sábado, 24 de agosto de 2013

Alfredo

¿Qué pasaría si la gente que no conoces pero que ves cada día no fueran lo que parecen ser? ¿Qué pasaría si te contara que tu vecino ya no es humano? ¿Cómo reaccionarías si te dijera que aquel vagabundo de la esquina por la que pasas cada día no existe en realidad? ¿Qué me dirías si te dijera que el dependiente del burger de tu barrio no está vivo?
Estas cuestiones parecen inverosímiles, ¿cierto?

Alfredo es un tipo de aspecto descuidado, huele un poco avinagrado y no hay muchos que se acerquen a él. Suele estar por el centro de su ciudad, las calles están medianamente concurridas. Algunos días pide dinero, otros coge una pancarta y se patea las calles a grito pelado. No tiene amigos. No es alguien usual pero es la mejor manera que tiene de ser alguien…
Alfredo cada noche se retira a un bosquecito en las afueras de la ciudad, un gran descampado que por suerte aún no se ha edificado. Cuando llega se desnuda en una cueva o en algún lugar a cubierto de la Luna antes de la media noche. Minutos después de que las campanas cuenten hasta doce su piel comienza a estirarse y extenderse, sus músculos se inflan y él comienza a retorcerse entre agonías, tiene espasmos y golpea a ciegas como por instinto. Los huesos de sus brazos se estiran y los de las piernas se contraen partiéndose en el proceso. Los pelos de sus piernas se hacen más gruesos, más largos y más numerosos. Sus uñas crecen considerablemente al igual que el vello de los brazos. Pronto su columna queda encorvada y ensanchada dando como resultado un aspecto primitivo y horrible. Su cara se deforma hasta la fantasía, su nariz y mandíbula se ensanchan y estiran, sus ojos se vuelven absolutamente blancos con venas hinchadas de ira y cólera, sus orejas crecen y aparece vello por toda su sudorosa tez, se vuelve completamente inconsciente y animal y de la parte superior de su cabeza aparecen dos cuernos lisos y gruesos. Después de todo este proceso Alfredo se vuelve un monstruo que destruye cualquier esquema humano sobre la realidad, su cabeza recuerda a la de un cabrón, sus piernas son más pequeñas y peludas, sus brazos rozan el suelo y su cuerpo está deformado y herido alrededor de cada hueso, cada vena y cada músculo. Pronto comienza a revolverse en su dolor, gime y gruñe sin parar mientras rezuma saliva a cada lado de su boca y sus ojos miran al infinito en su ceguera.
Por suerte Alfredo se encadena cada noche para no escapar y realizar algo inhumano de lo que su conciencia no pueda escapar durante años. Es un condenado atado a las maldiciones de un pasado que nadie podría creer… ¿Qué por qué un maldito viene cada día a una ciudad que le desprecia o le ignora? Si te preguntas esto espero de corazón que nunca te hagan esa pregunta a ti.

Hay cosas que se nos escapan, cosas que no queremos creer, cosas más allá de las palabras y el entendimiento humano, cosas… que han estado siempre en el lado más sombrío de nuestra existencia. Ensueños y pesadillas que bailan a nuestro alrededor desde la oscuridad. Pasados que se hacen presentes y leyendas que no se escribieron nacen cada día. Verlos es una maldición. Padecerlos es un infierno.

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