jueves, 9 de mayo de 2013

Las memorias de un momento

Durante mis viajes he encontrado a tipos interesantes, por supuesto. Algunos más que otros, eso es evidente. Pocos como el señor Bramsüflher. Esta es su historia, y por su bien, atento amigo, le llamaré Bramie(así le llamaba yo), porque sé que Bramsüflher es el nombre más olvidable que probablemente lea hoy.

Sitúese en Norcorea... perdón, esta información no le sirve. Sitúese en el año 1215 después de Metatron... Esto tampoco le sirve demasiado, ¿verdad?
Está bien, probemos con: sitúese en un bosque donde la magia que usted conoce de los cuentos es cierta, donde las hadas se han encarnado en sirenas hambrientas por la animal carne, donde los centauros, ya no tan extremistas, residen en ciudadelas de jade, en armonía con el resto de especies, donde los hombres se han dedicado a controlar la realidad del planeta tierra desde sus portentosas naves y sus estaciones espacio-temporales, donde los duendes conceden deseos, donde los genios o djinns fueron traídos a este plano de la realidad y donde los trasgos son los principales dueños de una gran corporación de comercio a nivel interprovincial.
Oh, se me olvidó mencionar que el planeta tiene menos del cincuenta por ciento de la tierra que tiene en el año en el que es escrito esto.

Bramie es uno de los naturalistas. Ellos son un grupo reducido de personas que decidieron no evolucionar, querían seguir sintiendo los cuentos, las estrellas, las grandes preguntas, el afecto y el amor. El señor Bramie era un hombre bastante mayor para cuando lo conocí, era un gran abuelo y como tal, le encantaba charlar bajo las estrellas sobre los tiempos que él tuvo que pasar, bien porque todos los señores mayores lo hacen bien porque a un niño le encanta escuchar lo que pasó y pasará, lo que pasa es tarea del propio niño descubrirlo.

Bramie me contó montones de historias. Muchas de su lucha contra leyendas como la de la sirena que se alimentaba de la imaginación de los niños, como la leyenda del cruce continental cuando lucharon contra la vieja ballena de los mares del oeste o como el descubrimiento de la antigua pirámide de obsidiana. 



Yo no os puedo contar estas historias, son suyas, lo siento. Sólo os diré que a veces escuchar es mejor que contar, que apreciar a veces es mejor que crear y que... No buscar es, casi siempre, mucho mejor querer encontrar. 


κοράκι
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