martes, 14 de julio de 2015

Carta desde la zona de quemados

Te escribo desde la zona de los quemados. ¿Te acuerdas de quiénes son los quemados? No gente quemada, digo los quemados, ¿te acuerdas? El mundo es más grande ahora que entonces, ahora… Ahora estamos juntos. Eso hizo, al menos a mi mundo, más grande.

No se está mal, la verdad. Es un poco aburrido porque no hay mucho que hacer, los tienen un poco marginados. Nos ponemos cerca de bidones llameantes a contarnos historias, ya sabes, historias de la vida. Hay un tipo que era pescador, por ejemplo, pero ¡pescador del mar! Ojalá algún día veas el mar, cielo. Te encantaría, lo sé. Nos contaba cuando tenía que luchar contra olas de varios metros de alto en un humilde barco que no tenía ni mecanismos de pesca, lo hacían todo con caña. Sé que todo esto debe sonarte a chino pero a mí me trae tantos recuerdos… Nos contó cómo tuvo que venirse y unirse a los quemados, de todos mis estudios el suyo es el caso más insólito no por el caso en sí, sino por la localización. No se ve nada parecido en la costa. Resulta que encontró alguna especie de monstruo marino, no recuerda mucho, conoces ya cómo va esto, el shock, el trauma, te hacen olvidarlo prácticamente todo. Él sólo recuerda ver a su hermano alejarse gritando su nombre, lo buscaba, mientras, él, en el agua, sabía con total certeza que iba a morir. Iba a morir y lo sabía. Como una revelación, como una extraña certeza absoluta.
Al final resultó que efectivamente, murió. Su cadáver fue arrastrado hasta las costas donde fue levantado y marcado. Y tuvo que venirse hasta aquí, junto al resto. No conozco ningún caso de un quemado formado en la costa, me ha roto todos los esquemas.

Pero no te voy a llenar la carta con mis estudios, sé que te gustan pero tampoco tanto como para sólo querer saber sobre ellos. Te quiero decir que te impresionaría este sitio, es austero y muchos de los quemados son sin-techo, incluso yo duermo en un hostal de acogida, pero toda esta humildad y el trabajo físico diario entonan melodías de crecimiento en mi interior, un interior tan apagado que daba más miedo que la más oscura de las cavernas.
Y es de noche ya, estoy en el comedor común del hostal y se respira un silencio tan… bonito. Se nota la devoción y el agradecimiento de los quemados por esta comunidad. No sé por qué se les tiene tan apartados, además de su aspecto claro, al principio cuesta acostumbrarse. Supongo que seguimos juzgando por las apariencias. Espero que mis estudios puedan cambiar eso como tú cambiaste mis ojos.

Nunca te lo podré agradecer suficiente. De verdad. Pienso en ello cada noche desde la noche que sucedió. Te quiero.
Y te hice un regalito. Supongo que ya lo has visto porque viene junto a la carta.
Hasta dentro de unos días.

Mucha suerte, mi creadora.

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