jueves, 23 de julio de 2015

Traficante de baratijas

*Suspira*

Otro sábado más, ¿eh? Otro sábado más. Parece mentira que lleve aquí ya cuatro años, parece mentira que pueda seguir vivo después de cuatro años aquí. ¿Qué fue del hombre que fui? ¿Qué fue del dinero que gané? ¿A dónde se fue? Tantas preguntas y tan poco tiempo para responderlas. Demasiado café en mis venas, demasiado alcohol en mis riñones. ¡Y hace una mañana buenísima como para desperdiciarla en preguntas que no llevan a nada! Creo que si no viene el comprador me dará absolutamente igual. La verdad es que ni sé lo que es, lo que vendo, lo que me van a comprar, sea lo que sea está dentro de una cajita de madera preciosa. Llena de pequeños grabados y parece artesana, ¿qué te parece? ¿Qué habrá dentro? Si sigo vivo es porque no hice demasiadas preguntas, mejor paro de pensar en la cajita.

...

Llevo aquí ya dos horas y no aparece nadie. Genial, me han vuelto a dejar tirado. Fuese quien fuese se le acabó el plazo. Pues nada, cogeré la bici y me iré a casa. Probaré suerte mañana, qué remedio. Lo bueno de esta ciudad es que puedo ir tranquilamente en bici, y a estas horas de la mañana es una delicia. Pero no puedo disfrutar, solo pienso en la dichosa cajita de madera. ¿Qué habrá dentro?

Ya en casa me preparo unas fajitas congeladas, no están mal si se condimentan bien. Y todo servido delante de la ventana de un ático está rico. Qué le vamos a hacer. ¿Crees que ella me llamará esta noche? No sé si debería salir con gente normal, no me gustaría ser responsable de que les pasase algo. ¿Alguna te han mirado y has sentido como si te abrazasen el corazón? No quiero dejar de sentir eso, no sé si lo merezco pero es tan bonito... Ojalá me llame.

¿Es de noche ya? Cigarro en el balcón. Me llame o no, esta vida no está tan mal una vez te acostumbras a ver cosas raras. Como aquella vez que vendimos un saco de ojos de cabra a un tipo que sólo se le podía ver de noche o aquella otra donde conocimos a un señor con cuatro brazos y, según aseguraba, cuatro vejigas. Es una vida divertida, supongo, no sé. La vivo porque no sé vivir otra cosa.
*Ring, ring*
¡Es ella! ¿Qué hago? ¿Voy? Sí, iré.

...

-¡Hola!
-Buenas noches, ¿qué tal, cielo?
-Encantado de ver a una chica tan preciosa y de escuchar su voz llamando a este pobre hombre "cielo".
-No seas exagerado.
-Me encanta cuando sonríes así.
-Tonto.
-El más tonto de este mundo.
-Déjame sentirte.
-Todo tuyo.

-Algo va mal.
-¿Qué? ¿El qué?
-Cielo, ¿qué has hecho?
-Nada, ¿por?
-No logro ver nada dentro de ti. No... consigo sentir nada.
-¿Eh?
-Sí, o sea, nada palpita en ti, es como si estuvieras vacío. Me estoy sintiendo fatal. Me estoy asustando, cariño... ¿qué has hecho?
-Yo... ¡nada! No hice nada. No sé dé que hablas, de verdad.
-Es como si no estuvieras. Como si fueras una carcasa.
-No sé qué puede ser, cariño. Ven, se arreglará.
-¡No! Perdón... tan sólo... no quiero verte así esta noche. Ya... nos veremos mañana, ¿vale? Tranquilo.
-Pero si yo no...
-Tranquilo. Se acabará resolviendo, no eres un monstruo.
-Espero que no.
-Hasta mañana, cielo. Trata de traerte entero.
-¿Lo intentaré?

¿Qué ha sido eso? Hay demasiado silencio a estas horas de la noche. Me pone nervioso. Tengo que volver a casa, prepararme para mañana. Para el trabajo de mañana. Joder.
¡Joder! ¿Qué coño ha sido eso? Respira. No pasa nada. No pasa... nada.

-¿Es usted el Hombre Abrigo?
-¿Quién pregunta?
-Su comprador.
-Así que es usted. No le imaginaba negro ni de dos metros. Sí que imaginaba el traje.
-Muy gracioso, ¿tiene mi compra?
-¿La cajita?
-Y su contenido, claro.
-Sí, sí que la tengo. ¿Qué hay dentro?
-¿Por qué le importa?
-Porque la siento mía.
-Quizá sea suya.
-No entiendo.
-No, claro que no. Tenga, el pago está en este sobre. Dinero legal como acordamos.
-Está... bien. Tenga su cajita.
-Oh, tengo más que esta cajita, amigo.
-Claro, supongo que sí.
-Volveremos a vernos, buen señor.
-Mientras usted siga trayendo su dinero yo estaré encantando.
-No ha abierto la caja, ¿cierto?
-No, de hacerlo no le hubiera preguntado, ¿no cree?
-¿Ni ha sentido que palpita?
-No suelo tocar mi mercancía, deja huellas.
-Mejor, mejor. Es usted alguien astuto. Pase un buen día. Y espero que no eche de menos lo que me acaba de vender, señor.
-Hasta otra.

Qué hombre más raro... pero me siento más ligero, como si no cargase con nada, como si no sintiese nada. Otro día más en esta ciudad. ¿Cuántos me quedarán? 

1 comentario:

  1. iba a decir que querría vivir esa clase de vida un tiempo, pero, um. quizá no.
    tal vez debería haber más gatos curiosos antes que gatos vivos y ligeros.

    ResponderEliminar