martes, 15 de julio de 2014

Hoy dejé la historia de la chica inglesa


Mi viaje es tan largo como el de todos. Camino, me siento, a veces miro y otras observo. Me salgo del camino porque vi algo interesante. Paso la tarde en un café mirando quién entra y quién sale. Ceno. Me tumbo al sol. Esa clase de cosas que haces en un viaje. Algunas veces, muy puntuales, me harto de mi viaje y tengo que ir dejando pequeñas cosas en el camino para volver a viajar de cero. Una de esas cosas que dejo es esta. 

Es una chica, inglesa, llevo su foto en la billetera que me compraré en unos años. Es ciega de nacimiento, sonríe a menudo y le encanta el olor de los claveles. Tiene el pelo corto y rubio, para que no le moleste. Rara vez se maquilla, sólo si su hermana lo hace por ella. Las memorias me vienen partidas, muchas aún no son memorias, son cosas por hacer. La historia está... rota. "Crack". 
Durante una buena temporada estuve o estaré viviendo en Londres. Tenía allí un pequeño trabajo como ilustrador de una serie de libros y escribía en una revista local relatos de terror. Unos meses más tarde de instalarme vi a una preciosa chica escuchando la primavera de Vivaldi en una radio portátil, ella estaba sentada, con gafas de sol y mirando hacia el cielo. Me senté junto a ella aunque pareció no notar mi presencia. Cuando acabó la canción la saludé y ella se asustó. Me empezó a hacer montones de preguntas, si la conocía, de qué la conocía, qué quería de ella y demás. Me pareció adorable. Cuando conseguí que se calmara sólo pude presentarme y darle mi número de teléfono antes de que viniera su hermana a recogerla. No tenía muchos amigos en Londres, lo que quiero decir es que tenía un amigo en Londres, no me vendría mal tener una amiga que encima fuera de allí; mi amigo era francés, estaba en un año sabático aprendiendo inglés mientras trabajaba de camarero en el pub que había a los pies de mi edificio. 

Unos días más tarde recibí su llamada. 
Los primeros días eran raros porque siempre venía su hermana con ella, lo veo muy razonable dado que como me enteré más tarde era ciega, pero aún así era bastante incómodo. Cuando se fió de mí comenzamos a vernos a solas e incluso vino a mi casa un par de veces. Me gustaba gastarla bromas y a ella le gustaba hacerme darme cuenta de las cosas de las que nunca me doy cuenta. Fueron días brillantes, de los que te acuerdas con un sol resplandeciente(¡en Londres!) y todo son mariposas y música chillout
Más tarde me enteré de que tocaba el violín, era mágico verla, ojalá ella pudiera verse... sonreiría tanto. Me cambió tanto que ya no me salían relatos de terror y comencé a contar cuentos. Se los leía a menudo, ella imaginaba mejor que yo y me hacía montones de preguntas. Amaba eso. 
Fuimos amigos durante aproximadamente un año hasta que nos dimos nuestro primer beso. Fue casi fortuito, una noche escuchando relatos en la radio nos pasamos con la cerveza y bueno, "nos fue inevitable" como quien dice. Años más tarde eramos una pareja que vivía en una pequeña casa a las afueras. La casa era luminosa porque ella decía que sentía la luz en su piel cuando hacía sol. Llevaba siempre vestidos y nos pasábamos el día riendo... o así lo recuerdo. 
Tuvimos nuestras discusiones, claro, como todo el mundo, algunas graves. Pero tuvimos ese sentimiento de que el otro... de alguna manera, sin el otro la vida no "mola tanto". 



La chica inglesa ciega que tocaba el violín. 
Aquí se queda. Ahora es un personaje del camino que todos recorremos, tiene su vida, sus pasos y nadie la ha visto salvo mi memoria. ¿Es real? ¿La conoceré? Mis futuros no suelen cumplirse y ya no me preocupa. Esto ha sido algo personal. Era el amor de mi vida y se me escapa entre los dedos como un cuento guardado en la biblioteca más antigua que conozco. Nunca la habré cogido la mano, ¿verdad? Tenía pecas. Me acuerdo de eso. 

Nunca tuvo nombre. 




Anónimo
Desde mis sueños hasta tu pantalla
Historias Irrelevantes.









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