sábado, 3 de agosto de 2013

Mary y su conversación con la Luna


Esta es una historia escrita desde una cama, mojada por un vaso de leche fría en una taza de coñac. El sacrílego la escribe con calma, no quiere se le escapen palabras, no vaya a ser que se pierdan y no se pronuncien jamás. Le da la luz de una lamparita de mesa, no hace aspavientos y los mosquitos le rondan como depredadores del Serengeti. La historia está llena de imaginación, amor, desamor, giros de guión, remates, remaches, tornillos, tuercas, cerdos, cebras, cabras, llamas, bicicletas, bomberos, corredores de apuestas, mesas, casinos, disparos, rayos y algún que otro chaparrón. ¡Qué historia más maravillosa se presenta! Por desgracia, el apuntador es nuevo, se le irán palabras y quedará otra cosa que no tenía que ver con la original. Qué le vamos a hacer, pero, al menos, la historia comienza como debe comenzar:

Estaba siendo una vez -no, así no- Érase una vez, una niñita -como de costumbre en estas historias- que gustaba de pasear a oscuras por la playa de su pueblecito de verano. La Luna bañaba el mar con su luz -¿"bañaba el mar"? Ay, madre mía...- y las estrellas adornaban la noche. Siempre corría una brisilla agradable y la arena estaba fresca bajo sus pequeños pies -espera un momento que me llaman... vale, ya, sigue, sigue- y parecía viajar por la magia nocturna de la que tanto escuchó hablar en sus cuentos favoritos. Estaba en una pequeña población costera, dedicada al turismo, pero era corta y enseguida encontró un pequeño muelle viejo, roñoso, vacío y abandonado pero a pesar de ello se adentraba sin miedo mar a dentro. La niña no se lo pensó dos veces y lo escaló caminando hasta el mismo final y colgando sus pies esperó a que la Luna la dejase de mirar. "Qué preciosa noche, ¡esto sí que es vida!" pensó después de saborear esa serenidad y ese abrazo oscuro que tanto la elevaba. Cuando la Luna se fue a la cama ella contempló ahora el mar: era un gran lago negro de infinidad espacial, como los ojos más preciosos de este mundo, profundos y mágicos. De pronto, a lo lejos, vio una barca blanca que se aproximaba a la costa. "¡Estupendo!" pensó, "¡Viajeros! Me preguntó de dónde vendrán y por qué llegan tan entrada la noche". Se sentó de nuevo, pies colgando, a esperarles. 

"Parece que no llegarán nunca" se dijo Mary para sus adentros, "siguen tan lejos...". Pareció un parpadeo muy largo, quizá una cabezadita, no lo sabe, pero el caso es que al abrir los ojos los barqueros estaban desalojando la barca en la arena gris oscura de la playa olvidada. 
-Perdonen caballeros la indiscreción -Mary siempre fue muy educada- ¿de dónde vienen? ¡Amo a los viajeros!
-Del horizonte -respondió una voz grave y varonil. Venía de un tejón, pero un tejón que caminaba sobre sus patas traseras vestía un jersey a rayas y una gorra de marinero-. Alguien tiene que ir a guardar la Luna, ¿sabe? Las cosas no pasan por arte de magia. ¿Y tú que haces tan lejos de casa chiquilla?
-Yo... eh... me gusta la serenidad de la noche, eso es todo. Me llamo Mary y... esto... ¿guardáis la Luna?
-Sí que lo hacemos, cada noche mi compañero y yo lo hacemos desde hace mucho mucho tiempo. Oh, dónde están mis modales, soy Tejón y este es mi compañero Coyote y siento la confusión, no somos viajeros, sólo trabajadores que hacen bien su trabajo. 
-Creí que los coyotes eran vagos y perezosos... -masculló levemente Mary, sin embargo el Tejón la escuchó.
-Y lo son, créame, pero es ya muy viejo, y los que somos tan viejos comprendemos bien nuestras responsabilidades. Además, él una vez se olvidó de guardar la Luna y no vea qué desastre se montó.
-¡Calla ya! Sólo es una niña entrometida -gruñó el Coyote con ademán de querer irse de allí lo antes posible. 
-No soy ninguna niña entrometida, fueron ustedes dos quienes desembarcaron en mi playa.
-Esta playa es de todos niña y ahora largo o te arrancaré un brazo de un bocado. 
-¡Señor Coyote! Por favor, un poco de calma -intervino Tejón-. Vuelve a tu cueva, ya no se te requiere más. 
Y Coyote se fue entre maleza. Tejón ayudó a Mary a bajarse del muelle y éste le explicó que sin ellos la Luna iría sin rumbo por el firmamento y pasaría de Luna nueva a Luna llena en un santiamén o se quedaría en cuarto creciente por una semana y eso no sería bueno para nadie. Luego cogió un puñado de arena e hizo una taza que rellenó con agua de mar la cual de pronto olía muy bien, se la ofreció a Mary mientras él se hacía una. "Qué caballeroso y gentil es este Tejón, muchos deberían aprender de él". Tejón por su parte se alegraba de poder charlar con alguien para variar, era muy desagradable tener que trabajar cada noche con Coyote. 
-¿Y acaso yo podría guardar la Luna con ustedes en alguna ocasión?
-Oh no. No, no, no, no. Eso sí que no. Lo siento mucho señorita Mary pero eso es del todo imposible. 
-¿Por qué no? 
-Porque usted no conoce allá a donde vamos para guardar y sacar la Luna, es un sitio tan remoto que usted no sería capaz de imaginarlo. 
Y de pronto, según Tejón terminó la sílaba "-lo" se desvaneció. La niña abrió los ojos, estaba en el muelle, sentada. Pensó que todo fue un sueño. Y se bajó del muelle apoyándose en una barca y se fue a casa. Estaba cansada, era hora de dormir -muy bien, así tendrán que releer el principio para hacer "¡oh!", muy bonito detalle, sí señor-.

Yo mismo & Un Amigo
Historias Irrelevantes

No hay comentarios:

Publicar un comentario