viernes, 24 de julio de 2015

Las sombras son vengativas

En este mundo hay gente para todo. Hay a quien le gusta arrancarle las alas a las moscas para ver qué pasa, hay quien siente miedo al frío, otros al sol, otros a los payasos y otros a los patos. Hay quien haría lo que sea por conseguir su dosis de droga diaria y hay gente tan paranoica como para pensar que su sombra les está siguiendo.

Y hablaremos de este último caso. ¿Qué año sería? ¿El '82? Sí, era 1982, y aquel hombre caminaba por las calles de Chicago en plena noche. Lo cual no era normal ya que no se fiaba de nada, de día es todo mucho más seguro. "No debería estar aquí" se repetía una y otra y otra vez. De entre las sombras de un callejón vio a su peor pesadilla: un desconocido armado. Rápidamente apuntó con su propia pistola al oscuro criminal, el duelo estaba reñido, duelo de miradas y movimientos. Cuando uno iba a la derecha el otro lo seguía, cuando uno amenazaba el otro respondía de la misma manera, hasta que, harto, el hombre disparó.
Más pronto que tarde se dio cuenta de que había disparado a la pared. A su propia sombra. Se juró que nunca más se asustaría de sí mismo. Y así pasaron años hasta que dio con la forma hermética y oculta de separar a un individuo de su propia sombra. Llevaba semanas durmiendo apenas una hora y menos por miedo a que la sombra atacase de nuevo y acabase con su vida. Debía ser rápido. Debía actuar ya y deshacerse de ese asesino que siempre le pisaba los talones.
Una vez hechos los pertinentes rituales y las ofrendas requeridas logró separarse de su sombra la cual quedo proyectada en una pared aislada que él mismo había construido.
El hombre, satisfecho apagó las luces del sótano y rehizo su vida.

Al principio nadie se daba cuenta pero con el paso de los días sus vecinos comenzaron a mirarle de manera extraña y él, paranoico que era, pensó que los vecinos querían hacerle algún mal y que debía tomar precauciones para que esto no pasara. De modo que se recluyó en su pequeño apartamento de las afueras de Chicago, ya eran los noventa y con la venida de Internet pensó que no necesitaría salir de casa nunca más.

Y así pasaron los años hasta que su madre dio con él después de haber borrado rastro que pudiera llevar hasta a él. No tenía nada en contra de sus padres, lo tenía contra todo el mundo en general.
Su madre, preocupada y entre lágrimas lo abrazó, él apenas sintió algo.
Pero era un buen hijo y sabía que su madre estaría allí unos días por lo que bajó al sótano para preparar la sala de invitados.
Pero cometió el error fatal de abrir la puerta antes de dar al interruptor de la luz. Sin que pudiera hacer nada para evitarlo, la oscuridad lo agarró y arrastró. Tan sólo se escucharon unos gritos de desgarro y dolor animal unos segundos y todo el ruido cesó de golpe, un silencio sepulcral. La madre bajó corriendo y encendió la luz... encontró a su hijo desfigurado y retorcido, de pie, proyectando la sombra de un lobo aullando. 

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