viernes, 24 de julio de 2015

Las manos que se ensucian

-Soy lo que muchos no quieren ser. Hago el trabajo que muchos no quieren hacer. Veo las cosas que nadie quiere ver. Soy las manos que se ensucian. Tan simple como eso. No es personal, es mi trabajo.
-¡Pero no puedes volar todo el edificio así porque sí!
-¿Qué me lo impide? Nadie excepto usted sabe que estoy aquí y nadie excepto usted sabe que la bomba está en su mismo despacho. Es una pena que alguien que lleva siguiendo el rastro de los míos muera en mis manos, y digo que es una pena porque muchos claman por su cabeza y al final el premio me lo llevaré yo, alguien a quien nunca perseguiste. Lo cual me ofende un poco.
-Deja que al menos los inocentes se vayan. No puedes ser tan desalmado.
-¿Desalmado? En este edificio sólo vive escoria que nadie recordará. Estoy viendo cada una de las cámaras que dispusimos en este edificio y sólo veo basura humana de la que todos nos beneficiaremos si alguien se deshace de ella.
-Hijo de puta.
-¿Qué ha dicho, agente? No le he oído.
-He dicho que eres un grandísimo hijo de puta.
-Oh, me alaga. Guárdese los cumplidos para usted. Yo sólo estoy haciendo mi trabajo.
-¿Y por qué me cuentas todo esto? ¿Por qué inmovilizarme y hablarme a través del ordenador?
-No me gusta que la gente muera injustificadamente. Me gusta que conozcan las razones por las que van a dar sus vidas. Verá, agente, si les avisase y les dejase marchar nadie se creería que este edificio se cayó solo. Habría investigaciones, habría pruebas, y sería todo mucho más caro de lo que es. Mis clientes quieren que sea lo más natural posible, unas vigas viejas, unas inspecciones que este edificio no ha pasado desde hace años, una caída inevitable. Y entonces el teatro comienza su función. El alcalde dirá que siente las pérdidas de las víctimas y que a partir de ese día se tomarán medidas para que esto no vuelva a ocurrir cuando en realidad no hará nada y ha recibido un maletín para que mire hacia otro lado. La policía que venga a investigar el caso serán agentes dobles que trabajan para mi cliente así como los bomberos, cada superviviente que encuentren será silenciado. Los médicos forenses atrasaran el papeleo para poder entregar los órganos que se puedan recuperar a otro cliente mío. Otro cliente más se alegrará al saber que usted queda fuera del mapa aunque en los medios dirá que siente mucho la pérdida de un agente tan bueno como usted. Por cierto, este es su despacho personal, por lo que está de servicio. ¡Alégrese! Será enterrado con honores. Y asistirán muchas de las personas que han orquestado esto.
-¿Y qué pintas tú en todo esto?
-¿Yo? Soy el brazo ejecutor. Si alguien mete sus narices en esto y acaba dando conmigo no tendrá ningún móvil porque no conozco a nadie de los implicados, ni a mis clientes ni a ti, ni siquiera conocía este barrio. Te veo muy estoico, agente. Vaya sangre fría tienes.
-Me niego a que me veas de otra forma, monstruo. No tenéis ni un solo ápice de humanidad.
-No.
-Sois un cáncer para este planeta. Si no soy yo otro acabará con todos vosotros.
-Uy, qué miedo.
-¿Por qué este edificio?
-Porque uno a uno, de una manera u otra, todos los edificios de la manzana serán obtenidos por mis clientes para tener una posición estratégica para sus corporaciones. Pero ya es igual para usted. La hora le llega. Llámeme como quiera, es el momento. Yo mientras voy a dar mi comunicado por los altavoces que coloqué personalmente por todo el edificio.

<<Atención. El edificio donde se encuentran será demolido en apenas unos segundos. Es inútil correr, es inútil esconderse. Todo el edificio ha sido sellado. Siéntase orgullosos porque con su sacrificio ayudan a construir un mundo mejor. Buenas noches.>>

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El "brazo ejecutor" se reclinó en su silla, dio una calada tan larga que acabó su cigarro, cerró el ordenador. Se levantó, se estiró. Apagó todas las luces de la casa y regó las plantas. Sacó del cajón de la cocina varios frascos de pastillas. Cogió una cada uno de ellos y se las tragó con una infusión.
Se preguntaba si le pagarían extra esta vez y trató de no recordar que con estas ya eran doscientas treinta y ocho almas de las que era responsable. Se metió en la cama y se preguntó si la gente que le paga también cuenta sus responsabilidades Antes de dormirse se hizo una pregunta más: si ellos serían capaces de dormir por las noches sin drogarse tanto. 

1 comentario:

  1. au. no me lo esperaba. hoy no tengo mucha fe en la humanidad.
    bueno, cuando no nos atrevemos a mover una mano al menos tenemos conciencia. un consuelo

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