martes, 7 de agosto de 2012

El Silencio en Sueños

Hubo una época, antes de que el hombre conquistase el mundo, una época en la que los dioses caminaban por la arena de la sabana. Vivían en santuarios y sus sacerdotes adoraban a un ídolo caminante. 
La diosa de la fertilidad era una diosa caprichosa, exigía sacrificios, cultivos, oráculos y vírgenes para sus rituales, sin embargo, era la primera diosa que la humanidad soñó. Los hombres la adoraban por el poder que ella les cedía, gracias a ella eran ricos en vida, el bien que más apreciaban.
Esta diosa no quería pretendiente alguno, se decía que el hombre que se enamorase de ella debía morir, por eso ningún hombre podía verla, sólo las mujeres. Al paso de las generaciones, la diosa se aburría, llevaba trescientos años siendo adorada por la joven humanidad, era la diosa primera y no conocía las aventuras del tiempo ni qué podía ser la eternidad. Abandonó su templo y migró a las montañas en busca de otra vida, no dejaría de existir mientras su imagen siguiese en las mentes de los hombres. Un dios es tan inmortal como mortales son sus creyentes.

Cuentan que esta diosa, la dadora de vida, encontró al otro lado de las montañas al llamado Señor del Silencio. Se cuenta también que este Señor vivía en mitad del desierto en quietud absoluta, no abría los ojos, nunca. La diosa de la fertilidad se enamoró de él nada más verlo, pero él no la quiso, arruinaba su obra. La diosa, enfurecida, volvió al hogar de sus hijos y lo cambió todo. Ella se obsesionó con su amor imposible y decidió seguir su ejemplo, en quietud obró para siempre como la diosa de la fertilidad. El Señor del Silencio se dio cuenta de esto, y pensó que alguien que hubiese alcanzado esa quietud era digno de verle y se lo hizo saber a esta diosa.

Juntos se unieron en uno, al otro lado de las montañas... los hombres nacieron en silencio y vivieron en silencio, por el resto de una era.
Nacieron con el tiempo otros dioses y estos quedaron olvidados, cubiertos por la arena del desierto, pero aún hoy tenemos su regalo... vivimos con ello y su lenguaje lo conocemos. No son palabras, son ideas en su estado más puro y su llamada aún la podemos hacer saber.

¿Nunca probasteis a chasquear la lengua para que alguien dormido deje de hacer ruido y os regale el silencio?


Larry

Desde la Casa de los Mitos olvidados
Historias Irrelevantes

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