miércoles, 11 de diciembre de 2013

Evelyn busca donde dormir

Hay destinos marcados de nacimiento. Momentos antes de que la vida comience uno ya tiene escrito en piedra cuál será su camino. Por dónde irá. Dónde acabará. Son vidas aburridas. Nunca me gustaron y nunca me gustó la vida que la abuela y madre habían elegido para mí. Era una vida igual que la que tuvieron ellas. No era una vida para mí, no. De eso hace mucho, ahora sobrevivo entre calles, en los balcones de las puertas de atrás, sentada bajo los pocos techos que encuentro, calentando mis manos en la lumbre de un pequeño fuego hecho dentro de una lata.
Miro mis guantes de fina lana y mis dedos asomando por ellos, mis manos están calientes. Meto mi cabeza entre mis rodillas y escucho la lluvia. La lluvia apenas está a unos centímetros de mi, cae rabiosa. El suelo está encharcado, suerte que estoy apoyada en un bordillo, mis pantalones están algo raídos pero son duros y tener tantos bolsillos es genial para la vida sin hogar. Lo quemé. Metafóricamente, madre y la abuela me habrían encontrado y arrancado la lengua de quemar su hogar. Y no sería una metáfora. Mis deportivas comienzan a empaparse... es hora de moverse un poco, me llevo la lata, está bien ser quien soy a veces, la lata no me quema y no se apagará mientras la toque. Camino iluminando mi cara bajo la lluvia, capucha puesta, busco mi camino en este mundo. ¿Lo tengo? ¿Qué hago? ¿A dónde voy? Esas preguntas siempre tienen eco en mi cabeza...
Me meto por varios callejones, nunca salgo a las calles, es muy arriesgado, con suerte llegaré a algún portal bien cubierto. Soñar, necesito soñar, necesito visitar a mis amigos en sueños.
Hay un hombre tirado en el suelo, mala noche, supongo, su cara está entumecida, cogerá frío... Madre siempre decía que las decisiones de cada uno eran problema de cada uno. Lo arrastro hasta un tejado donde al menos no le dé la lluvia directamente y le dejo mi lata, no se apagará en un rato largo, a madre no le gustaría pero no me importa, ya no.
Entre dos edificios, bajo los tendidos eléctricos sigo buscando dónde dormir. De pronto escucho un ruido de metales chocando, de gritos de ánima, escucho un ruido muy fuerte por encima mío y suena como óxido chirriante buscando qué tragar esta noche. Vampiros. No permiten la alteración. No me permitirán seguir esta vida, no quiero morir, no esta noche no. Uno se ha posado en un cable de tensión de la azotea, mira hacia arriba, a sus compañeros, no me ha visto. Odio a los vampiros, con sus alas enormes y negras, sus garras terribles y esos ojos vacíos... siempre sonriendo, como si supiesen más que el resto. Son criaturas terribles y detestables. Extiende las alas. Joder, mierda. Me acerco a una puerta cercana y la abro sin problema, me meto dentro y busco unas escaleras que bajen, unas escaleras que bajen. No hay, no hay problema, cierro los ojos, pienso en ellas, seguro que hay. Cuando los abro detrás mío hay unas escaleras que bajan, no sé a dónde pero los vampiros no saben bajar.

Debajo de todo aquello acabo en un complejo de enormes tuberías y colosales arcos, a lo lejos tras un lago verde veo chabolas, una Comunidad, su techo está a cientos de metros, no sé quién hizo esto pero alguien muy antiguo seguro. En mi lado del lago hay una serie de pasillos estrechos y un gran túnel semicircular que lleva agua al lago verde. Está iluminado por unas jaulas que cuelgan por el centro de dicho túnel, no sé qué hay dentro pero emite una maravillosa luz azul. Hoy mucha gente dormirá bien, lo presiento. 
Me quedaré aquí abajo un tiempo, hasta que se vayan los vampiros de la ciudad por lo menos. Dormiré, dormiré. Saco la manta de la mochila y sueño que soy corriente, sueño que soy como las personas que duermen en camas y desayunan. Sueño con una vida en la que no importe quién sea yo, Evelyn.

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