jueves, 3 de julio de 2014

Voy a tu casa cuando me persiguen los monstruos


-Recuerdo que de pequeña siempre me decían que qué suerte tenía de ser un niña tan imaginativa. Mis dibujos eran siempre los mejores de la clase, daba con lo que llamaban "soluciones creativas" y siempre tenía algo gracioso o curioso que decir. "¡Qué suerte tienes Betty!" Los sueños producen pesadillas, ¿sabes? No me pasó sólo una vez lo de aquella noche, no. Cada vez que veía una película de terror no podía dormir y no sabía qué era peor si lo que me encontraría en sueños o lo que me podría venir en la realidad. Quizá un asesino me acuchille mientras duermo, quizá me licue por el hueco que hay entre la cama y la pared, quizá explote en mitad de la noche... Dependía de la película. No puedes decirle a tu imaginación, "oye, para ya, ¿no?" Así que allí estaba yo, niña introvertida y "creativa", cuidando de la casa por primera vez. Mis padres decidieron que era hora de confiar en su niñita y se fueron a cenar prometiendo que no llegarían muy tarde. Entonces vivíamos en un piso entre el centro y las afueras, era un lugar bonito, medianamente tranquilo porque no venía nadie a verlo y además tenía tiendas de barrio, escuelas, parques y todo eso. El caso es que aquella noche iba a ser fantástica. Estaba sola en casa así que agarré una torre de libros de mi padre, me hice con todo el batido que pude y estuve a la luz de una lamparita comiéndome todos esos libros.
-¿Cuántos años tenías?
-Unos nueve, creo. No lo recuerdo bien, esas edades las tengo todas mezcladas.
-Y entonces vino "aquello", ¿cierto?
-Sí. Serían cosa de las diez de la noche cuando la luz se fue. Sólo la luz de las farolas iluminaba tenuemente la casa. Sentí que comenzaba a temblar y que algo no iba bien, miré hacia un lado y vi aquella cosa mirarme fijamente. Corrí cuanto pude y me encerré en un armario.
-¿En serio? ¿Qué dijeron tus padres?
-Que qué hacía en el armario y por qué había derramado batido en la alfombra. No recordaba haberlo hecho, y mucho menos dibujando un círculo, supuse que era aquella cosa, pero no se lo conté.
-¿Por?
-Aunque seas un niño sabes cuando no van a creerte. "Ah, lo dices como escusa", eso es lo que piensas que te van a decir y por miedo a no cagarla más te callas.
Él se levantó y trajo más café de la cocina, además de un brick de leche. Tenía el pijama un poco manchado de haber comido spaguettis a la boloñesa el día anterior. Ella por su lado le acompañó y trajo el azúcar y unas galletas, iba de negro, manga larga y vaqueros, toda empapada del chaparrón que estaba cayendo.
-¿Y no lo volviste a ver?
-No hasta casi graduarme. El último curso fue un estrés constante, quería meterme en la carrera de artes y no sabía ni qué prueba tenía que hacer ni cómo hacerla ni qué me preguntarían. Estaba como una desquiciada de un sitio a otro intentando aprobar mis asignaturas y comprendiendo las que me vendrían. Para relajarnos un día mi amigo este, Juan, nos invitó a Clara y a mí a su casa, tenía maría. Clara fue la que me consiguió convencer.
-Clara, ¿nuestra Clara?
-No, no, otra. Una amiga de la infancia. Dejamos de hablarnos hace un tiempo ya, no por nada particular, no sé, las cosas se acaban, ¿no? De Juan ya te hablé.
-Sí, el chico vasco, ¿no?
-Sí. El caso es que volviendo a casa en un autobús con Clara vi entre unas farolas a aquella cosa.
-¿Y no sería un reflejo o algo?
-Eso había pensado yo toda mi vida hasta ese momento, o sea, si me lo volvía a encontrar o algo. Pero es como que... sabes que aquello. Sabes que te mira. Que te busca.
-Ahá.
-Se lo dije a Clara, y ella, bueno, flipando, había fumado muchísimo y no hacía otra cosa que decirme "joder tía, estás fatal". Así la obligué a que me acompañase a casa porque sabía que aquello iba a venir a por mí, lo sabía, era una certeza absoluta.
-¿Y fue?
-Más o menos. Según volvíamos a casa vimos en mitad de la carretera un círculo.
-¿Cómo un círculo?
-Sí, alguien había derramado algo haciendo un círculo. Yo, claro, me cagué viva y salí corriendo. Clara se quedó atrás. No sé por qué lo hice.
-¿Y lo viste?
-No. Bueno, no sé. Sé que mientras corría lo tenía detrás, no sé por qué pero lo sabía. Cuando abrí la puerta de mi portal me sentí a salvo, un alivio muy grande pero, pasó lo que tenía que pasar.
-Apareció.
-Bueno, espera. Sabes que los portales estos de los pisos tienen la luz con un temporizador para que no se quede encendido el edificio todo el día, ¿no? Pues justo cuando me dispuse a dar el primer paso allí dentro se fue la luz y ¡bam! Allí estaba.
-¿Delante?
-Detrás. Con esos ojos enormes y vacíos mirándome y con la boca muy abierta. Pegué un alarido y cerré los ojos, me caí.
-Ahí fue cuando tuvieron que llamar a las ambulancias y tal, ¿no?
-Sí. Resulta que había recibido una contusión al quedarme inconsciente y golpear mi cabeza contra el suelo. Había aparecido rodeada por un círculo de batido. Me dijeron que qué había pasado y tal, para, bueno, buscar sospechosos. Por el grito y tal se suponía que me habían asaltado pero no pillaban lo del círculo o por qué no me habían robado nada. Como no quería decir que, bueno, una cosa que probablemente está en mi cabeza me ha perseguido toda la noche y me ha asustado les dije que no me acordaba de nada. Convencí a mis padres de que no me mandasen a ningún psiquiatra y seguí como si nada hubiese pasado.
Ambos se fueron a la cocina a fregar los cacharros del café y siguieron hablando, él apoyado en la encimera y ella sentada en mesilla redonda que hacía las veces de comedor. Suspiró enormemente antes de seguir.
-Y luego está lo de hoy.
-Sí.
-Y ya no sé qué hacer.
-¿Has intentando... no sé, hablar con él o algo?
-Es imposible. Es que me aterra verlo. No puedo, me paralizo. No es que me vaya a comer o a matar o algo así, es miedo. Puro. No sé. No sé qué hacer... Sólo quería contárselo a alguien.
-Estás cosas suelen estar en la cabeza ¿Nunca has soñado con él?
-No, nunca. Y, joder, estoy harta, quiero decir, viene cada no se cuantos años y mientras yo me paso la vida acojonada de que un ser me persiga cuando le viene en gana.
-Tengo unos libros que quizá te interesen. Espera un momento.
-Vale, no te preocupes, no hace falta.
-Que no te rayes, te los traigo en un momento.

Cuando volvió aquello estaba en la cocina con un bote de batido en la mano.

Historias Irrelevantes.

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