viernes, 24 de julio de 2015

Hombres con poder en Malibú

Todo está negro, abre los ojos, ve una cara extraña, pálida, familiar.
-Buenas noches. Bienvenido, señor... eh...
Se le acerca otro hombre al primero, le entrega una carpeta y se va. El hombre se pone unas gafas redondas. Es un señor mayor, lleva traje y muy buen porte. Elegante y confiado.
-Sí, bienvenido, señor Toreador. Mi cara le resultará familiar, pero no lo suficiente como para identificarme, ¿me equivoco? Verá, yo tampoco lograba identificarle. Curioso, ¿cierto? Hay coincidencias graciosas, sí, sí, claro.
Está atado, de rodillas, los brazos en cruz algo levantados. Está en un sótano o algo parecido. El hombre mayor se enciende un cigarro y se sienta en una silla con el respaldo delante del pecho.
-Coincidencias... Verá, señor Toreador, usted ha estado causando problemas a uno de mis asociados y no puedo permitir que eso siga ocurriendo, ¿verdad? ¿Qué clase de negocio deja tirados a sus contactos? ¿Sabe? No tengo ni idea. Porque mi empresa nunca lo hace. Y eso le pone a usted en un aprieto. Por suerte yo también tenía una mosca en el culo como lo era usted para mi asociado, así que intercambiamos víctimas y todos ganan. ¿No me diga que no había pensado en esa posibilidad? Bromeo, claro. Aunque quizá sí es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que si le estoy contando todo esto es que... una de dos, o soy un sádico o es que le voy a dejar vivir. Y ahora piensa en la posibilidad de salir vivo de esta, pobre, pobre señor Toreador. Le repito la pregunta: ¿qué clase de negocio deja tirados a sus contactos? Por suerte para usted no soy un sádico por lo que no tomaré parte en esta carnicería y tengo asuntos más importantes que tratar. Pero por desgracia para usted, tengo personas que se encargan de las carnicerías por mí y lo disfrutan, así que espero que se diviertan. ¿Que para qué todo el monólogo de villano entonces? Eso es muy fácil, un hombre aguerrido y decidido como usted debería saber la respuesta. Me la pone dura destruir a alguien por dentro desde un pedestal, eso y que me encanta como suena mi voz.
El hombre se disponía a irse, pero paró con la puerta del sótano agarrada, miró al hombre atado y concluyó:
-¿Sabe? Me da curiosidad hasta qué parte de mi mansión se escucharán los gritos que alguien fortachón como usted pueda propinar. ¡Páselo bien!
-¡¡HHHMHMMMMMMHMHMHMMM!!
Tenía un calcetín en la boca. La puerta se cerró y la luz se apagó.

Por suerte o desgracia ese día no acabó bien para nadie.

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