domingo, 16 de junio de 2013

Una noche más

Ella iba caminando por la acera que no debía, en la noche inadecuada, con sus vaqueros oscuros y su peinado punk. La noche era densa y larga, de otoño o primavera. Maquillaje negro en los ojos y luz de farola en su piel. Paso a paso, entre charcos y colillas de una calle vacía y silenciosa. 

Un ruido. 

Un teléfono suena desde el otro lado de la calle, el de una cabina. "No contestes, no contestes". Ella no me escucha. Lo coge, la dan una ubicación, la dicen que tienen exactamente lo que necesita, la dicen que es legal. Va calle abajo, como si no tuviera nada que hacer, escupe en un callejón, la sigo de cerca. Lo último que quiero es perderla. Hemos llegado hasta un rincón apartado, hay algo de rocío en el aire y un olor que no me gusta, pero a ella no le importa, apenas puede detectarlo. Llama a la puerta como la han dicho, la puerta metálica se abre, tiene un cadena que impide abrirla del todo, se ve un ojo vago y una barba raspada por el hueco, mueve los labios, no sé qué dice, ella se ríe, entra despreocupada, cierran, quitan la cadena, abren, pasa y yo me quedo fuera. 
Estaba preocupado, no tuve más remedio que seguirla. 

Entré en el edificio por el tejado, nunca cierran esas puertas adecuadamente, nunca esperan que nadie entre por allí. Un edificio viejo, mal cuidado, me recordaba a los suburbios de Chicago a finales del siglo xx. Huele a orines en algunos rincones. Bajo a oscuras por las escaleras de madera que chirrían a cada paso, todas las puertas están vacías, no hay luz al otro lado, parece un edificio convenientemente abandonado. En la portería hay luz, desde aquí veo al hombre de los ojos vagos y mis dientes se aprietan, "cómo la hayan hecho algo" pienso. 
En el segundo piso, la letra es la C, debajo de la puerta hay un hilo de luz. Está cerrada. Estupideces, su cerradura se deshace con la más torpe de las horquillas. Es un salón cocina con un solo pasillo y dos puertas. No hay nadie, no aparentemente, camino con cautela, no quiero ser visto, no quiero que me vea ella. Doy apenas unos pasos y una puerta se abre, alguien sale del baño y yo me lanzo silenciosamente detrás de las encimeras de la cocina, el tipo, alguien mohicano, se tira en el sofá y enciende la televisión, a estas horas poco hay relevante, él lo sabe, parece que quiere hacer tiempo. 
Me deslizo como una sombra por el pasillo y su cabeza enlatada apenas siente nada más allá de la imagen distorsionada de una televisión vieja. 

Estoy delante de la puerta que imagino es el dormitorio. Hay una separación entre la puerta y la pared, justo para que un buen ojo puede inmiscuirse en lo que allí dentro pase...
Ella está en la cama, de rodillas, mirando hacia arriba, riendo, como embriagada con el más fino de los perfumes. Un hombre la tumba y la ata con correas a cada extremo de la cama. Gruño sin quererlo. Él hace un amago hacia la puerta, luego sigue a lo suyo, el otro tipo apenas detecto que haya movido un músculo. Mi aliento se contiene, mi garganta contrae y una gota de sudor cae por mi frente. Vuelvo a mirar, aprieto los dientes. Él la susurra palabras de seguro consuelo al oído, ella ríe de nuevo, apenas se da cuenta de qué hace o qué está haciendo. Él saca una daga, y, aunque parece ceremonial, no conozco ese diseño. Se desliza por su cuello. "No, no, no, no, no". Pronuncia unas palabras de una lengua vieja y el cuchillo corta su carne sin dificultad ninguna, muevo el picaporte nervioso, está cerrado, de un puñetazo tiro la puerta abajo. 
Del resto me ahorraré los detalles... 


Me deshice de las sábanas ensangrentadas y de los dos cadáveres. El portero no se enteró de nada. 

La llevé a ella a una zona lejana corriendo con todo lo que queda de mi alma. Allí, en un tejado, probé su sangre y me di cuenta de que tenía toxinas, me bebí toda aquella sangre que estuviera contaminada y le di parte de mi sangre para que pudiese vivir, cerré su herida con mi saliva y realicé un ritual que me enseñaron cuando desperté por segunda vez para que ella olvidase todo lo sucedido esta noche. La llevé a su casa, la dejé en sus sábanas, salí de allí, miré a la Luna y me pregunté... ¿por qué es tan difícil ser un vampiro?

Anónimo
Desde mis sueños a tu pantalla
Historias Irrelevantes


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