viernes, 24 de julio de 2015

Hazte amigo del mar

Aquella noche una niña se sentaba a llorar en la orilla del mar. "Problemas en casa" se podría resumir su tristeza. Cada lágrima caía como rocío sobre la fría arena. El mar rugía con fuerza aquella noche, la suficiente para que pudiera llorar sin que nadie la escuchara. Sin que nadie la encontrase. Sin que nadie pudiese ir hasta allí y detenerla.
Pero, para su sorpresa, entre los rugidos del mar llegó algo o alguien. Parecía un montón de algas y cuando la niña se acercó... vio que eran un montón de algas, pero había algo más. Y ese algo más comenzó a levantarse.
-Ho... la...
Dijo un esqueleto al que apenas le quedaba piel pegada al cráneo y que vestía como un antiguo lobo de mar. Sólo tenía un ojo y apenas le quedaba nariz. La niña, como cabía esperar, salió corriendo aterrorizada.
-¡No! ¡Espera! ¡Sólo quiero hablar!
La niña no dejaba de correr.
Otra vez igual, pensó el viejo lobo de mar, si yo me encontrase a alguien como yo en la playa al menos tendría curiosidad. ¿Cuánto llevo haciendo esto ya? ¿Cinco siglos? Y apenas he tenido una conversación decente. Y otras veces incluso han querido hacer caldo conmigo. La inmortalidad apesta.
Se olió.
Apesta literalmente.

-¿S-Señor? ¿Va a sentarse a llorar?
-Iba a hacerlo, sí.
-Pues entonces yo también.
-¿No te doy miedo?
-Nada que llora da miedo, señor.
-Eres muy lista para ser una niña, ¿sabes?
-Y tú muy tonto para ser un esqueleto.
-Touché.

...

-¿Qué haces en la playa? ¿No tienes familia?
-Mis padres siempre discuten, por todo. Ni siquiera están juntos pero se ven para gritarse y echarme la culpa de cosas que no tengo ni idea de qué son. Me vengo aquí a llorar porque nunca me buscan demasiado y porque aquí no me escucha nadie llorar. El mar ruge mucho.
-Oh... imagino que debe ser duro.
-No sé qué es duro, tengo once años.
-¡Mi cráneo es duro! Y tiene ya quinientos años.
-¿Y cómo has llegado a vivir tanto?
-Jugando bien mis cartas, todo el mundo se muere de algo, si logras salvar ese algo no morirás nunca. La muerte siempre viene detrás de mí ¡pero yo corro más que ella! Vivir en el mar ayuda mucho, te puedes quedar inconsciente durante décadas enteras y no te encontrará.
-¿Y cómo respiras?
-Ya te he dicho que puedes no morir de lo que sea te vaya a matar, incluido ahogarse.
-Señor, eres muy raro.
-Y tú muy insolente. Me caes bien.
-Y tú a mí, señor esqueleto. ¿Volveré a verte mañana?
-¿Sabes? Pídeselo al mar. Y a ver qué opina él.
-Buenas noches, señor esqueleto.
-Buenas noches, niña insolente.

Aquella noche fue la primera noche en años que ninguno de los dos tuvo pesadillas.

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