viernes, 24 de julio de 2015

Otra puta noche de trabajo

Otra puta noche de trabajo. Los diurnos no lo saben, no saben la de mierda que ocurre por la noche donde nadie mira, donde nadie vigila, donde muchos hacen la vista gorda. Odio mi vida. Espero a un cliente habitual. Caballo le llamo y no por su polla. A algunos de estos bastardos les mola que hubiera sido una jodida yonqui y me hacen chutarme caballo. Les pone eso, tirarse a alguien hasta arriba de mierda supongo que porque así no piensan en la mierda que son ellos las veinticuatro horas del día.
Las noches aquí son largas, entre cliente y cliente pueden pasar horas y sin nada que hacer ni poder salir de la habitación una solo puede pensar, limpiarse y pensar. Otras se ponen guapas. Otras eligieron estar aquí. Yo no. No estoy lo suficientemente echa pedazos como para que me pueda gustar esto.
Aquí entra el capullo. Hola, zorrilla, ¿me echabas de menos? Dice. Qué original, no habré escuchado eso mil veces ya. Me quedo callada, tirada en la cama, no les gusta a mis jefes que seamos personas, prefieren que seamos "cosas listas para ser folladas", así tal cual lo dijo el negro una vez.
Se baja la cremallera, se quita los pantalones, tan desagradable como siempre. Señores de cincuenta y tantos, cuidaos un poco, ¿vale? Joder. Me mira y escupe: venga, lo de siempre. Gilipollas. Creo que hoy no, gordito. Creo que hoy no. Cojo la jeringa y hago como que me la inyecto mientras él se desnuda. He visto a tantos con heroína en las venas que sé imitarlos a la perfección, se lo traga, viene, se tumba encima. A veces chutarse no es malo, no te enteras de lo mal que puede oler alguien, ni de lo poco que se siente su ínfima colita de niño pequeño. Hm. Parece que está muy contento, adiós gordito, buen viaje. Se la clavo e inyecto antes de que pueda reaccionar. Me lo quito de encima. Me coloco la ropa bien y estoy lista. Empujo al gordito fuera de la habitación y comienzo a gritar ¡está loco! ¡Está loco! Enseguida vienen otras y algún que otro. Soy un bien valioso para ellos, la gente protege sus cosas. Cogen al grandullón cincuentón y él arma una de la hostia, perfecto.
Mientras están intentando ver qué pasa me deslizo por la ventana. Bajo ventana a ventana hasta la escalera de incendios. Tan cerca. Un mal paso y a la mierda todo. Escucho gritar mi nombre. Me deben estar buscando, mierda. Gordito, ¿ni eso sabes hacer? Joder. Estoy cerca. Me apoyo en la escalera, me cubro entre bolsas de basura. Cuando bajan la guardia bajo como una leona y piso la calle. Piso la calle en semanas. Piso la calle. Corre. No mires atrás. ¡Corre!

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