antes del cuarto resurgimiento que ellos llamarían primero. ¿Cuándo, preguntas? Tranquilo, no vivirás para conocer al viejo Zarf.

Tienes que saber que todas las realidades del hombre, del espacio y del universo están ligadas a una cosa: la naturaleza y ella trabaja con patrones, patrones invisibles al hombre, patrones preciosos para lo inmortal. Los sueños, los deseos, los destinos y las estrellas no son más que patrones, repitiéndose una y otra vez a lo largo del espacio y del tiempo. Traen alegría, traen tristeza y a veces traen caramelos. Las liebres correrán por el monte y por el mar las sardinas y... Tra. La. Rá.

Este tipo
Desde tu cafetería más cercana, callado
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