viernes, 24 de julio de 2015

Comida Rancia

Era la hora de comer, toda la familia se reunía alrededor del mismo tonel y prendían fuego a unas brasas en su interior. Con el se calentarían, secarían de las lluvias de la mañana y cocinarían la comida que hubieran podido capturar aquella mañana. En la familia había una pequeña niña de pelo largo y negro y piel pálida. El invierno nuclear no deja mucho espacio para divertirse pero esta niña se hacía amiga de todo lo que encontraba: ladrillos sueltos, piedras con alguna forma graciosa, las pocas plantas que encontraba e incluso siempre llevaba una pequeñita ratoncita encima a la que llamaba Elioth El Intrépido de las Montañas del Horizonte Avecrem III, o Eli para acortar.
Estaba preocupada, la familia no le dejaría tenerlo y sólo su madre sabía el secreto. En la familia toda comida es bienvenida y la comida animal es escasa, más escasa es la comida animal viva. No dudarían en repartírselo por poco que aquello fuera. Eli recordaba cuando se comieron a unos viajeros perdidos, sabía que la familia haría lo que fuera por comer comida viva.

Pasó un año y ella ya había cumplido los trece años, avanzada edad teniendo en cuenta que la esperanza de vida en el invierno nuclear era escasa. Una noche decidió huir de la familia mientras dormían y había cambio de guardia. No le fue difícil teniendo en cuenta que se conocía todo el territorio como se conocía cada palabra de su único libro: Alicia en el País de la Maravillas. Cuando cruzó el umbral del territorio de la familia se sintió como Alicia cayendo por el agujero. Era todo nuevo, veía un horizonte nuevo, veía casas al fondo y muchas ruinas. Paisajes totalmente desolados y nevados. Paisajes que nos darían pánico pero ella, que no conocía otra cosa que el yermo y la incivilización, se sentía feliz y curiosa.
Llevaba a Eli en su cinturón, en una jaula china para grillos que le regaló su madre. Era toda la compañía que necesitaba para comenzar su nueva vida, pero sabía que tendría que irse aún más lejos, sabía que la familia la buscaría y ya sabía lo que hacían con los traidores: comida.
Llegó al poblado desolado, las casas quemadas hacía años que no humeaban y las mayoría se habían caído o se habían convertido en pura ceniza. En mitad de una calle vio a una zorro luchando por librarse de un cepo. Lo único que se le ocurrió fue salvarlo al instante pero escuchó un ruido detrás suyo. Eran pisadas en la nieve. El zorro aullaba a la chica pero ella tenía la sangre helada y se había hecho un ovillo en una de las casas cercanas. Escuchó:

-¡Cariño! ¡Ya tenemos cena! Y juraría que esto son pisadas de persona.
-No hay personas por aquí.
-Lo sé, es lo que me extraña... Hm... ¡Eh! ¡Sean quien seas! ¡Sal! ¡No te haremos daño! ¿Quieres cenar con nosotros?

A la chica le parecían personas amables, dudaba si salir o no. Tenía mucho miedo y mucha hambre. ¿Y si la reconocían como parte de la familia y la mataban en venganza? ¿Y si comen personas? ¿Y si se comen a Eli? No podía arriesgarse.
Escuchó como unas botas entraban en la casa donde ella estaba. Se había encerrado en un armario, escuchaba la madera quejándose mientras la recorrían esas pesadas botas de montaña.

-¿Hola? De verdad. No te haremos nada. Buscamos gente para construir un pequeño poblado, uno libre de tanto loco y tanto caníval.

¿Qué haría Alicia? Se preguntaba la chica. Ojalá pudiera hacerse gigante y huir de allí corriendo, ojalá. Los pasos se acercaban.

-Hm... ¡Ven cariño!
¿Qué ocurre?
-Las huellas llevan hasta ese armario. Prepara las cosas.
-Sí, enseguida.

¿Qué cosas? ¿Qué iban a hacer? Nadie se arriesgaría a tener una boca más que alimentar, no. Iban a matarla, estaba segura. Quizá si dejara escapar a Eli podría huir mientras ellos tratan de atrapar a la ratita. O dejar a Eli para que solo tuviera que morir ella y la ratita podría vivir en paz. ¿Qué hacer? No pudo elegir, la puerta se abrió. Vio una mirada tuerta muy abierta, una barba gris y revuelta, un hedor avinagrado venía de aquel hombre.

-Así que tú eres la pequeña ratita. ¿Por qué no nos hiciste caso? Decíamos la verdad, sólo queríamos cuidar de ti.
-Me... ¿M-Me conocéis?
Él miró detrás suyo, por encima de su hombro, miró a una bella y anciana mujer que miraba con ternura a la niña.
-No, pero supimos que las pisadas eran de niño o... en este caso, niña. Me llamo Lunes y ella es Domingo. ¿Cómo te llamas tú?
-Me... Me llamo Trenza.
-Ven con nosotros, Trenza. Te trataremos bien, ¿vale? Tenemos otros niños en el poblado, niños como tú. ¿Hm? Esa marca en tu mano...
Ella se quiso apartar la mano para que no la viera pero Lunes le había agarrado el brazo.
-Es la marca de la familia, ¿verdad?
La mujer, Domingo, se llevo las manos a la boca, sorprendida y asustada.
-S-Sí. Me escapé de allí.
El hombre torció su mueca, no sabía cómo se sentía, ¿enfado, rabia, tristeza, miedo?
-¡VETE! ¡VETE DE AQUÍ! ¡CORRE TANTO COMO PUEDAS PERO VETE! Nunca nos has visto, ¿de acuerdo? ¡Corre!
Lunes y Domingo salieron corriendo. Trenza se quedó de piedra, sentada en el armario, durante un buen rato, sin pensar realmente en nada, tan sólo... quieta. Con la mirada perdida. Asimilando qué acababa de pasar.

Aquí comenzaría el viaje de Trenza y Eli

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Págame xD O escribe tú lo que sigue, puedes hacer el wébcomic de algo así. Mientras escribía veía que daba casi cualquier cosa que se me ocurriese

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    2. Si tuviera dineros te pagaba, pero al menos por ahora tendría que ser lo segundo. Y puede que lo haga, si consigo derrotar al cateto que controla mis manos y todo lo que viene a ser yo xD

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