viernes, 24 de julio de 2015

Las Aventuras del Detective Privado #14

Hay mucha gente que hace locuras, supongo que son esas locuras las que nos hacen humanos. Se cometen locuras por amor, por ambiciones, por sueños. También cuando no te quedan opciones. La desesperación es un potente arma creativa. Teme a quien no tenga nada que perder, dicen.
Me encontraba siguiendo la pista de un maleante, soy detective privado y una de las pocas cosas que logra que esta ciudad no se caiga a pedazos, el maleante se hacía llamar Mr. Roboto. Le gustaba aquella pegadiza canción, o eso pensaba yo.
Logré rastrearlo hasta su guarida donde encontré algo que no esperaba. Su guarida estaba debajo de un bar de de hippies y fumadores de crack. Perfecto escondite para hacer lo que a uno le venga en gana. Mr. Roboto había estado reuniendo durante años una gran cantidad de recursos para hacer realidad su plan: lograr alcanzar la inmortalidad.
Locura, ¿verdad?
Eso pensé yo. Revólver en mano me infiltré en ese sótano y descubrí sus intenciones. Había estado haciendo experimentos con seres humanos, experimentos que no me siento orgulloso de ver. Solo eso le bastaba para la perpetua, a saber qué otras extravagancias había logrado con sus medios. Me sorprendía que él no estuviera a esas horas de la madrugada por lo que le esperé como un felino espera a su presa entre los matorrales de la Sabana africana.
Cuando llegó, vi que arrastraba un saco. Era un hombre corpulento, de bajo porte y su cara no inspiraba ninguna confianza pero aún así parecía un pringado, no alguien con suficiente fuerza de voluntad como para asesinar y secuestrar a tantos indeseables de los que nadie se acordaría y con los que poder realizar sus monstruosos experimentos.
Esa era mi oportunidad para atraparlo, pero sentía curiosidad. Quería saber qué se proponía a hacer con el contenido del saco. Lo dejó sobre una mesa larga y allí lo deshizo. Vi que se trataba de una hermosa mujer y una que aún estaba viva, pero no lo suficiente como para resistirse. Mi sentido de la justicia hizo que saliese de un salto de mi escondite, arma en mano y gritase:
-¡Alto ahí, Mr Roboto! ¡Se acabaron tus días de científico loco!
-¡Pero si es mi archi-enemigo! ¡El detective privado! Y veo que no viene solo.
-Ehm. Sí, sí vengo solo.
-Ah. Pues veo doble entonces.
-Pues será eso.
-Uy qué mal.
-¡Detente, villano! ¡No muevas ni un solo dedo! Quedas detenido por homicidio y secuestro de esta preciosa dama.
La dama estaba en un estado semi-inconsciente por lo que no sé si se percató de mi cumplido. Esperaba que sí.
-Detective privado, no esperarás que cogerme sea tan fácil, ¿verdad? ¡Aún tengo un par de trucos en la manga!
Mr, Roboto se quitó la camisa para descubrir un torso lleno de rostros retorcidos en agonía.
-Ayuda.
-Por favor...
-Ayuuuda...
Decían entre muecas de indecible dolor.
-Te unirás al resto de mis víctimas y me entregarás tu vida, detective privado. Y así viviré para siempre.
El maleante comenzó a reírse como sólo un malvado haría. Cuando vi a la doncella levantarse de la camilla y de una patada lo dejó en el suelo, inconsciente.
-Vaya, eso sí que no me lo esperaba, preciosa. ¿Dónde aprendiste a pelear así?
-Doy clases de kick-boxing por la noche en un gimnasio no muy lejos de aquí. Este cabrón me pilló desprevenida con cloroformo. Pero se ha ganado su merecido.
-En efecto, querida. La policía está en camino, pronto estará entre rejas así que... ¿qué te parece si tú y yo vamos a tomar algo?
-Me encantaría cenar algo, detective privado, estoy hambrienta... ¡Creo que empezaré por ti!
La profesora de kick-boxing se transformó en una bestia voraz y peluda, saltó con sus grandes fauces hacía mí, pero supe esquivarla en un instante y logré acertar una bala en su cráneo lo que la dejó muerta, en el suelo.
-¿Qué diablos era eso?
Dije para mí. No esperaba que Mr Roboto lo escuchase y mucho menos que respondiera mientras se incorporaba.
-Eso, mi querido amigo, era una mujer bestia de los campos del este.
-Qué diantres es eso.
-El mundo más grande que esta ciudad, Sheriff, te vendría bien recordarlo. Tú no eres más que un personaje estereotipado de una novela detectivesca pulp.
-¿Y qué diantres eso también?
-Que no existes, detective. Eres un arquetipo.
Y así, sin apenas poder hacer nada para remediarlo, la historia se acabó, pues concluiría en el siguiente número de la serie Las Aventuras del Detective Privado, y yo me quedé atrapado entre estas líneas que parecían haberse escrito una y otra y otra vez. Inmortal o, al menos, hasta que el lugar donde estén escritas arda y la lluvia de esta aciaga ciudad deshaga las cenizas.
Una noche más, para un detective privado.

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