jueves, 8 de agosto de 2013

Noches de descanso

Corría la aguja pequeña del reloj, en la esfera del mismo se reflejaban cristales rotos y unas pupilas sin vida, muertas; su propietario yacía con todo el torso mojado por las bebidas de aquella noche encima de la barra. Había sido asesinado por ellos. Era otoño, no es la estación favorita de casi nadie, y era miércoles. El ventilador seguía girando, la gente aún paralizada miraban a la mujer con temor. Alicia guardó su revólver en la parte trasera del cinturón, recogió del suelo las gafas de sol e hizo como si nada hubiera sucedido, se dedicó a caminar hacia la salida lentamente, pisando cerveza y cristales con sus botas de suela ancha. Miraba hacia delante, decidida. Pasó por tres taburetes, la máquina de dardos, y una mesa con una pareja enamorada. Agarró el picaporte y se fue. A los pocos minutos la policía estaba allí con sirenas y esa luz roja y azul que se refleja en cada esquina. 
Alicia estaba lejos ya. Muy lejos. En un coche medio oxidado con un conductor que conocía muy bien. 
-¡No puedes matar a un tipo en mitad de un bar y pirarte así como así!
-¡¿Y qué quieres?!¿Qué los mate a todos? 
-¡No, mujer! Nosotros... nosotros no trabajamos así. Sabes que tenemos que pasar desapercibidos. Lo sabes mejor que yo. 
-Sí, ¡vale! Tienes razón en eso... pero... -hizo una mueca de desagrado- ese tío me sacaba de quicio y yo... no... no pude...
-¿Otra vez no pudiste controlarte? 
-¿Cómo que otra vez?
-¿Ya no recuerdas a aquel tipo que tiroteaste en medio de una plaza a las siete de la tarde?
-¡Eso fue diferente!
-No es verdad
-¡Sí lo es!
Él suspiró lentamente y a pesar de ir al volante cerró los ojos un segundo. 
-Mira, Alice, tienes que calmarte con este trabajo, ¿vale? Te dejaré en casa para que pases un tiempo sola, desaparecida. Considera que son unas vacaciones. Te calmarás y volverás al negocio, ¿de acuerdo? 
-¿Cómo quieres que me tome un descanso con todo lo que hay ahí fuera?
-Ya sé que hay mucho trabajo pero no estamos solos en esto, ¿recuerdas? No estamos solos. Ya no estás sola. Nunca más dejaré que lo estés. Hazlo aunque sea por mí.
Ella miró hacia un lado, sabía que él tenía razón pero no quería admitirlo, subió la radio, sonaba Smaller God, casi se le cae una lágrima, no podía creer la coincidencia. Él bajó el volumen como si sólo lo fuera a bajar un segundo.
-Alice, sabes tan bien como yo que lo necesitas. 
-Sí... sí, lo sé. Pero hay mucho trabajo que hacer y tú...
-Yo me encargo, no te preocupes, ¿vale? Ya trabajaba por mí cuenta antes de que te conociera. 
-Supongo... supongo que será lo mejor, perdona. 
-Mira, ya casi hemos llegado, ¿necesitas algo del super?
Ella se río un poco, le miró por encima de las gafas sonriendo y le dio un beso tierno en la mejilla. 
-Gracias, Morfy, eres un cielo.
-No tienes porqué dármelas, ya sabes que somos amigos -según lo dijo la agarró por encima del hombro y la estrujó contra él, le dio un besito en la cabeza y la soltó. 

Habían pasado tres noches sin ella. El trabajo sin ella era más aburrido pero alguien debía hacerlo. "Además, nunca está mal poder elegir la emisora de radio" pensó. "Este es fácil, es un ser uraño y recluido, no hará falta planificar demasiado, buscaré algo de información y estaremos listos". 
Efectivamente habló con un par de tipos y llegó a la conclusión de que, fuere lo que fuere aquello, su encargo sólo podría hacerlo con la luna llena de su parte, no iba a ser tan sencillo como previó. Se quedó en la ciudad un par de semanas más intentando pasar desapercibido hasta que por fin la luz lunar bañó la ciudad. 
"Este es mi momento". Se acercó a la casa donde aquel ser residía. Lo más sensato era probar primero la puerta de atrás y eso hizo. No estaba abierta pero con la seguridad de que el ser no estaba en el edificio se coló por una de las ventanas del piso de arriba. Ahora llegaba lo complicado. La oscuridad se cernía sobre aquella casa, entró en un dormitorio, cada paso hacía rechinar las maderas del suelo. Registró los armarios, los cajones, y se deslizó hasta el primer piso por las escaleras. Poco a poco sin deformar la alfombra se escondió en el armario de la entrada a la espera de su presa, la cual tenía muy mala suerte por tenerle a él de cazador, pensó.

Se montó en el coche y aprovechó algo de Rock n' Roll en la emisora local. Era un trabajo divertido después de todas las complicaciones que traía. Pisó el embrague, luego el acelerador y tomó la primera autopista rumbo norte. En breves momentos estaría con su amiga de nuevo. Él deseaba que este descanso la hubiese ayudado, no era muy dado a desear por lo que lo tomó como un pensamiento excepcional.
"Lo mejor de todas estas historias es que nunca sabes a dónde te conducirán... supongo que es lo bonito del futuro, que es impredecible, aunque sólo quien lo teme lo llega a imaginar".
Y así, en algún lugar, en algún momento, lo que siempre se hizo se hace y lo que ocurrió nunca habrá ocurrido, una vez más, de cientos de veces. Los cuentos a veces no son lo que parecen. 

Anónimo
Desde mis sueños hasta tu pantalla
Historias Irrelevantes

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